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jueves, 31 de enero de 2019

LA VIOLENCIA Y LA POLÍTICA EN BUENAVENTURA, COLOMBIA, ENTRE EL AYER Y EL HOY


por José Javier Capera Figueroa [1]


La realidad de violencia, despojo y hambruna en Buenaventura es latente. Ya caminar por las calles, hablar sobre política, debatir sobre la pobreza, la desigualdad y la exclusión se ha vuelto un tabú. Por supuesto el terror es cada vez más presente. Ya la generación de fronteras invisibles y en particular las acciones de masacrar y torturar a las víctimas son algo común de la criminalidad. En Buenaventura se manifiesta lo que Vega Cantor (2012) reconoce como una cultura del dinero fácil, una política del narco y una sociedad de la impunidad donde impera la utilidad por vivir, así sea necesario pasar por encima de quien sea necesario.

Un panorama que refleja la inflexión más fuerte se encuentra al ser un proyecto fallido del capitalismo contemporáneo: una tierra que tiene todo por dar y por construir, un lugar que no tiene nada que envidiarle a las grandes ciudades en razón de sus condiciones geográficas, sus bienes comunales y sus fuentes materiales e inmateriales. En Buenaventura existen nichos por investigar, escribir y proponer, pero lástima que solo sea el foco de inversión para generar programas asistencialistas y aplicar modelos hegemónicos que sólo reproducen la crisis de acumulación del capital, el abaratamiento de lo político y el vacío líquido de lo público.

Es así que el ayer de Buenaventura constituía un imperativo por construir escenarios encaminados a hacer de la paz un imperativo moral. Tal como era conocido en el argot popular “tierra de Negros, tierra de felicidad” esta enunciación era una clara demostración del diálogo cultural y de la idiosincrasia afrodescendiente al buscar construir una política deliberativa, crítica y, en lo posible, necesaria para generar caminos de resolución a problemáticas como la corrupción, la politiquería, el clientelismo y el triángulo del Poder, el capital y la guerra que tanto ha pervivido y se reproduce en la cotidianidad de los sujetos del puerto.

Los espacios socio-políticos, las asociaciones culturales y los grupos políticos alternos han sido opacados por los grupillos de bandoleros, gamonales y hacendados de la región. No resulta comprensible fuera del capitalismo que, al ser Buenaventura el puerto de mayor comercialización en Colombia, sea una de las regiones en donde abunde y se atente con mayor fuerza la desigualdad social, la criminalidad y la violencia sistemática contra la vida, la paz y la dignidad de las comunidad.
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Un ejemplo de ello es el informe de Human Rights Watch en donde se señala que siguen siendo generalizadas las extorsiones por parte de grupos sucesores del paramilitarismo, los cuales surgieron tras un proceso oficial de desmovilización de organizaciones paramilitares de derecha implementado hace una década, que presentó graves falencias. Los habitantes siguen expuestos al riesgo de sufrir ataques si cruzan ‘fronteras invisibles’ que separan los barrios disputados entre distintas bandas rivales. Los niños viven sujetos a la amenaza de ser reclutados y de sufrir violencia sexual, miles de personas han sido desplazadas y continúan ocurriendo secuestros y desapariciones con impunidad (Ferry 2015).

Otro de los puntos que constituye la barbarie del capitalismo según Löwy (2001) es el desbordamiento de la crisis ambiental. Al ser un elemento de la crisis de la condición humana, dicha condición se articula con la pérdida de soberanía fluvial y portuaria que vive Buenaventura. La complejización del fenómeno llegó a ser vista a través de la propaganda mediática de la Alianza Pacífico cuando se considera que no existían condiciones materiales e inmateriales para hacer de Buenaventura la capital de dicha organización económica latinoamericana.

No obstante, el despojo de cientos de comunidades pesqueras, familias y asociaciones fue una realidad. La lógica por imponer la expansión de la asociación portuaria era un hecho irreversible. La expansión fue masiva, el daño ambiental no tiene dimensiones mentales y las relaciones entre los grupos empresariales, el crimen organizado y la explotación humana se hicieron palpables al afectar el tejido social de las comunidades negras. Tal como manifiesta el Informe “Buenaventura ‘El despojo para la competitividad’”.

Parte de esta crisis también se debe al deterioro que existe en la esfera de lo público, la crisis de valores y la decadencia del sistema político, un sistema que de manera tajante ha generado exclusión y miseria en todo el territorio nacional. En Colombia no se vive para vivir, se vive para sobrevivir. En el adagio popular arguyen que la necesidad ha llegado hasta el punto de vender la conciencia por un peso, mercantilizar la vida por poder y acosar el acoso por dinero.

