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lunes, 3 de diciembre de 2012

Pronto 1er número de la Revista de Filosofía Nuestramericana


Con gran alegría presentamos la cubierta del primer número de la Revista de Filosofía Nuestramericana: "Posibilidad, Crítica y Reflexión", que será publicada prontamente en hermandad con la Academia Libre y Popular Latinoamericana de Humanidades, el Obervatorio Filosófico de Morelos y la Organización Juvenil Utopía.

sábado, 17 de noviembre de 2012

La Universidad en las brumas del Capitalismo Cognitivo

 Carlos Enrique Restrepo
Profesor de Filosofía de la Universidad de Antioquia

La imposición de una política universitaria en Colombia, cuyo proceso hemos visto consolidarse a fuerza de reelecciones, no deja elección. Los universitarios quedamos inexorablemente atados a un destino que los poderes del “mundo suprasensible” ciernen sobre nosotros como una rueda de Ixión, subyugados a esta especie de curso implacable bajo el cual se disuelven todas las voluntades y sucumben los intereses primarios que otrora se consideraban fundantes de la idea de Universidad. Acompasado por una indeclinable estrategia de reestructuración legislativa y reglamentaria, y por el dispositivo higiénico de un sitio policial encargado de acallar el más pequeño “brote” de discrepancia, el proceso ha iniciado una nueva fase. Ante nuestros propios ojos vamos viendo levantarse al fin el esperpento todavía difuso de una nueva “universidad” que ha desnaturalizado el concepto, la práctica y el sentido de los saberes al condicionar el desarrollo académico, tecnológico y científico a fines de lucro, sometiéndolos concomitantemente a los cada vez más abigarrados dispositivos de gestión y estandarización. 

 El cliché de la denominada “universidad de investigación” es el que más fácilmente permite delinear esta mutación profunda, en la que un ente en esencia distinto ha sustituido a la vieja Universidad. Se lo reconocerá, sin embargo, aunque en contornos imprecisos, dondequiera que una neolengua (la de la econometría, la cienciometría, la bibliometría) y un medio de competencia como el de la financiación por proyectos, con su respectivo sistema de premios e incentivos, prefigure la conformación de verdaderas élites pseudocientíficas ordenadas a la triple función de investigación-transferencia-innovación, para las que el valor (contante y sonante) de los conocimientos sólo estriba en su articulación con el “sector productivo”. Los intereses del “modelo”, como lo llaman sus agentes, son pues extracognitivos. Tal es el resultado de la disolución del vínculo entre Universidad y Sociedad, toda vez que lo ha desplazado la reputada triangulación Universidad-Empresa-Estado.

Las consecuencias del “modelo” son, en cambio, perceptibles de manera inmediata: quedan en entredicho valores como el de la imparcialidad académica y científica; los sustituye una interminable cadena de mediación burocrática por los fondos y las clasificaciones; se segregan los saberes no rentables dejándolos subsistir en condiciones infamantes; se promueve, en suma, un darwinismo universitario cuyo mecanismo es la selección natural, análogo a los dinamismos de competencia que rigen los intercambios en la sociedad del libre mercado.

El Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación COLCIENCIAS, sus análogos regionales (CONICYT-Chile, CONICET-Argentina, CNPq-Brasil, CONACYT-México, etc.), así como los Sistemas de Investigación Universitarios y sus respectivos centros administrativos son los agentes que sustentan esta imposición eminentemente política. Ellos integran y garantizan ecuménicamente esta nueva episteme, que ha pervertido a la Universidad desde sus cimientos, instalando en ella el artificio de un nuevo juego que, al propagarse entre los estamentos, enturbia el sentido del trabajo universitario, desagrega las causas colectivas y desvía el interés primero por las demandas sociales a las que décadas atrás se debía incondicionalmente la Universidad, así fuese en la forma de proyecto. Entre tanto, el orden del discurso se ha convertido en discurso del orden, que como disposición normativa rige la sacralización de los saberes mediante la gestión de la producción científica, a la vez que impide, condena y margina tanto los discursos críticos como las enunciaciones de las minorías.

Ciertamente, hay una parte del conocimiento a la que le va de suyo producir bienes materiales y servicios, siendo por tanto “productivo” y “rentable” en términos económicos. Hay  otra parte que también produce, pero a su manera, y que rinde a su manera ―ya no en los términos de la economía―, caso de la filosofía, la teología, el arte, la literatura, las ciencias sociales y humanas, saberes que están en condiciones reales de mayor autonomía al salvaguardar el hecho de darse a sí mismos su norma, lo cual debería ser el “principio de los principios” para todos los saberes congregados en lo que todavía queda del antiguo recinto de la Universidad. Esta parte del conocimiento, el conocimiento espiritual, social y humano, experimenta necesariamente su desajuste cuando se lo pone a competir en los estándares del “modelo” y cuando se lo valora con patrones (y con patronos) que le son constitutivamente foráneos. Pero, en su afán por preservarse en las condiciones que le imponen los tiempos siempre modernos, incluso dichos saberes han caído en la trivialidad de querer mostrar, a costa de sí mismos, que son igual de rentables, terminando por engranarse de manera también esperpéntica a un sistema que les es antagónico y contrario por naturaleza.

En las brumas de semejante condición, la de un capitalismo cognitivo que toca así su entrada triunfal, la pregunta es inminente: ¿Dónde queda la responsabilidad social, humana, ética y política de los saberes? ¿Dónde quedan la Universidad y sus genuinas dimensiones de sentido en el trajín cotidiano de ese marasmo de sinsentido tan característico de lo que hacemos? Si bien la nación colombiana se sobrevive como nación fracasada, de lo que dan prueba la inequidad, la violencia, la mendacidad institucional, la decadencia general del orden político, ¿tendremos que decir lo mismo de la Universidad: que ha fracasado y sigue fracasando, a medida que se aleja más de tareas históricas como la de la integración social, la integración cultural y la integración regional en el contexto de la realidad latinoamericana?[1] Lo cierto, al menos, es que la utopía se vuelve disonante para los ritmos que impone la machacona regularidad del capital.

Pero dondequiera que haya imposiciones habrá siempre resistencias. En el caso de la Universidad, éstas pasan por flujos de discursividades que reactivan el antiguo “conflicto de las facultades”. El “modelo” hegemónico de la investigación tendrá que ser, por tanto, necesariamente desmentido y combatido por ciertos saberes, en un frente de oposición que habrá de intensificarse a medida que las políticas actuales alcancen su culminación. Aunque, en sentido estricto, si las preguntas que formulábamos resonaran debidamente, tendría que ser una exigencia unánime de académicos, intelectuales, artistas y científicos la de mantener a resguardo una dimensión más originaria, la de la producción de saber, por fuera de un “modelo de investigación” del que el conocimiento nunca tuvo necesidad, pero que ahora vemos conformado y erigido en tribunal a expensas del trabajo de los universitarios, a los que pretende regir advenedizamente como su instancia última de validación y legitimación.

