por José Javier Capera
Figueroa [1]
La realidad de violencia, despojo
y hambruna en Buenaventura es latente. Ya caminar por las calles, hablar sobre
política, debatir sobre la pobreza, la desigualdad y la exclusión se ha vuelto
un tabú. Por supuesto el terror es cada vez más presente. Ya la generación de
fronteras invisibles y en particular las acciones de masacrar y torturar a las
víctimas son algo común de la criminalidad. En Buenaventura se manifiesta lo
que Vega Cantor (2012) reconoce como una cultura del dinero fácil, una política
del narco y una sociedad de la impunidad donde impera la utilidad por vivir,
así sea necesario pasar por encima de quien sea necesario.
Un panorama que refleja la
inflexión más fuerte se encuentra al ser un proyecto fallido del capitalismo
contemporáneo: una tierra que tiene todo por dar y por construir, un lugar que
no tiene nada que envidiarle a las grandes ciudades en razón de sus condiciones
geográficas, sus bienes comunales y sus fuentes materiales e inmateriales. En
Buenaventura existen nichos por investigar, escribir y proponer, pero lástima
que solo sea el foco de inversión para generar programas asistencialistas y
aplicar modelos hegemónicos que sólo reproducen la crisis de acumulación del
capital, el abaratamiento de lo político y el vacío líquido de lo público.
Es así que el ayer de
Buenaventura constituía un imperativo por construir escenarios encaminados a
hacer de la paz un imperativo moral. Tal como era conocido en el argot popular
“tierra de Negros, tierra de felicidad” esta enunciación era una clara
demostración del diálogo cultural y de la idiosincrasia afrodescendiente al
buscar construir una política deliberativa, crítica y, en lo posible, necesaria
para generar caminos de resolución a problemáticas como la corrupción, la
politiquería, el clientelismo y el triángulo del Poder, el capital y la guerra
que tanto ha pervivido y se reproduce en la cotidianidad de los sujetos del
puerto.
Los espacios socio-políticos, las
asociaciones culturales y los grupos políticos alternos han sido opacados por
los grupillos de bandoleros, gamonales y hacendados de la región. No resulta
comprensible fuera del capitalismo que, al ser Buenaventura el puerto de mayor
comercialización en Colombia, sea una de las regiones en donde abunde y se
atente con mayor fuerza la desigualdad social, la criminalidad y la violencia
sistemática contra la vida, la paz y la dignidad de las comunidad.
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Un ejemplo de ello es el informe
de Human Rights Watch en donde se señala que siguen siendo generalizadas las
extorsiones por parte de grupos sucesores del paramilitarismo, los cuales
surgieron tras un proceso oficial de desmovilización de organizaciones
paramilitares de derecha implementado hace una década, que presentó graves
falencias. Los habitantes siguen expuestos al riesgo de sufrir ataques si
cruzan ‘fronteras invisibles’ que separan los barrios disputados entre
distintas bandas rivales. Los niños viven sujetos a la amenaza de ser
reclutados y de sufrir violencia sexual, miles de personas han sido desplazadas
y continúan ocurriendo secuestros y desapariciones con impunidad (Ferry 2015).
Otro de los puntos que constituye
la barbarie del capitalismo según Löwy (2001) es el desbordamiento de la crisis
ambiental. Al ser un elemento de la crisis de la condición humana, dicha
condición se articula con la pérdida de soberanía fluvial y portuaria que vive
Buenaventura. La complejización del fenómeno llegó a ser vista a través de la
propaganda mediática de la Alianza Pacífico cuando se considera que no existían
condiciones materiales e inmateriales para hacer de Buenaventura la capital de
dicha organización económica latinoamericana.
No obstante, el despojo de
cientos de comunidades pesqueras, familias y asociaciones fue una realidad. La
lógica por imponer la expansión de la asociación portuaria era un hecho
irreversible. La expansión fue masiva, el daño ambiental no tiene dimensiones
mentales y las relaciones entre los grupos empresariales, el crimen organizado
y la explotación humana se hicieron palpables al afectar el tejido social de
las comunidades negras. Tal como manifiesta el Informe “Buenaventura ‘El
despojo para la competitividad’”.
Parte de esta crisis también se
debe al deterioro que existe en la esfera de lo público, la crisis de valores y
la decadencia del sistema político, un sistema que de manera tajante ha
generado exclusión y miseria en todo el territorio nacional. En Colombia no se
vive para vivir, se vive para sobrevivir. En el adagio popular arguyen que la
necesidad ha llegado hasta el punto de vender la conciencia por un peso,
mercantilizar la vida por poder y acosar el acoso por dinero.
Del mismo modo la complejidad
colombiana es una imagen consecutiva donde la democracia nunca ha sido un punto
de importancia, sino un punto de hacer lo que el maestro Dussel (1988) denomina
“sucursalera”: enajenada y sin sentido crítico. La política como acción humana
es sólo un simple discurso, la banalidad del poder y la ausencia de valores
dentro de lo público. Son aspectos que reflejan la colonización del mundo de la
vida, la Modernidad capitalista y la colonialidad del poder, la vida y ser en
las relaciones sociales (Dussel 1988; Grosfoguel 2006).
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Referencias
Dussel, Enrique. 1988. Hacia
un Marx desconocido: un comentario de los Manuscritos: 61-63. México: Siglo
XXI.
Ferry, Stephen. 2015. “Colombia:
nuevos asesinatos y desapariciones en Buenaventura. El gobierno no ha logrado
detener abusos de organizaciones criminales”. Human Rights Watch, 4 de marzo,
sección Noticias. Recuperado de:
https://www.hrw.org/es/news/2015/03/04/colombia-nuevos-asesinatos-y-desapariciones-en-buenaventura
Grosfoguel, Ramón. 2006. “La
descolonización de la economía política y los estudios postcoloniales:
transmodernidad, pensamiento fronterizo y colonialidad global”. Tabula Rasa 4:
17-48.
Löwy, Michael. 2001. “La
significación metodológica de ‘socialismo o barbarie’”.Socialismo o Barbarie 2(6): 1-10. Recuperado
de: http://www.socialismo-o- barbarie.org/revista/sob6/lowy.html
Vega Cantor, Renán. 2012.
“Colombia and GeopoliticsToday”. El Agora USB, 12(2): 367-402.
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[1] José Javier Capera Figueroa
es doctor (c) en sociología, magister en sociología y politólogo de la
Universidad del Tolima (Colombia), Analista político y columnista del Periódico
el Nuevo Día (Colombia) y del portal de ciencias sociales rebelión.org (España).
Cite este post:
Capera Figueroa,
José. 2019. La violencia y la política en Buenaventura,
Colombia, entre el ayer y el hoy. Blog nuestrAmérica, 9 de enero,
sección Columnas. Acceso [día de mes de
año]. https://rvnuestramerica.blogspot.com/2019/01/la-violencia-y-la-politica-en.html
Fuente: BLOG NUESTRAMÉRICA