Del mismo modo la complejidad colombiana es una imagen consecutiva donde la democracia nunca ha sido un punto de importancia, sino un punto de hacer lo que el maestro Dussel (1988) denomina “sucursalera”: enajenada y sin sentido crítico. La política como acción humana es sólo un simple discurso, la banalidad del poder y la ausencia de valores dentro de lo público. Son aspectos que reflejan la colonización del mundo de la vida, la Modernidad capitalista y la colonialidad del poder, la vida y ser en las relaciones sociales (Dussel 1988; Grosfoguel 2006).

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Referencias

Dussel, Enrique. 1988. Hacia un Marx desconocido: un comentario de los Manuscritos: 61-63. México: Siglo XXI.

Ferry, Stephen. 2015. “Colombia: nuevos asesinatos y desapariciones en Buenaventura. El gobierno no ha logrado detener abusos de organizaciones criminales”. Human Rights Watch, 4 de marzo, sección Noticias.  Recuperado de: https://www.hrw.org/es/news/2015/03/04/colombia-nuevos-asesinatos-y-desapariciones-en-buenaventura

Grosfoguel, Ramón. 2006. “La descolonización de la economía política y los estudios postcoloniales: transmodernidad, pensamiento fronterizo y colonialidad global”. Tabula Rasa 4: 17-48.

Löwy, Michael. 2001. “La significación metodológica de ‘socialismo o barbarie’”.Socialismo o Barbarie 2(6): 1-10. Recuperado de: http://www.socialismo-o- barbarie.org/revista/sob6/lowy.html

Vega Cantor, Renán. 2012. “Colombia and GeopoliticsToday”. El Agora USB, 12(2): 367-402.






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[1] José Javier Capera Figueroa es doctor (c) en sociología, magister en sociología y politólogo de la Universidad del Tolima (Colombia), Analista político y columnista del Periódico el Nuevo Día (Colombia) y del portal de ciencias sociales rebelión.org (España).



Cite este post:
Capera Figueroa, José.  2019.  La violencia y la política en Buenaventura, Colombia, entre el ayer y el hoy. Blog nuestrAmérica, 9 de enero, sección Columnas. Acceso [día de mes de año]. https://rvnuestramerica.blogspot.com/2019/01/la-violencia-y-la-politica-en.html



Colombia: La rebeldía estudiantil contagia la pradera


Por: Manuel Humberto Restrepo Domínguez
Analista colombiano de Barómetro Internacional


2018 le deja a la corta historia del naciente siglo XXI una sólida movilización en defensa de la universidad pública y de la educación como derecho fundamental y bien común. A la vanguardia estudiantes de todas partes del país más diverso de América, en el que paradójicamente el gobierno se niega a reconocer a los indígenas (más de 100 pueblos) atacados y asesinados a diario o víctimas del exterminio (nasa, nukak makuk); invalida como sujetos de derechos universales a los campesinos (10 millones) contrariando una decisión de Naciones Unidas o invisibilizando a raizales, afros y palenqueros.

Los estudiantes tienen origen en todos esos lugares, son diversos, viven en barrios marginales, pequeños poblados, ciudades, campos, son indios, blancos, negros, campesinos, proceden en general de sectores populares, de familias humildes, son hijos y hermanos nacidos en la clase por fuera del poder.

Eso los ha convertido rápidamente en una esperanza, ya no solo para reivindicar lo que corresponde a las universidades, si no para jalonar otras transformaciones aplazadas. Son garantía por ser una voz más plural, son tratados como sujetos políticos y lograron sacudirse del estigma de vinculación con las insurgencias usada para invalidar su identidad propia.

Los estudiantes mostraron que tienen agenda propia, pero también voluntad para tejer la unidad con otras agendas con causa común en entender que la violación más grande a los derechos humanos es impedirle a un pueblo realizar su dignidad o negarle su educación. Saben que su lucha es real, pero de corto tiempo para no dejar ir su juventud en rebeldía.

Del paro nacional aprendieron que el gobierno es débil cuando discute porque no sabe hacerlo y comunicativamente su palabra es cerrada, nada sincera en lo que dice y portadora de medias verdades para provocar confusión. No necesitaron grandes estrategias para revelar la realidad oculta de crisis de las universidades, les bastó descorrer el velo de tapadera forjado con cifras maquilladas, indicadores y ventas de todo tipo, para poner al descubierto las goteras y fisuras en los edificios, las carencias para hacer la ciencia, el faltante del 70% de profesorado, cubierto con contratos precarizados y el elevado costo de matrículas que elimina oportunidades.