Como lo advertía Marx, quien una vez más resulta reivindicado históricamente a despecho de muchos, el desarrollo industrial y tecnológico se produce en un movimiento de apropiación progresiva del trabajo vivo por el capital. Esta apropiación presupone “un desarrollo determinado de las fuerzas productivas, y entre tales fuerzas, también la ciencia”[2]. La imposición política de un nuevo modelo de “universidad” es relativa a una fase del capitalismo que “demuestra hasta qué punto el conocimiento social general se ha convertido en fuerza productiva inmediata, y hasta qué punto las condiciones del proceso de la vida social misma han entrado bajo los controles del General Intellect (Intelecto General)”[3]. De este modo, las condiciones de una nueva lucha, que hoy se prefigura de proporciones planetarias, están dadas: o la Universidad sucumbe entregada por sus funcionarios de turno al juego de una mercantilización de la producción de saber, siempre más originaria de lo que pretenden una “investigación” y una politiquería siervas de la economía mundial; o bien, recobra esta dimensión, y con ella sus muchos horizontes de sentido (y de paso su honestidad), en función de la reapropiación social del conocimiento como patrimonio inmaterial colectivo.

Coda
Bajo la creciente economización de la vida “democrática”, ningún flujo escapa al registro y sobre-determinación económica, ya sea un flujo de petróleo… o de palabras. La cuantificación monetaria sustituye la valoración de los nuevos valores, reduciendo “el valor del valor” a una pura y dura monetarización. Es notable, por ejemplo, como las ataduras del “Tratado de Libre Comercio” ponen en la picota los ya escasos márgenes de libertad enunciativa, de tal manera que no sólo es controvertible o condenable políticamente un enunciado, sino judicializable en nombre de un retrógrado derecho de autor (para el caso, la Segunda Ley Lleras), que la “investigación” refuerza con el registro de patentes, degradando la producción intelectual a su equivalencia general monetaria. Se impone entonces una ley del silencio económica sobre las posibles enunciaciones, al punto que cualquier enunciado deberá pasar por el tribunal de los “derechos” para constatar su autenticidad, pero seguramente también su pertinencia. Si la potencia enunciativa de las redes modulaban los nuevos agenciamientos colectivos, los “derechos de autor” moldean las enunciaciones reduciéndolas a un puro y simple juego de posibles… ¡económicos!

* En principio, este texto pretendía ser un constructo colectivo, que alcanzara a componer un “Manifiesto por la Libertad de Investigación”. En vista de que, como dice Carlos Arturo Gamboa (Universidad del Tolima), los intelectuales en Colombia están hoy “demasiado ocupados escaneando sus diplomas”, la iniciativa del manifiesto fue desafortunada. He recogido, sin embargo, los aportes que a tal efecto me allegaron profesores e investigadores como Luz Gloria Cárdenas (Instituto de Filosofía, U. de A.), Mario Elkin Ramírez (Departamento de Psicoanálisis, U. de A.), Pablo Emilio Angarita (Facultad de Derecho, U. de A), Jaime Rafael Nieto (Departamento de Sociología, U. de A), Germán Vargas Guillén (Universidad Pedagógica Nacional) y Ernesto Hernández (Investigador independiente), a quienes expreso mi reconocimiento y gratitud.
[1] Cf., Boletín La Palabra, No. 47. Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia, Febrero de 2012, pp. 1-2. Disponible en: http://asoprudea.udea.edu.co
[2] Marx, Karl. “Fragmento sobre las máquinas”. En: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, Vol. 2. Trad. Pedro Scaron. México: Siglo XXI, 1972, pp. 216-230.
[3]Ibíd., p. 230. Cf. Virno, Paolo. “General Intellect”. En: Lessico Postfordista. Feltrinelli, 2001. Versión en inglés disponible en: http://www.generation-online.org/p/fpvirno10.htm
 
 
 

martes, 6 de noviembre de 2012

Carta de Noam Chomsky al presidente Juan Manuel Santos

Original:

 

Traducción: 

 
Agosto 08 de 2012

Presidente Juan Manuel Santos Calderón
Casa de Nariño
Carrera 8 # 7-26
Bogotá, Colombia
Estimado Presidente Santos,

Me dirijo a usted por una preocupación general, que comparto con muchos otros, sobre los planes de operaciones mineras a gran escala, que, al parecer, suponen una grave amenaza para el delicado ecosistema del Macizo Colombiano. Pero escribo también por razones personales, que espero sean apropiadas para llamar su atención.

He visitado Colombia varias veces, algunas para conferencias en universidades y comunidades (y un doctorado honoris causa en la Universidad Nacional de Colombia). La mayoría de las visitas, sin embargo, fueron junto a grupos internacionales de derechos humanos y activistas de derechos humanos. Mi primera visita fue en una misión de Amnistía Internacional, en la apertura de una campaña mundial para la protección de los defensores de los derechos humanos. En esta y en posteriores ocasiones las visitas fueron principalmente para investigar, junto con los defensores de los derechos humanos, los abusos que sufren los campesinos, afrocolombianos y las comunidades indígenas, principalmente en La Vega, en el Departamento del Cauca, al igual que en otros lugares.

Hace algunos años, mi esposa murió. Poco tiempo después, los habitantes de Santa Rita en La Vega decidieron dedicar un bosque a su memoria, en la montaña que está ubicada en la parte alta de su pueblo. Fui a la ceremonia con amigos, y con la cortés e invaluable ayuda de la Defensoría. Participar en la inauguración de “El Bosque Carol Chomsky”, fue una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Esto forma parte de un proyecto bien diseñado por los líderes de Santa Rita y cuidadosamente explicado en una reunión pública, para el desarrollo y la protección de los recursos hídricos y la riqueza del medio ambiente en general,  los que seguramente serán gravemente perjudicados o destruidos por las operaciones mineras.

No necesito especificar sobre la importancia de preservar estos valiosos recursos, no sólo para las comunidades locales, sino también fuera de sus fronteras.  Si bien para usted mi interés es principalmente de carácter personal, las iniciativas amables y compasivas de los habitantes del pueblo de Santa Rita deben ser altamente significativas para estimular la participación internacional en los esfuerzos cruciales necesarios para proteger los territorios amazónicos y las regiones circundantes, que no tienen paralelo por su extraordinaria biodiversidad y su importancia para el medio ambiente global.

Espero que sea posible tomar medidas para asegurar que estos esfuerzos locales sean un éxito y salvaguarden estos tesoros incomparables para Colombia y para el mundo.

