Por: Manuel Humberto
Restrepo Domínguez
2018 le deja a la corta historia
del naciente siglo XXI una sólida movilización en defensa de la universidad
pública y de la educación como derecho fundamental y bien común. A la
vanguardia estudiantes de todas partes del país más diverso de América, en el
que paradójicamente el gobierno se niega a reconocer a los indígenas (más de
100 pueblos) atacados y asesinados a diario o víctimas del exterminio (nasa,
nukak makuk); invalida como sujetos de derechos universales a los campesinos
(10 millones) contrariando una decisión de Naciones Unidas o invisibilizando a
raizales, afros y palenqueros.
Los estudiantes tienen origen en
todos esos lugares, son diversos, viven en barrios marginales, pequeños
poblados, ciudades, campos, son indios, blancos, negros, campesinos, proceden
en general de sectores populares, de familias humildes, son hijos y hermanos
nacidos en la clase por fuera del poder.
Eso los ha convertido rápidamente
en una esperanza, ya no solo para reivindicar lo que corresponde a las
universidades, si no para jalonar otras transformaciones aplazadas. Son
garantía por ser una voz más plural, son tratados como sujetos políticos y
lograron sacudirse del estigma de vinculación con las insurgencias usada para
invalidar su identidad propia.
Los estudiantes mostraron que
tienen agenda propia, pero también voluntad para tejer la unidad con otras
agendas con causa común en entender que la violación más grande a los derechos
humanos es impedirle a un pueblo realizar su dignidad o negarle su educación.
Saben que su lucha es real, pero de corto tiempo para no dejar ir su juventud
en rebeldía.
Del paro nacional aprendieron que
el gobierno es débil cuando discute porque no sabe hacerlo y comunicativamente
su palabra es cerrada, nada sincera en lo que dice y portadora de medias
verdades para provocar confusión. No necesitaron grandes estrategias para
revelar la realidad oculta de crisis de las universidades, les bastó descorrer
el velo de tapadera forjado con cifras maquilladas, indicadores y ventas de
todo tipo, para poner al descubierto las goteras y fisuras en los edificios,
las carencias para hacer la ciencia, el faltante del 70% de profesorado,
cubierto con contratos precarizados y el elevado costo de matrículas que
elimina oportunidades.
Le enseñaron al país que el nicho
del éxito privado se nutre con el fracaso de lo público, y que la causa no era
de calidad medida en sumas, si no de indiferencia de la clase en el poder para
desalentar a los jóvenes y vender la idea de que así son las cosas y no se
pueden cambiar.
Los jóvenes que edifican la
universidad pública, dejan múltiples resignificaciones. Políticamente
recuperaron su identidad como actor autónomo, capaz de confrontar civilmente al
gobierno que no sabe dialogar si no imponer y lo desafiaron con 60 días de paro
nacional, tomas de edificios universitarios, bloqueo de actividades de aula y resistencia
a los desmedidos embates policiales.
Organizativamente, fueron de
abajo hacia arriba, las asambleas locales deciden y la comisión de
representación nacional negocia. La lucha se focalizó en la desfinanciación
como eje principal y de ella se desprenden pliegos locales en un modo de acción
y relación horizontal de la periferia al centro (su último encuentro
preparatorio fue en Florencia, Caquetá, a 500 kilómetros de la capital).
Éticamente en la práctica
cultivaron virtudes de solidaridad, amistad, compromiso intra e
intergeneracional, defensa de derechos, construcción del dialogo y de una
conducta emocional colectiva que recuperó su lugar como parte de las virtudes
intelectuales.
Crearon confianza y supieron
hablar de justicia y resaltar que la desigualdad incuba todos los males del
país y pusieron en evidencia que los gobernantes no son garantía para promover
su abolición, si no agentes comprometidos con sostenerla y que por eso les
importa más la guerra que la educación, y no les causa pudor saber que un
militar cuesta más y aporta menos que un profesor doctor, o un soldado cuesta
más que un estudiante o la cacería a un objetivo de alto valor vale a mucho más
que todas las prácticas académicas de una universidad entera.
La solvencia ética y sinceridad
de los estudiantes, les permitió ser portadores de una carga de motivación que
cambio la percepción negativa del paro y la protesta y lo valido como
herramienta para evitar la extinción tanto de la universidad pública como
institución autónoma (no dependiente de las orientaciones del gobierno) como
del derecho mismo a la educación para la clase social excluida, que compone esa
diversidad ocultada y olvidada en los territorios.
El cambio de percepción podrá
permitirles a los estudiantes si así lo agendan, cobrar políticamente su
victoria y hacer girar la movilización hacia una lucha frontal contra el
injusto sistema de poder, que con sus anuncios de alzas, impuestos,
exoneraciones y desgobierno total le echa más leña al fuego en su contra.
En manos de los estudiantes puede
estar la salida hacia una gran transformación (aunque no haya conciencia plena
de lo que está ocurriendo). En todo caso tendrán que hacer alianzas y unidad
con los demás sectores y movimientos sociales, que de facto están listos para entrar
en desobediencia civil ante el acumulado de desaciertos, engaños, reglas
injustas y autoritarismo del estado y que fácilmente puede traducirse en una
poderosa resistencia civil, contra la injusticia y falta de gobernabilidad y
atacar directamente las técnicas de reproducción política hegemónica.
Los estudiantes trasmitieron lo
que había que decir y promovieron la universidad pública no de espaldas si no
comprometida con la sociedad y dejaron construido el escenario, definidos los
conceptos, ganada la experiencia, superado el déficit de credibilidad respecto
que es posible ganar cuando se lucha y de que nada es invencible. Solo parece
faltar por definir el momento decisivo para empezar a confrontar civilmente y a
fondo al poder, con la fuerza de la razón y con la rebeldía del estudiante que
contagia la pradera, como ocurrió hace 100 años. Tienen legitimidad para
convocar a dar un salto de poder que en todo caso no será al vació.
Fuente: nodal
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