Le enseñaron al país que el nicho del éxito privado se nutre con el fracaso de lo público, y que la causa no era de calidad medida en sumas, si no de indiferencia de la clase en el poder para desalentar a los jóvenes y vender la idea de que así son las cosas y no se pueden cambiar.

Los jóvenes que edifican la universidad pública, dejan múltiples resignificaciones. Políticamente recuperaron su identidad como actor autónomo, capaz de confrontar civilmente al gobierno que no sabe dialogar si no imponer y lo desafiaron con 60 días de paro nacional, tomas de edificios universitarios, bloqueo de actividades de aula y resistencia a los desmedidos embates policiales.

Organizativamente, fueron de abajo hacia arriba, las asambleas locales deciden y la comisión de representación nacional negocia. La lucha se focalizó en la desfinanciación como eje principal y de ella se desprenden pliegos locales en un modo de acción y relación horizontal de la periferia al centro (su último encuentro preparatorio fue en Florencia, Caquetá, a 500 kilómetros de la capital).

Éticamente en la práctica cultivaron virtudes de solidaridad, amistad, compromiso intra e intergeneracional, defensa de derechos, construcción del dialogo y de una conducta emocional colectiva que recuperó su lugar como parte de las virtudes intelectuales.

Crearon confianza y supieron hablar de justicia y resaltar que la desigualdad incuba todos los males del país y pusieron en evidencia que los gobernantes no son garantía para promover su abolición, si no agentes comprometidos con sostenerla y que por eso les importa más la guerra que la educación, y no les causa pudor saber que un militar cuesta más y aporta menos que un profesor doctor, o un soldado cuesta más que un estudiante o la cacería a un objetivo de alto valor vale a mucho más que todas las prácticas académicas de una universidad entera.

La solvencia ética y sinceridad de los estudiantes, les permitió ser portadores de una carga de motivación que cambio la percepción negativa del paro y la protesta y lo valido como herramienta para evitar la extinción tanto de la universidad pública como institución autónoma (no dependiente de las orientaciones del gobierno) como del derecho mismo a la educación para la clase social excluida, que compone esa diversidad ocultada y olvidada en los territorios.

El cambio de percepción podrá permitirles a los estudiantes si así lo agendan, cobrar políticamente su victoria y hacer girar la movilización hacia una lucha frontal contra el injusto sistema de poder, que con sus anuncios de alzas, impuestos, exoneraciones y desgobierno total le echa más leña al fuego en su contra.

En manos de los estudiantes puede estar la salida hacia una gran transformación (aunque no haya conciencia plena de lo que está ocurriendo). En todo caso tendrán que hacer alianzas y unidad con los demás sectores y movimientos sociales, que de facto están listos para entrar en desobediencia civil ante el acumulado de desaciertos, engaños, reglas injustas y autoritarismo del estado y que fácilmente puede traducirse en una poderosa resistencia civil, contra la injusticia y falta de gobernabilidad y atacar directamente las técnicas de reproducción política hegemónica.

Los estudiantes trasmitieron lo que había que decir y promovieron la universidad pública no de espaldas si no comprometida con la sociedad y dejaron construido el escenario, definidos los conceptos, ganada la experiencia, superado el déficit de credibilidad respecto que es posible ganar cuando se lucha y de que nada es invencible. Solo parece faltar por definir el momento decisivo para empezar a confrontar civilmente y a fondo al poder, con la fuerza de la razón y con la rebeldía del estudiante que contagia la pradera, como ocurrió hace 100 años. Tienen legitimidad para convocar a dar un salto de poder que en todo caso no será al vació.

Fuente: nodal

martes, 15 de enero de 2019

Los niños y la filosofía


Por: Damián Pachón Soto
dpachons@uis.edu.co

José Saramago decía que “la filosofía debería incluirse entre los derechos humanos, y todo el mundo tendría derecho a ella”. Pues bien, este texto invita a incorporar la filosofía en la formación de los niños, lo cual favorece, entre otras cosas, fomentar el pensamiento crítico y cualificar la democracia de un país. 


Nacer es venir al mundo; es caer en el tiempo y en el espacio; es comparecer ante los otros. Por eso, desde los primeros años, esa tabula rasa que es el niño, inicia un proceso de aprendizaje, de formación y de subjetivación, proceso que determinará, en gran parte, su vida futura. En este sentido, el niño es, como se dice, una esponja que absorbe todo: recibe las primeras impresiones del mundo, la estela de los olores que ayudan a fijar la memoria, el lenguaje que constituirá su yo, el sedimento de su experiencia y del sentido del mundo, su identidad personal, su pequeña historia.