Atentamente,
Noam Chomsky


 Fuente y traducción del texto: Proceso Campesino y Popular de La Vega Cauca

domingo, 28 de octubre de 2012

La destrucción de la universidad


Compartimos con todos ustedes este texto del Prof. Carlos Enrique Restrepo. Conferencia pronunciada en el Seminario: “Generación y corrupción de la Universidad”, el 29 de agosto de 2012, organizado por la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia (Asoprudea). La publicación del texto se hace con el consentimiento expreso de su autor y agradecemos, por petición del mismo, no ponerla en Facebook.
 
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LA DESTRUCCIÓN DE LA UNIVERSIDAD

Autonomía y éxodo del conocimiento hacia la universidad nómada


A Alberto González Mascarozf, entre las ruinas, esta expresión de solidaridad.


La empresa de sometimiento y control creciente que se extiende hoy sobre todos los órdenes de la vida, sostenida por los agenciamientos incalculables de expropiación, emplazamiento y usura de todas las fuerzas vivas, hace cada vez más apremiante lo que podría llamarse una filosofía política de la Universidad.

Un campo semejante tendría la función de servir de laboratorio para el trazado de las operaciones estratégicas que demanda la salvaguarda del conocimiento, en tiempos en los que éste va siendo confiscado al servicio de los múltiples poderes orquestados bajo la integración del capitalismo mundial, los cuales han insertado el trabajo del pensamiento en un sinfín de relaciones productivas que implican una desnaturalización del concepto, la práctica y el sentido de los saberes al condicionar su desarrollo a patrones finalísticos, y al someterlos a los dispositivos de gestión, medición, evaluación y estandarización que constituyen los modelos hoy en día imperantes de lo que se acepta sin cuestionamiento alguno bajo la categoría de “investigación”.

Dicho de otra manera, las relaciones de poder-saber propias de la contemporaneidad han ocupado por completo y transformado consecuentemente el espacio de la Universidad. Al hacerlo, han amalgamado en ella un núcleo multidireccional de complejas luchas, en medio de las cuales la antigua institución universitaria ha sido recodificada bajo los rigores de una nueva axiomática no siempre clara, sino más bien imperceptible y difusa, como lo son de hecho todas las operaciones que tienen lugar en el “teatro de los procedimientos” a los que juegan ecuménicamente las agencias y los agentes de los ordenamientos economico-políticos en la actualidad.

La instalación de una cada vez más endurecida burocracia académica, con sus correspondientes andamiajes normativos y sus interminables mediaciones reglamentarias, son los signos inconfundibles de los progresos a los que ha llegado esta transformación. Ésta alcanza, sin duda, a ser propiamente ejercida a la manera de una destrucción de la Universidad canónica que se ordenaba por dos condiciones fundamentales, hoy en día inexistentes: una soberanía incondicional y excepcional respecto a los poderes (el Papa, el emperador, el rey); y el consecuente carácter libre de la investigación (in vestigium ire).

Como nos lo recuerda el filósofo Michel Henry, una huella de la primera condición se observa todavía en el principio según el cual las autoridades de policía y de justicia no tienen el derecho (aunque lo hagan por la violencia de hecho) a penetrar los campus universitarios, salvo en caso de recibir invitación de un decano o rector con ocasiones protocolarias, que de suyo implican suspender la intelligenzia militar o policial ; la segunda condición se refleja en la autonomía inherente a los cuerpos académicos de dirimir los litigios que pueda suscitar el cultivo de los saberes, de darse colegiadamente su propia norma, y de mantener una distribución ordenada y parcial de los conocimientos en institutos y facultades.

En rigor, ninguno de estos principios estructurales sobrevive en la actualidad. En ello, más que una modificación apenas exterior, es facil advertir que propiamente ha sido destruida la idea y la esencia misma de la antigua universitas, formada bajo este nombre desde finales del siglo XII y definida en tiempos de Alfonso X por la voluntad de maestros y escolares de cultivar los saberes (Siete partidas, Partida II, tít. XXXI) . Esta destrucción, empero, tiene que ver mucho más que con el hecho de que la Universidad contemporánea haya perdido su soberanía y su libertad, al ser ocupada por intereses extracognitivos. Lo que queda de este modo destruido es también su necesaria copertenencia con la humanitas, habida cuenta del fracaso del proyecto humanista ilustrado que justamente ha tornado imposible cualquier idea de “humanidad”. La destrucción de la Universidad es, en esa medida, una característica más de una contemporaneidad que podría decirse situada en el horizonte de lo posthumano. Este se dibuja en la perspectiva misma de la barbarie tecnocientífica, ya no como una amenaza futura, sino como lo propio de nuestro tiempo suspendido en ese estado “gestionario” del nihilismo, asegurado bajo la estrategia de “doble articulación” a la que juegan el capitalismo global y la biopolítica.

En este horizonte localizamos nuestra tentativa de repensar desde su condición presente las perspectivas de la Universidad. Estas propenderán, según dijimos, al establecimiento de su filosofía política, pero también necesariamente en contiguidad con una crítica de la economía política de la Universidad. Una tentativa semejante tiene la fortuna de contar ya con muchos precursores, caso de Martin Heidegger, Jacques Derrida, Michel Henry, Peter Sloterdijk, Alain Renaut, Michel Onfray, Franco Berardi, Paolo Virno, Gigi Roggero, Giuseppe Cocco, entre muchos otros, a los que recurriremos ―aunque no siempre de modo explícito― en las consideraciones en todo caso provisionales a las que se arriesga esta exposición. En lo que sigue, seguiremos tres ejes de análisis, a sabiendas de que podrían ser muchos otros: 1) La transformación de la episteme moderna; 2) Para una crítica de la economía política de la Universidad; y 3) Resistencia y reinvención en la universidad nómada.

LAS TRANSFORMACIONES DE LA EPISTEME MODERNA

Dependiente de la episteme moderna y de lo que significa de suyo la idea de lo racional, el modelo de Universidad vigente desde hace dos siglos, si se toma como paradigma la Universidad de Fichte, Humboldt y Hegel, ha sido determinado por el espíritu de la ciencia. Esta última, como bien los han descrito muchísimos pensadores, se caracteriza por anteponer sobre el mundo y los fenómenos ciertas relaciones como la objetivación, la representación y la instrumentalización que han formado este tiempo de la técnica, cuyos alcances hemos visto desplegarse históricamente en el hecho reiterado de la devastación, y sin las cuales no serían posibles los emplazamientos de los que hoy disponemos en proporciones cada vez más incalculables.

La desmesura de la tecnociencia moderna implica un desalojo de otras relaciones con el conocimiento como la que sostienen los saberes ancestrales, o también, para permanecer en la tradición occidental, como la que otrora sostuvieron los más excelsos saberes de la Edad media, Roma, Grecia o Egipto: la teología, el derecho, la filosofía y las matemáticas. La racionalidad instrumental o tecnocientífica, en cambio, es portadora de un régimen de finalidades que desaloja a la naturaleza, y en general, a la vida de su propio ser para hacerlas pasar por la empresa de apropiación y usura de funciones no humanas, que han convertido el oikos (la tierra) en una inmensa despensa para otro tipo de finalidades.