Estos primeros años son los peldaños de la vida, que, por paradójico que parezca, inician también su camino hacia la muerte. Nacer es empezar a morir, pues la muerte siempre es una realidad en marcha, subterránea en cada uno de nosotros. Pero mientras tanto, en los primeros años, nuestra vida va en ascenso, cuesta arriba. Y en esta primera parte de la existencia se debe labrar, como escultor que esculpe su estatua. No es un ejercicio que el niño hace sólo, para ello se requiere de paideia, guía, método, camino. Es ahí cuando aparece la familia, en sentido amplio; los adultos, la escuela, los compañeros de jardín, los primeros profesores. Es el rico y necesario proceso de socialización que hará del infante un ciudadano futuro.

Ya desde esta edad se puede empezar a filosofar. Pero para ello es necesario superar las concepciones tradicionales sobre los infantes. Hoy hay un creciente movimiento llamado filosofía para niños, derivado de los intentos pioneros de Matthew Lipman en 1969, quien inició el programa Philosophy for children, donde a partir de novelas, ejercicios, juegos, diversos métodos, exploró la formación filosófica de los niños. Por ejemplo, Lipman pensaba que “los personajes de ficción en la novela filosófica pueden servir como modelos de diferentes formas de conducta razonable para los niños reales que están en la clase”.

En el caso de la filosofía para niños hay que decir que este movimiento ha originado cuestionamientos interesantes, entre ellos, las diferentes concepciones históricas en torno a la infancia, sus diferencias con la adultez; las discusiones en torno a si los niños carecen de razón y tienen exceso de sensaciones como pensaba Platón; si en la infancia el niño no se reconoce frente al mundo como en la teoría del narcisismo infantil de Freud; si son seres maleables a quienes podemos acuñar a nuestro antojo o, en pocas palabras, si son “una versión incompleta o imperfecta de los adultos”. Además de estas necesarias discusiones, lo importante es que hay un consenso desde Lipman de que la filosofía practicada desde la infancia favorece la vida democrática, la convivencia, forja la personalidad, construye la individualiudad, fomenta la autonomía, la tolerancia, depura la capacidad de juzgar, facilita las habilidades comunicacionales, alimenta la imaginación, entrena dialécticamente el pensamiento para la argumentación, aumenta la capacidad conceptual y propicia el pensamiento crítico de los niños.

Lo que debe hacer el adulto es escuchar atentamente al niño, sus ocurrencias, sus preguntas, sus inquietudes. También se pueden hacer ejercicios con ellos, donde a partir de preguntas inocentes, espontáneas, se le puede llevar a reflexionar. Por ejemplo, a un niño parado frente a un espejo se le puede preguntar quién es él, el reflejo. Seguramente dirá “soy yo”. Seguidamente se le puede plantear la pregunta hipotética: “¿si te quitara los tenis que tanto te gustan, tu camiseta, tu peinado, seguirías siendo tú?”. O, que, si fuera más alto, viviera en Japón y fuera hijo de otros padres, “¿seguirías siendo tú?”. Estas preguntas están directamente relacionadas con el problema de la identidad. Desde luego, no se trata de enseñarle teorías, sino de escuchar sus respuestas e incitarlo a reflexionar y a pensar.

Gareth Mathews trae muchos ejemplos en su libro El niño y la filosofía.Aquí uno de ellos: Una niña de nueve años preguntó: “Papá, ¿realmente existe Dios? El padre respondió que no era muy seguro, a lo cual la niña replicó: “Realmente debe existir porque tiene un nombre”. Esta es una reflexión filosófica de la niña, pues tiende a creer que a todo nombre debe corresponder una cosa real, en el mundo, a la cual el nombre corresponde. En filosofía, es el problema del nombre y la referencia, tema tratado exhaustivamente por el filósofo colombiano Freddy Santamaría en su libro Hacer mundos. Pronto se le puede hacer caer en cuenta a la niña, que no todo lo que tiene un nombre tiene referente, pues existen las palabras “infierno” o “cielo”, “ratón Pérez” y nadie los ha visto hasta el momento.   

Desde luego, no se trata de hacer del niño una máquina filosofante, ni de impedirle disfrutar esta época de inocencia y juego, sino de incluir la filosofía en su vida, como parte del proceso de formación. Finalmente, debo decir que, sin ser experto en este tema, esta labor requiere entrenamiento pedagógico, capacidades empáticas, paciencia, audacia, creatividad y, desde luego, conocimientos sobre el desarrollo cognitivo de los niños. Es, también, una invitación a prestarle más atención a lo que los niños preguntan y dicen.