Lo característico de la tecnociencia es la investigación. Esta no es un saber, sino su organización y administración bajo patrones finalísticos, a la que por lo demás es inherente la hiperespecialización. La Universidad moderna, levantada sobre esta concepción del conocimiento, queda enganchada a ese espíritu propio de la ciencia y se torna el agente de su modelo de racionalidad. La Universidad resulta así convertida en la empresa que engloba los conocimientos, restringidos cada uno a sus respectivas parcelas por lo general incomunicadas, pero atravesadas todas ellas de manera análoga por las mismas relaciones de experimentación, cuantificación, registro y cálculo que garantizan el régimen de verdad del conocimiento llamado “científico”, y en torno al cual la episteme moderna levanta —de manera contante y sonante— sus tablas de valores.

En el siglo XX, Martin Heideger supo advertir de manera inequívoca lo que este espíritu de la investigación implicaba para la Universidad. Así lo consignó de modo iluminador en los Beitrage zur philosophie, justamente en el marco de una reflexión más amplia sobre la ciencia moderna, en la cual inserta su importante punto de vista en tono a la Universidad:

Las “Universidades” como “sitios de investigación y enseñanza científica” se convierten en meros establecimientos y siempre “más cercanos a la realidad”, en los cuales nada llega a decisión. Conservarán el último resto de una cultura decorativa sólo por tanto tiempo cuanto ante todo tienen que permanecer todavía a la vez como medios de propaganda de “política cultural”. Cualquier esencia de universitas ya no podrá desarrollarse a partir de ellas: por una parte, porque la toma en servicio popular-político hace tal cosa superflua, pero luego, porque la actividad científica misma sin lo “universitario”, es decir, aquí simplemente sin la voluntad de meditación es mucho más segura y cómoda de mantener en curso. (…) Si se llega, como se tiene que llegar, al reconocimiento de la esencia predeterminada de la ciencia moderna, de su mero y necesario carácter servicial emprendedor y de las requeridas organizaciones para ello, entonces en el horizonte de este reconocimiento tiene que esperarse y hasta calcularse en el futuro un enorme progreso de las ciencias. Estos progresos traerán la explotación y utilización de la tierra y la crianza y amaestramiento del hombre en estados hoy todavía irrepresentables, cuyo ingreso no podrá ser impedido ni tampoco sólo detenido a través de ningún recuerdo romántico en algo anterior y diferente. Pero estos progresos serán también registrados siempre de modo más insólito aún como algo sorprendente y llamativo, acaso como producciones culturales, y serán verificados y consumidos en serie y en cierto modo como secretos comerciales, y distribuidos en sus resultados. Tan sólo cuando la ciencia haya alcanzado esta discreción fundamental del desarrollo, estará adonde ella misma impele: se disolverá entonces ella misma con la disolución de todo ente .

El tono ciertamente oracular de Heidegger se cumple en nuestro presente a carta cabal. La Universidad sobrevive sin lo universitario, más bien comandada por el apremio tecnocientífico, con todo lo que este implica de antagónico para la reflexión pensante que se ve degradada de tal suerte a una inmensa diáspora de pseudo-saberes cuyos dinamismos o bien se hunden en la eficacia, o bien sucumben a un régimen de opiniones a menudo trivializantes. En el primer caso, se trata de la lógica de la “investigación dirigida”, es decir, antiuniversitaria, que es más afín a otro tipo de dispositivo: lo militar. Jacques Derrida lo ha descrito como el régimen de una investigación autoritariamente programada, orientada, organizada con vistas a su utilización en equipamientos bélicos, “cuyo rasgo es más sensible en los países en donde la política de investigación depende estrechamente de unas estructuras estatales o nacionalizadas, pero cuyas condiciones resultan cada vez más homogéneas entre todas las sociedades industrializadas de tecnología avanzada” . En el segundo caso, se trata del funcionalismo de otro tipo de régimen, el de las opiniones que teledirigen los modos de vida, el deseo y las mentalidades, que se intensifica con el paso de la Universidad de élite a la Universidad de masas, de modo que la diáspora de los conocimientos se generaliza en la infinidad de programas algunos ciertamente irrisorios que componen la Universidad.

En esa medida, no es extraño que el trabajo del conocimiento haya pasado a regirse bajo esa condición pseudo-burocrática de quien ocupa un lugar, cualquiera que sea, en la Universidad. Los sistemas de cuantificación, indexación, control, registro, financiación e incentivos hacen evidente esta destrucción de lo universitario a merced de los modelos de investigación ecuménicamente organizados, cuyo canto de sirenas ha embrujado a todos los estamentos y ocupado por completo el espacio de la Universidad. Los poderes instalados en ella son a veces irreconocibles. Quizás es allí donde cabe hacerse las preguntas fundamentales: ¿Qué es un estudiante? ¿Qué es un profesor? ¿Dónde encontrar un maestro? ¿Cuál es el sentido del saber? Sin el ánimo de una añoranza romántica, sin la nostalgia de un pasado irrecuperable, tal vez estas preguntas impliquen una dimensión originaria de sentido, que rompa el embeleco de los regímenes que bajo la rúbrica mercantil y eficientista de la investigación se han apropiado el trabajo del pensamiento, y puedan trazar una brecha en medio de la decadencia del presente.


PARA UNA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LA UNIVERSIDAD

Si desde el punto de vista de la concepción del conocimiento la investigación resulta un rasgo característico de la Universidad, otro de sus rasgos decisivos estriba en las transformaciones a nivel de la concepción del trabajo y de la producción. A la luz de esta transformación, que se resume en el paso del trabajo material al trabajo inmaterial, los dominios de la información y la tecnociencia han adquirido plena autonomía e independencia respecto de los demás dominios de la vida y de la producción social, constituyendo en sí mismos un nuevo Leviatán, levantando una política. Al ritmo de la religiosidad ecuménica del mercado de los objetos y en función de un despotismo germinal, se reorganizan los diferentes universos referenciales y una nueva axiomática modifica las esferas de valoración. Sobre fondo de esta mutación, el viejo conservadurismo adquiere una función actual ligada al modelo de la seguridad y el terror, que configura un conjunto de coacciones específicas al cual se enfrentan la creación científica, técnica, filosófica, estética y política, pues tales coacciones modelan la conducta de los hombres dotándolos de una subjetividad orientada hacia la pura y simple empiricidad inmanente del consumo. Esta ecumene del mercado y el miedo, que se llama a sí misma “democracia”, desconoce la procesualidad singularizante de los procesos locales que permanentemente se desvían de la homogenización y restablecen una heterogénesis en la que lo ancestral vuelve en función de una reconstitución territorial que se procura una nueva consistencia y nuevos modos de valoración ético-política y ético-estética.