Fuente: El Espectador


lunes, 14 de enero de 2019

ADOLESCENCIAS DE LA FILOSOFÍA


Mauricio Langon*

La filosofía adolece de saber y adolece de querer saber.

Quisiera hacer algunas reflexiones referidas específicamente al filosofar en la adolescencia, en  ese período de cruces en que se pasa de la infancia a la adultez. Lo haré recurriendo a algunos textos breves.

1.     

“León es el autor de una tarjeta postal dirigida a su padre, que Henri Joly nos transmite en La infamcia culpable (París, 1903). Termina con estas palabras: « Mamá me agarró y me encajó una paliza. Yo, indignado, le dije que me tiraría del puente de Austerlitz. Pero no; me enveneno. Te abrazo, tu hijo, León. » Y no olvidó agregar: «Abraza a toda la familia por mí. Adiós. »” 
(Douailler, S.: Le mal de savoir)

El asombro entendido como "esas cosas que no te dejan dormir"  es origen del filosofar. ¡Cómo! ¿en las aulas con adolescentes, tan protegiditas? Capaz que el espanto golpea ahí a los jóvenes mucho más que a nosotros, adultos, seguros en nuestras férreas torres de marfil, quizás sentados dialogando en "comunidad de indagación", o participando en un panel, o escuchándolo. ¿Qué pasa con el mundo alrededor, mientras tanto?
A nosotros es más raro que los impactos del mundo no nos deje dormir. O vivir.
En cambio, un golpe movió a León. Lo movió al suicidio. Pudo moverlo a filosofar.
Quizás matarse fue su filosofar; quizás lo fue escribir.

2.     

¿Hay diferencia -y, si la hay, en qué consiste- entre discutir estos asuntos impactantes con adultos, con niños o con adolescentes? ¿Hasta qué punto son cuestiones filosóficas o políticas, (que podemos discutir entre adultos que sabemos, y que pueden plantear y resolver el problema) y hasta qué punto son cuestiones educativas (casos descafeinados que podríamos ponerle a los muchachos para que aprendan a pensar, a discutir, no para que piensen y discutan; parece que ellos no puden entender bien el problema, que no tienen elementos para resolverlo... y capaz que se nos matan...)
¿Qué relación hay entre permitir que los espantos nos golpeen personalmente, educativamente o políticamente? Y, si quiero que mis clases sean filosóficas, tengo que hacer que golpeen, y que lo hagan de verdad.
Así que, si salen educativas, si permiten aprender algo, será de rebote, porque fueron filosóficas e impactaron en serio, personal y políticamente.
Las clases filosóficas no son nunca sólo simulacros: son ejercicios con armas cargadas.

3.     

La cuestión tiene que ver con los cruces con los conflictos reales que atraviesan en múltiples sentidos toda comunidad real de indagación; el vínculo entre cualquier grupo humano (cualquier “interior”) y la realidad "exterior" que lo atraviesa.
¿Cómo, específicamente, en un aula con adolescentes?
Una pista importante la da un texto de Dussel en que dice (en referencia al mito bíblico de Caín y Abel) que cuando cada muchacho y cada chica nace a la libertad, en la adolescencia, ya está el hermano asesinado, y ya está instalada una sociedad en que está bien matar al hermano, y en que es aceptado y propuesto el fratricidio. Esa  interpretación del "pecado original" permitiría ubicar con precisión la cuestión de la diferencia entre filosofar con jóvenes y filosofar con niños, también entre pedagogía y otra cosa que algunos llaman andragogía: la diferencia está en el nacimiento a la libertad, en la posibilidad de participación en la “polis”; en la posibilidad de acción; en la necesidad de asumir resposabilidades.
Antes de eso, tal vez, filosofar, debatir, pueda ser un ejercicio inofensivo, un simulacro, un juego. Tal vez.
En la adolescencia, filosofar se hace cosa de vida o muerte, de sentido de la vida, de inserción en el complejo proceso de cambio del mundo. Y si es así, entonces, en el momento en que la educación filosófica toca a los jóvenes, lo hace en el cruce de la comunidad educativa con la comunidad política. Eso transforma al aula en una muy peligrosa y asombrosa y filosófica encrucijada.

4.         