La producción del conocimiento dentro de la institución universitaria pasa por la criba de esta axiomática, sin duda más rígida e implacable que los anteriores modelos de codificación o sobre-codificación, pues están ritmados al tenor de las crisis mundiales y sus recomposiciones globales. Por eso más que una epistemología, la Universidad necesita una crítica de su economía política, la cual ha sido amplia y notablemente desarrollada por los teóricos de un movimiento de pensadores y activistas italianos de inspiración marxista conocido en algunos ámbitos como el autonomismo italiano . Este movimiento ha aportado las categorías fundamentales para describir el lugar de la Universidad en el escenario global de la lucha por el conocimiento. Para establecerlo habrá que tener presentes las fases por las que ha pasado ya el proceso de expansión capitalista: 1) un capitalismo mercantil formado alrededor de los intercambios de la producción artesanal y agrícola; 2) el paso a un capitalismo industrial organizado desde inicios del siglo XIX mediante la producción fabril, fase en la cual surgieron los sujetos políticos constitutivos de toda la teoría marxista: una burguesía de propietarios industriales y el proletariado; y 3) una nueva fase del capitalismo post-industrial en la que nos encontramos hoy, denominada capitalismo cognitivo.

Entre cada una de estas fases, lo que resulta determinante son las transformaciones en la concepción del trabajo y de la producción. En el primer caso, se trataba de un capitalismo rural, con viejas maneras heredadas todavía de la producción feudal, con clases sociales bastante simples como la aristocracia, los artesanos o el campesinado. En el segundo caso, se trata de un capitalismo cuyo proceso es correlativo al surgimiento de las urbes, y en el que la producción se organiza alrededor de las máquinas, lo que propició una organización en masa de las fuerzas productivas, en razón de lo cual la producción de valor pasó a depender directamente de la producción de manufacturas. Marx y Engels describieron con gran precisión el campo de fuerzas formado por este capitalismo industrial mediante las relaciones de clase, con categorías que todos conocemos como la lucha de clases, el trabajo enajenado y la explotación, nociones que sirvieron para la autocomprensión de las clases proletarias y su proyecto de emancipación. En el tercer caso, en cambio, se trata de la producción en condiciones sociales de un alto nivel de desarrollo tecnológico, de sociedades comandadas por máquinas informáticas y sistemas de información masivos, en las que el valor no depende ya de la producción de bienes ni mercancías, sino de la producción de saber. Dicho en otras palabras, en el capitalismo cognitivo el conocimiento es la genuina fuente de la producción de valor. Para ello han tenido que darse estas enormes transformaciones en la concepción del trabajo, no siempre reconocidas y a veces imperceptibles en la cotidianidad.

El postulado de base para estos teóricos es, pues, que hemos pasado del trabajo material, propio de las dos primeras fases del capitalismo, a un tipo de trabajo llamado trabajo inmaterial. Se trata del trabajo cognitivo, del trabajo que realizan los desarrolladores de tecnología o los manipuladores de signos, de la formulación y circulación de consignas, slogans y enunciados, de la producción estética, de la producción de discurso, en suma, de un trabajo más abstracto: el que realizamos investigadores, docentes, programadores, comunicadores, mercadotecnistas, publicistas, creadores de todo tipo, un trabajo que en sus inicios es altamente valorizado, que en consecuencia precariza todavía más los viejos regímenes de producción material (del campo, del taller, de la fábrica), y que ocasiona otros escenarios de trabajo como el laboratorio, otras prácticas como las del trabajo ingenieril, y otras formas de vida como las del trabajo deslocalizado o teletrabajo. Esta condición se refleja en todos los órdenes: aparecen los discursos del capital humano, la educación es relanzada vertiginosamente a las dinámicas de la mercantilización general, las universidades pasan a verse disgregadas en una enorme gama de saberes imposibles de ordenar en facultades, calan en ellas los sistemas de competencia e incentivos, se disuelven las fronteras entre el tiempo de vida y el tiempo de trabajo, aparecen otras urgencias como la de la innovación y toda una orquestación económico-política que apunta a confiscar la producción de saber imponiéndole sus ritmos y sus finalidades… Esto no significa, lógicamente, que el trabajo material desaparezca; ciertamente sobrevive, como sobreviven también los trabajadores operarios de estos sectores de la producción, a saber: en condiciones precarias e infamantes, sólo que pasan a un renglón muy secundario ―e incluso, terciario― de la economía que en adelante se orienta a explotar las nuevas formas de producción.

El propio Marx había previsto este cambio de la producción material al trabajo inmaterial, cuando advertía que también el desarrollo industrial y tecnológico era producido en un movimiento de apropiación progresiva del trabajo vivo, sólo posible donde se había alcanzado un desarrollo determinado de las fuerzas productivas, específicamente, las del conocimiento y la ciencia . Esto significa que las fuerzas asociadas al trabajo del conocimiento se ponen en el centro de las fuerzas vivas, y por tanto, en el centro de los intereses del capital. El desarrollo del capitalismo, de este modo, demuestra ―dice Marx― “hasta qué punto el conocimiento social general se ha convertido en fuerza productiva inmediata”, para lo cual acuña una noción nueva: la del General Intellect o Intelecto General.

Entre los pensadores italianos, Paolo Virno ha extraído asombrosas consecuencias del concepto marxista de Intelecto General. Las más importantes son: que el trabajo del conocimiento deviene la columna vertebral de la producción social, lo que lo convierte en un el primer objetivo del control capitalista; que la politización del trabajo se inicia, no tanto cuando se lo somete a la explotación material, sino cuando el pensamiento deviene el resorte principal de la producción de riqueza; que la actividad del pensamiento deja de ser privada, es decir, una labor individual como en las antiguas élites académicas de la burguesía, y que más bien se vuelve exterior y pública, es decir, política, al punto que “la actividad laboral puede absorber en sí muchas de las características que antes pertenecían a la acción política” .

Así, el trabajo cognitivo se sitúa en el centro de los intereses del capital. Esto ocasiona una nueva lucha social, la lucha global por el conocimiento, que pasa por muchos registros, y entre ellos, lógicamente, por el de la Universidad. Las transformaciones a nivel del trabajo implican, ciertamente, la disolución de la Universidad canónica, tan bien descrita por Kant en El conflicto de las facultades , cuyo contexto es el del proceso de masificación y mercantilización de la Universidad. Con esto surge también, en palabras de Virno, una nueva figura del intelectual: la “intelectualidad de masas” , un nuevo sujeto social que hace ya insostenibles figuras como la del “intelectual orgánico” descrito por Antonio Gramsci, y que en su lugar conforma una intelectualidad difusa, dispersa, masificada, hecha de especialistas, que pierde los privilegios de clase del intelectual burgués para aproximarse más bien a una condición pseudo-proletaria del trabajo intelectual, también éste paulatinamente precarizado a medida que se masifica y se cierne sobre él una mayor explotación.