Dice San Pablo: "El amor nunca pasará. Algún día, las profecías ya no tendrán razón de ser, ni se hablará más en lenguas, ni se necesitará más el conocimiento. Pues conocemos algo, no todo, y tampoco los profetas dicen todo. Pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño hablaba como niño, pensaba y razonaba como niño; pero cuando fui hombre, dejé atrás las cosas de niño" (I Corintios, 13,8 -13).
A lo mejor de eso se trata al filosofar con jóvenes, de dejar los juegos de niños.
Ese texto paulino culmina el famoso himno al amor. Establece una jerarquía en que el amor aparece por encima de toda sabiduría, de todo conocimiento y acción, de la fe y de la esperanza. Se habla, piensa y razona “como niño” cuando aún no se (re)conoce la supremacía absoluta del amor, mientras se sigue necesitando fe y esperanza.
Quizás se podría plantear nuestro problema filosófico en términos de gente que quiere amor en un mundo que quiere otra cosa. En el fondo, quizás es el mismo problema de Pablo de forjar un hombre nuevo. Pero después de pasar por una experiencia histórica que muestra las limitaciones de la fe (de las convicciones) y la impotencia relativa del amor (en cuya base está, sin embargo, la potencia: su capacidad de engendrar), mantenidos ambos -fe y amor- por una esperanza; cansada pero insistente.
El problema sigue siendo el mismo de San Pablo: seguir actuando por fe, amor y esperanza, aun sospechando que ser martys (testigo) del amor te lleva a ser mártir.
“Entonces no seremos ya niños a los que mueve cualquier oleaje o cualquier viento de doctrina, y a quienes los hombres astutos pueden engañar para arrastrarlos al error” (Efesios, 4, 14), espera Pablo. Dejar de ser niños es dejar de ser barcas al garete arrastradas por cualquier oleaje; es pasar a ser capaces de fijar su propia ruta y capear temporales y evitar astutos engaños.
Es el punto de la educación filosófica en un momento de transición.

5.     

Cállicles le escupió a la cara a Sócrates:
 “Es bueno conocer filosofía en la medida en que sirve a la educación, y no es vergozoso filosofar cuando se es joven. Pero el hombre maduro que sigue filosofando hace una cosa ridícula, Sócrates, y los hombres que se dedican a filosofar se me hacen como esos hombres que balbucean y juegan como niños. Cuando veo un niño que balbucea y juega, es algo propio de su edad, me encanta, lo encuentro gracioso, muy conveniente a la infancia de un hombre libre; mientras que si oigo a un niño expresarse con precisión, eso me entristece, lastima mi oído y me parece tener algo de servil. Un hombre hecho y derecho que balbucea y que juega es ridículo; no es un hombre, dan ganas de azotarlo. Es precisamente lo que siento respecto a los filósofos.  En un joven me gusta mucho la filosofía; ella está en su lugar y denota una naturaleza de hombre libre: el joven que no se dedica a ella me parece un alma inferior, incapaz de proponerse una acción bella o generosa. Pero, Sócrates, un hombre de edad que sigue filosofando sin parar, merece ser azotado.[1]
Vamos, ¿no te da vergüenza ocuparte todavía de filosofía? Esas cosas son un jueguito para que se diviertan los niños, pero las personas adultas se dedican a cosas serias. A la guerra, por ejemplo. O a la política, que es su continuación o su antecedente. El planteo socrático no fastidiaría, no merecería ser perseguido y muerto, mientras fuera puramente un juego de niños, mientras charlara con jovencitos ociosos, mientras fuera un mero ejercicio retórico, una pura di-versión separada (o que hiciera abstracción) de la realidad político-social y de los efectos que en ella pudiera tener. El diálogo socrático no sería un enemigo peligroso mientras se mantuviera al margen de las cosas serias, de las “cosas de hombres”. Mientras no se desubicara y nos descolocara.
Pero el filósofo es un desubicado y le encanta descolocar. La reivindicación socrática es no hacer sólo “filosofía para niños”, filosofía como instrumento de la educación, sino seguir preguntando, cuestionando, criticando, aún de viejo, aun muriendo.
Y sembrando siempre y hasta lo último el virus crítico, también en quienes están en condiciones de asumir responsabilidades políticas, en quienes pueden realizar acciones que afectan la vida de la “polis”, en quienes la pueden efectivamente cambiar.
Con el peligro de muerte que implica. La muerte de Sócrates no difiere mayormente de la de León...

6.     