A este nuevo sujeto social, otro teórico italiano, Franco Berardi (Bifo), designa de un modo más simple con el nombre de cognitariado . Según él, así como antaño hablábamos de explotación en la producción del proletariado, el cognitariado resulta ser el sujeto de la explotación en el régimen inmaterial de la producción del capital. Esta noción de cognitariado, según el autor, tiene la ventaja de no perderse en la vaporosa noción de General Intellect, y en su lugar le devuelve carne y cuerpo al sujeto de la explotación intelectual. El cognitariado, como agente real del Intelecto General, es en la definición de Bifo, “el flujo de trabajo semiótico socialmente difuso y fragmentado visto desde el punto de vista de su corporeidad social” . Se trata de los cuerpos agentes del conocimiento general, bajo el estrés psíquico derivado de la explotación constante de las facultades de la atención y del pensamiento, de los cuerpos que dan vida al proceso consciente de la Inteligencia Colectiva (como la llama por su parte Pierre Levy): esa comunidad consciente de individuos cuyo trabajo por naturaleza es el más autónomo, el trabajo del conocimiento, comunidad que tiene frente a los poderes la ventaja de darse a sí misma su propia norma, pero que hoy en día vemos paradójicamente envuelta en relaciones de subordinación y en nuevas formas de explotación.

El cognitariado aparece así como una noción en la que, junto con los precarios y los migrantes, quedan comprendidos los nuevos sujetos metropolitanos en condiciones de explotación para un capitalismo cognitivo que hoy se enmascara en los manidos slogans como el de la innovación tecnológica o la sociedad del conocimiento. Tenemos que empezar por hacer una consciencia de clase de este cognitariado disperso, que hoy va siendo cada vez más arrinconado, y donde más perceptiblemente, en las Universidades. Eso implica nuevas y difíciles luchas: la reapropiación social del conocimiento es una de ellas. Esto implica liberar el conocimiento de la usura universal corporativa, la lucha contra el derecho de autor en todas sus formas (las patentes, la indexación, las bases de datos que comercian a gran escala la producción científica, los rankings…), e inventar nuevas formas de circulación del saber para salvaguardar entre todos el “derecho de lo común” (las políticas de open access, el software libre, etc.); pero sobre todo, implica hacer valer, ante los poderes tecnocráticos, ante los llamados “expertos”, que nosotros, cognitarios, somos los que sabemos, que la producción de saber se traduce en una autonomía real, que impone nuevas tareas y nuevos retos al trabajo del pensamiento.


RESISTENCIA Y REINVENCIÓN EN LA UNIVERSIDAD NÓMADA

En un análisis formidable, Gigi Roggero ha sostenido que, si en las fases anteriores del capitalismo pasamos de la universidad-élite a la universidad-masa, en la actualidad nos encontramos en otra figura de universidad: la universidad-metrópolis . Este nombre no está determinado por las márgenes que delimitan geográficamente las áreas metropolitanas de las ciudades del mundo, sino que se refiere al mundo mismo, a la metrópolis global u orbital, interconectada bajo las condiciones en las que se desarrolla el trabajo inmaterial en torno a la metrópolis. La universidad-metrópolis es un tipo de destrucción de la universidad canónica, que se dirige más allá de su decadencia presente, a saber: a la manera de un movimiento que tiende a su deslocalización, desterritorialización o nomadización. Según Roggero, la producción inmaterial del capitalismo cognitivo implica el hecho de que “la universidad no es el único lugar donde se produce conocimiento y cultura”; en lugar de ello, “la academia se ve excedida por flujos de producción de conocimiento que se diseminan en la cooperación social del área metropolitana” , lo que deslocaliza y descentraliza la vieja universidad. Semejante contexto de nomadización propicia la proliferación de universidades alternativas , que son entre las prácticas las que más se aproximan a la reapropiación del conocimiento por parte del campo social, y que no hay que confundir con los “colegios invisibles” formados a la manera de “sociedades científicas” paleomodernas, pseudoilustradas y burguesas. Para Roggero, lo que este desplazamiento ha ocasionado en la figura de los procesos de autoformación y experimentación es propiamente una universidad nómada, que se disemina a nivel transnacional en concomitancia con los movimientos autonomistas, y cuya prerrogativa no es simplemente “una manera de difundir mensajes antagonistas, sino una línea de fuga y una forma de éxodo de la crisis de la academia en sus formas estatales y empresariales” .

A esta manera de hacer Universidad, formada en la hibridación entre la teoría y la militancia, ha estado asociado el proyecto de Universidad Nómada que en la actualidad se extiende a España, Italia y Brasil . En el caso de Brasil, la Uninomade ha actuado siempre alrededor de la forma-manifiesto, como modo inaugural de un tipo de praxis de lucha, en tiempos en los que la lucha global por el conocimiento implica un compromiso activo de resistencia:

La red Universidad Nómade se formó hace más de diez años, entre las mobilizaciones de Seattle y Génova, los Foros Sociales Mundiales de Porto Alegre y la insurrección Argentina de 2001 contra el neoliberalismo. Fueron dos momentos constituyentes: el manifesto inicial que invocaba la nomadización de las relaciones poder/saber, con base en las luchas de los pre-vestibulares comunitarios para negros y pobres (en pro de la política de cuotas raciales y de la democratización del aceso a la educación superior); y el manifesto de 2005 por la radicalización democrática. Hoy, la Universidad Nómade acontece nuevamente: su Kairòs (el aquí y el ahora) es el del capitalismo global como crisis. En la época de la mobilización de toda la vida dentro de la acumulación capitalista, el capitalismo se presenta como crisis y la crisis como expropriación de lo común, destrucción de lo común de la tierra. Se gobierna la vida: la catástrofe financiera y ambiental es el hecho de un control que necesita separar la vida de sí misma y opone sus diques a los índios y poblaciones ribereñas de Belo Monte, las obras a los operarios, los megaeventos a los favelados y a los pobres en general, la deuda a los derechos, la cultura a la natureza. No hay ningún determinismo, ninguna crisis terminal. El capital no tiene límites, a no ser los que las luchas sepan y puedan construir. La red Universidad Nómade es un espacio de investigación y militancia, para pensar las brechas y los interstícios donde se articulan las luchas que determinan esos límites del capital y se abren a lo posible: mediante el reconocimiento de las dimensiones productivas de la vida a través de la renta universal, mediante la radicalización democrática a través de la producción de nuevas instituciones de lo común, más allá de la dialética entre público y privado, mediante el resurgimiento de la naturaleza como producción de la diferencia, como lucha y biopolítica de fabricación de cuerpos pos-económicos. Cuerpos atravesados por la antropofagia de los modernistas, por las cosmologías amerindias, por los éxodos de las quilombolas, por las luchas de los sin techo, sin tierra, precarios, indios, negros, mujeres y hackers: por todos aquellos que trazan otras formas de vivir, más potentes, más vivas.