He aquí la gran dificultad del filosofar con adolescentes: en pasar de la teoría a la práctica, a las decisiones, a la responsabilidad; en pasar de la niñez a la adultez. También de las tutorías a la libertad.
Pero, en realidad, Mat Lipman es tanto o más peligroso en el mismo sentido: vio muy clarito que difícilmente pueden salir adultos capaces de asombro, cuestionadores, democráticos, filosóficos, insatisfechos, buscadores, de niños acostumbrados a no preguntar y a acatar la autoridad ("-¿Por qué?" -"Porque sí; porque yo digo. Si seguís preguntando te la ligás". Y si te la ligás, quizás te matás).
De modo que ciertos "juegos de niños" (esa locura de intentar filosofar con niños) son "simulacros" muy serios; y el filosofar, una actitud que se va desarrollando durante toda la vida y sigue creciendo.
Claro que también crece la cicuta.
MLC 24 de julio de 2005



* Comunicación a las I Jornadas Internacionales de Fiolosofía, “Infancias en la filosofía: experimentar el pensar; pensar la experiencia”. Buenos Aires, Novedades Educativas, 22-23 de julio de 2005.
[1] Platón: Gorgias, 485 a-d; versión propia.

domingo, 13 de enero de 2019

Colombia: Pregonar la democracia y ejercer el fascismo


Por: Manuel Humberto Restrepo Domínguez

La democracia en América, la de norte y la del sur, ya no se parece a la que en 1835 Tocqueville reconoció diciendo que nada lo había sorprendido más que la igualdad de condiciones y su influencia prodigiosa sobre la marcha de la sociedad y de su revolución democrática. No es la época de reyes que se arruinan en las grandes empresas, sino de potentados que saquean al Estado, no es la de nobles que se agotan en las guerras privadas, si no de élites que se lucran de guerras de beneficio privado adelantadas con recursos públicos. No es la época de labriegos que se enriquecen con el comercio, sino que son despojados por este y el negocio legal/ilegal es la fuente que nutre la barbarie y alienta a los poderosos y, los financieros ya son un poder político al que se desprecia y adula al mismo tiempo.
Colombia hace la síntesis de todo eso y refleja que la mejor forma de decir ya no es hacer, como decía Martí, si no imponer una mentira y sacarla adelante. La relación USA-Colombia no puede leerse como de equilibrio o amistad recíproca, si no como una fórmula de sumisión de élites que tienen muy claro que con el gobierno de USA se configura la agenda del poder local y eso no lo discuten. Así ha ocurrido en gobiernos civiles o militares y así será en el 2019, según la agenda del presidente: reinventar la guerra interna, destruir y reconstruir a Venezuela y hacer de cada bien público un mal negocio.

Es una dinámica de líneas paralelas. Por la línea interna, empuja el proceso de paz hacia una renegociación judicial, que doblegue el acuerdo político y lo sustituya paulatinamente, a la par que busca una excusa creíble que otra vez convierta a la guerra en fuente de inspiración y legitimación. El gobierno está urgido por terminar de crear al enemigo interno, para decretarlo y justificar la violencia que lo reafirme en el poder.

Por la línea externa, se esmera en demostrar que es el aliado perfecto de USA para liderar el complot contra el gobierno hermano y mantener viva la esperanza de concretar una invasión militar, antes que las olas migratorios pierdan su entusiasmo aquí y allá y entiendan que después de la guerra unos se quedarán con las riquezas, otros con el poder y ellos se quedarán con nuevos horrores y con sus propios muertos pero sin tierra para enterrarlos.

Ni teórica ni empíricamente, puede decirse que Colombia avance en democracia, aunque se pregone o se intente exportar como modelo y referencia de otros. Se sigue matando como en el peor momento de barbarie y se trata a la ciudadanía como subalterna y delincuente, conforme a su lugar en el estrato, usado para marcar a las víctimas e identificar con mayor precisión a los poderosos que pueden gozar de impunidad y privilegios.

El gobierno da muestras de tener angustia por su propio futuro, no por el del país, porque se le pasa el tiempo y no logra consolidar un mecanismo de escape, que le permita desencadenar su doble propósito de poder basado en la violencia. Del lado interno requiere al enemigo decretado para desplegar su fuerza y tratar de conjurar la presión social que ejercen amplias mayorías inconformes y ahogadas en impuestos impagables, precariedad y deficiencias en todos los sistemas sociales, mientras la injusticia crece entre impunidad y corrupción y; del lado externo requiere justificar conexiones con ese enemigo interno, que valide su retórica y facilite posibles ataques al territorio vecino con servilismo e intenciones coloniales para que américa sea toda de los americanos liderados por Trump y sus seguidores Bolsonaro, Duque, Macri y Lenin.

Adentro de las fronteras la depredación humana, anuncia que hay fascismo, aunque se pregone democracia, si se toma como base la secuencia de asesinatos selectivos, cuya rudeza ya supera al enero de 2018, que con 28 líderes sociales asesinados, valió para que el alto comisionado de derechos humanos en Colombia (Zeid Ra’ad) calificara la situación de alarmante por el elevado número de activistas y defensores de derechos humanos asesinados.

2019 en solo 6 días supera la tendencia del destino sangriento, que en fascismo serían simples crímenes o neutralizaciones, a la usanza de los falsos positivos, pero que si es en democracia, hacen responsable directo al presidente de la república, por tratarse de personas especialmente protegidas (líderes y defensores/as) y que por no ser fortuitas si no sistemáticas consecuencias de una violencia criminal (ya no atribuibles a la insurgencia), el gobierno se ve obligado a mirar hacia el único actor que no ha cambiado su posición: las elites y junto a ellas militares y terceros, actuando en connivencia o aquiescencia con el Estado.

El gobierno, ofreció democracia, pero entrega fascismo, según su actuar ajeno a las demandas del país, con nulo interés por desmontar internamente las empresas criminales, con negativa a llevar a juicio a los responsables de delitos de lesa humanidad, incrustados en batallones, brigadas y despachos, y sin ataques al modus operandi de sicarios que ejecutan, paramilitares que ordenan y militares y terceros que planean. Tampoco le interesa eliminar de la doctrina castrense la creencia en que “todo individuo descontento o inconforme es un enemigo en potencia”. Es decir no le asiste interés democrático por centrarse en un marco de tolerancia cero ante el ataque a líderes o defensores de derechos, ni tiene interés en superar situaciones graves como el estado de cosas inconstitucional del desplazamiento forzado (encubierto con migración) o; defender, reconocer y proteger a las víctimas del conflicto armado o; fortalecer las estructuras de la Justicia Especial de Paz y buscar la verdad o; garantizar la devolución de tierras despojadas o; simplemente impedir que agentes del estado o que actúen a instigación suya o con su consentimiento o aquiescencia mantengan su patente de corso para cometer los actos atroces que cometen contra la población civil negando las normas de coexistencia humana. El presidente capitanea el barco colonial hacia el país vecino y el suyo naufraga.


sábado, 12 de enero de 2019

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Colombia: ¿Por qué se dispararon los suicidios de jóvenes indígenas en Antioquia?


Niños indígenas se están suicidando en Antioquia

Cifra de suicidios de jóvenes indígenas en Antioquia va en aumento. Al año seis jóvenes indígenas toman la decisión de quitarse la vida, según reportes de la Organización Indígena de Antioquia, OIA.

De acuerdo con las cifras, los casos se presentan especialmente en edades entre los 12 y los 18 años de edad.

El más reciente caso entre las comunidades ancestrales fue el suicidio de Yacira Domicó Domicó, de 12 años, perteneciente a la comunidad Embera en Antioquia.

¿Por qué se están suicidando los jóvenes?

Leonardo Domicó, presidente de la OIA, señaló que si bien no hay un estudio que explique este lamentable fenómeno, han determinado que los suicidios de estos jóvenes estarían relacionados con maltratos, problemas de gobernabilidad y falta de oportunidades.

“Se habla de un problema de violencia intrafamiliar, un problema de orden de gobernabilidad y espiritual, pero en el fondo, la falta de oportunidades para los jóvenes y la falta de seguimiento interviene en esta problemática”.


Las autoridades indígenas piden a la Gobernación de Antioquia y entidades de salud que hagan un estudio para establecer las razones del problema y desarrollar campañas que eviten que continúe.

Extraño caso de suicidio

La comunidad indígena Arkúa en Turbo está consternada por el suicidio de la menor  de 12 años Yacira Domicó Domicó.

Según el reporte de las autoridades, la hija de Leonardo Domicó, alguacil mayor de la comunidad Embera, se ahorcó en su propia casa cuando la dejaron sola una tarde.

La niña indígena ya había intentado suicidarse en otras oportunidades por sus extraños y agresivos comportamientos. Para los líderes del cabildo, la menor actuaba de esa manera porque tenía “malos espíritus” desde hace mucho, pero había sido difícil espantarlos.




Sin embargo, la secretaria de Inclusión Social de Turbo, Yolanda Castro, sostuvo que para la Administración, la niña indígena tenía trastornos psicológicos que se pudieron atender, pero la comunidad no dio reporte de esto hasta conocerse su muerte.

Las autoridades locales adelantan una investigación para precisar las circunstancias de lo ocurrido, pero se ha dificultado por las mismas leyes indígenas.

Fuente: La FM