Como se ve claramente, nomadizar la universidad implica destruir sus formas anquilosadas y sus servidumbres contemporáneas: la cada vez más decadente burocracia, la racionalidad tecnocientífica y la servidumbre empresarial o corporativa, en procura de una nueva relación con la producción de saber, de su ensamblaje con el campo de la lucha social, y de la construcción de nuevas epistemologías. La tarea es invocar esta línea de éxodo, desplazar los flujos del conocimiento vivo, en función de las potencias de resistencia y creación.


Por Carlos Enrique Restrepo
Prof. Instituto de Filosofía
Universidad de Antioquia
alteridad@quimbaya.udea.edu.co
________________________________
Texto: Conferencia pronunciada en el Seminario: “Generación y corrupción de la Universidad”, el 29 de agosto de 2012, organizado por la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia (Asoprudea), con la participación de los colegas Sara Yaneth Fernández, Jorge Mahecha y Juan Guillermo Gómez.
Imágenes
Entradilla tomada de http://fae220.blogspot.com/2008/02/uc-conocer-la-propuesta-en-consejo-de.html
Interiores
1. Tomada de http://www.cubadebate.cu/wp-content/uploads/2012/09/fuga-de-cerebros-2-copia.jpg

viernes, 5 de octubre de 2012

Rev. Humanidades Populares Vol. 4

Compartimos con alegría el 4to número de la "Revista de Humanidades Populares" de la Academia Libre y Popular Latinoamericana de Humanidades, que además contiene un artículo de uno de los miembros del Observatorio Filosófico de Colombia: Mario Domínguez: "Capitalismo ¿verde? una propuesta neoliberal que agudiza la crisis y devora a America Latina" p, 17-21.Revista de Humanidades Populares vol. 4

martes, 4 de septiembre de 2012

La alienación de la juventud... ¿Por qué?

No es casualidad que, situándonos en cualquier época o periodo histórico, nos encontremos con personas qué piensan que la juventud se ha echado a perder. En el cine y la literatura contemporáneas se palpa un descontento general hacia unas generaciones que parecen venir vacías de serie, carentes de ética o conciencia de cualquier tipo. Siglo XVI o Siglo XXI, da la sensación de que la capacidad crítica e incluso la educación más básica de las generaciones venideras va deteriorándose, especialmente en aquellos temas relacionados con la política o la cultura.

Sin embargo, pienso que el motivo que generalmente se atribuye al origen de este problema es profundamente erróneo o al menos escasamente desarrollado, por lo que no es raro verme constantemente explicando a cualquiera de mis compañeros cual es mi visión sobre el tema. Para ello, hay que perseguir una delgada línea y empezar por el principio de todos los males.

Existen antecedentes históricos, y estos se basan en el modelo económico bajo el que se desarrollan las sociedades. Si bien el avance dialéctico de los Estados -desde el primer momento en que estos aparecen, es decir, con la ''necesidad'' de establecer una propiedad privada para reafirmar de forma falsa la identidad del hombre- ha sido claro, sus cimientos han sido siempre los mismos: el beneficio económico. En su tiempo, el esclavismo fue superado para dar paso al feudalismo, y este al capitalismo. La infraestructura económica bajo la que avanzan las sociedades, la forma en la que se producen los bienes de consumo o secundarios y se estructura la vida cotidiana, condiciona totalmente el resto de aspectos que influyen en la vida de los seres humanos: la cultura, las formas de entretenimiento, los hábitos de salud...y con ello la educación. La desigualdad social, el miedo a caer en la pobreza y la exposición constante a esta son algunos factores negativos que hacen mella en el crecimiento de las personas, tanto individual como colectivamente.

A pesar de todo, para proteger un sistema tan injusto, son necesarias muchas instituciones que forman la superestructura de esa misma infraestructura económica de la que hemos hablado antes. El Estado en sí mismo, la presencia de la Iglesia en este, el ejército, la monarquía, el parlamento, las instituciones económicas nacionales e internacionales que se dedican a controlar una inmensa parte de la economía, o los cuerpos de seguridad usados al servicio de quiénes controlan el sistema: la policía. 

De esta forma, llegamos al borde del precipicio. Comúnmente, la gente suele justificar el comportamiento de los jóvenes citando toda una serie de personajes u organizaciones surgidos a raíz del problema de base: la clase política y su desarraigo con la ciudadanía, los oscuros poderes financieros, la violencia constante en televisión...Si seguimos la línea de cualquiera de estos problemas, llegamos siempre a lo mismo: la existencia de un sistema basado en el dinero y la consecución de bienes materiales. Los periódicos sirven una ración diaria de violencia, visceralidad y manipulación con el único objetivo de atraer la atención de la ciudadanía, lo que se traduce en dinero constante, y así en todos los aspectos generales con los que lidiamos en nuestro día a día.

Ese es el principal problema al que nos enfrentamos, y no otro: desde pequeños aprendemos lo que nos cae de las instituciones que estructuran nuestra forma de vivir. Si las personas que controlan estas instituciones, sean quiénes sean realmente -políticos o banqueros- no son conocidas, abiertas al público o cercanas al pueblo, este se encontrará desamparado y su desarrollo entrará en recesión. Con esto aumentará la alienación y a su vez nos veremos indefensos ante la manipulación, aspecto terriblemente favorable para esos poderes difusos. No es de extrañar que, de esta manera, sigamos llamando crisis a lo que realmente ha sido una estafa global que el ciudadano medio no se atreve a comprender -principalmente porque no se ha puesto en sus manos de forma abierta los medios para conseguirlo-, entre miles de ejemplos. 

No podemos engañarnos: aquellos que realizamos un mínimo de activismo político sabemos que es complicado reunir a 5 personas en un acto público de cualquier tipo. A menudo nuestras funciones sociales se ven cohibidas por el miedo a encontrarnos solos o indefensos, por muy convencidos que estemos de una idea. Somos seres profundamente sociales, y aquello que pensamos y realizamos de forma individual tiene una influencia esencial en todo lo que concierne a la sociedad de forma colectiva.

Aunque el trato personal en casa, las experiencias vividas en la escuela o aquellos hábitos que heredamos de nuestros padres son factores importantísimos, no tienen validez: todos están influidos por esa infraestructura económica. La parte buena es que el sistema nos proporciona de forma estúpida las armas para destruirlo. La mala noticia, que sus métodos e ideología nos ha calado a todos como agua de lluvia.


Fiente: Eloy García, en: 
El Viejo Soldado 

domingo, 19 de agosto de 2012

Hermenéutica crítica y nuestras universidades

Por
Ph. D. Víctor Raúl Jaramillo
(Texto íntegro extraido de su blog personal Nexus Universalis)


Al estudiante
Carlos Andrés Naranjo Arroyave
In memoriam


No hay conocimiento sin interpretación.
Luis Garagalza


Convicción de que el mundo es mentira sin amor,
y la vida un espejismo.
Juan Vicente Piqueras



1. Levanto mi morada

La hermenéutica sentidiza las visiones manifiestas y ocultas del ser del hombre donde, silencio como érgon (fuerza) y palabra como energeia (dinamismo), se identifican con el habla y las maneras de escuchar y ver los fenómenos del mundo. Esto, a través de la intersubjetividad que es un encuentro de sujetos donde pervive y se resguarda un yo, y la transindividualidad donde los individuos que se encuentran deciden en tiempos diferentes ausentarse de sí para dar plena recepción al otro y están planteadas por el tercer mundo del diálogo, para llegar a una posible comunicación y transmisión de lo íntimo que se ha agolpado en la realidad, fundando un camino.

Es necesario adentrarnos en la hermenéutica, arte y ciencia de la comprensión, para clarificar los códigos plurales del mundo, ya que, al parecer, todo se sostiene en y por el lenguaje. Al tiempo avizorar el vínculo inseparable con el pensamiento, con la necesidad de realzar lo viviente por nosotros mismos y en procura de los acontecimientos que nos proponen experiencias y la recuperación de los cuerpos.

Desde que la modernidad amplió el campo de la interpretación, la hermenéutica ha sido una disciplina y un modelo de acción que ha permitido desarrollar un acercamiento a los niveles de memoria de los hombres, a su estado cultural, a la “propia naturaleza” que es máscara y simulacro.

Es lenguajeando que la hermenéutica ha insistido en el hecho mismo de dicha interpretación de lo que acontece. Por tanto, la hermenéutica se presenta como una manifestación abierta que intenta descubrir el estado oculto de los seres humanos y preservarlo mediante el otorgar y cuidar un mensaje y el hecho del comprender-lo, incluso biológicamente, no dominándolo, sino familiarizándose con él.

Ahora, lo puramente hermenéutico se desdobla e ingresa a la razón íntima de lo que sucede dentro y fuera del hombre, y se hace más necesario aún que esta disciplina sea activada como vivencia en el proceso de las comunidades, donde las diferencias deben ser respetadas sin renunciar a la propia manera de asumir el mundo. Donde sea posible el tercer mundo del diálogo, el contemplar desprevenidos el universo.

Para un hombre creador, es inminente el acercamiento a la hermenéutica como koiné del mundo contemporáneo. Es a partir de ella que se alcanza a tener una visión de lo que ocurre con un fundamento y una posición que pueden ser compartidos en la alteridad, a partir de un ethos dialógico y en función de lo originario del habla: el cuerpo y su sensación primera de autocreación.

La hermenéutica se desarrolla como un sistema de entrada a la interpretación de textos, ya sean escritos, actuados o hablados. De allí su consolidación como el estar y el trascender en la vertiente de lo lector. La percepción, en el plano de lo hermenéutico, es ampliamente reconocida y conlleva a una infinitud de la interpretación de lo interpretado; es decir, a una comprensión de lo comprendido. A un contemplar en silencio y ver y oír y tocar… como en el origen donde sentíamos la respiración fundante.

En otras palabras, al ser que es lenguaje y realidad multiplicada en los terrenos del sí mismo. Puesto que éste, el ser, es un cúmulo de relaciones tanto sensitivas como representacionales, acaecidas en el entramado del cerebro y sus sinapsis o mundo de la inteligencia.

Es allí donde el sentido es inmanente pero debe ser expresado como trascendencia que se vincula a la vida, al cosmos; que se interna en ellos, luego de que el homo creator actúa y erige en la piedra los ídolos espontáneos para sus generaciones que no se conforman por edades, sino por el esfuerzo de crear dioses.

Así, éstos trascienden, hacen historia; no necesariamente con un “espíritu” que sobrepasa la muerte y se encuentra con los “idos” en el más allá, porque entonces no serán y ninguna “yoidad” permanecerá; pero sí, en lo hablado, en lo formado que es haber entregado su carne y su sabiduría.

En aquello preservado por la memoria y llevado al campo de la comprensión que es toda interpretación. Es decir, la obra donde se cobra vigencia, actualidad. Es en ella que nuestra inmortalidad sucederá, siempre y cuando se haya accedido a la voluntad de crear y al reaprendizaje del cuerpo y su fiesta. Siempre y cuando dicho caminar sea cuidado.

Las vertientes de la hermenéutica están en los ámbitos del sentido desvelando las instancias de los malentendidos que ocurren a diario en nuestra vida acostumbrada; ofreciendo una voluntad de crear y un tercer mundo del diálogo donde se puede decir más de lo que se dice, pero siempre con una escucha abierta y atenta, tanto al otro como a nosotros mismos cuando locutamos, y teniendo en cuenta que eso que excede lo dicho está expresado en lo que se calla, en lo que se siente y no cabe en voz alguna.

Lo que permanece en silencio es lo que sabe, y lo subterráneo del mundo debe ser devuelto con su alimento a los corazones de los hombres y mujeres dignos de eternidad. Por eso la hermenéutica y su deidad, Hermes, entran a desentrañar las múltiples verdades inscritas en las parcelas del conocimiento y traducen sus voces ante el designio de una tierra en emergencia: una madre que quiere ser anuncio y oración.

La hermenéutica y sus formas interpretativas, actúan como mediadoras en un mundo donde las divergencias apuntan a una singularidad plural que intenta borrar fronteras, laberintos donde se pierde el canto, piedra y símbolo, de las comunidades acusadas de rebeldía con los determinismos de una racionalidad solipsista que insiste en el poder absoluto.

Y es precisamente esta dogmática que ha sepultado la dignidad de hombres y mujeres, la libertad y el genio de niños y niñas, la que debe ser repensada, no para volver atrás, sino para generar una realidad equitativa, consciente, donde sean nombrados Manuel, Lucas, Gloria, Paula y Mauricio como humanidades que sienten y piensan, siendo instantes que categóricamente deben vivir sin adoctrinamientos que les impida llegar a ser.

De otro lado, la hermenéutica es una actitud que ofrece la experiencia del comprender, y, siendo así, Gloria no sólo se asume como comprensora de su propia existencia sino también de la del otro y de lo otro que no es humano: la Naturaleza es comprendida si Gloria la asume como propia pero sin imponerle el .

La hermenéutica, entonces, es más que una disciplina y se acomoda más bien a una actividad que se relaciona con la vida práctica, para convertirse en una forma de sabiduría aunque esté planteada en términos científicos.

Hermes, deidad simbólica mas no etimológica de la hermenéutica, desentraña las palabras de los dioses y se las traduce a los hombres, es un mediador. Es el que nos dio el lenguaje.

Pero esto ha hecho ver a la hermenéutica como blanda, donde no es posible el pensamiento crítico: hermenéutica que carece de criterios, que adolece de posiciones. Y esto es verdadero pero fuera de la realidad.

Interpretar es dar sentido, pero no muy lejanamente también es crear juicios, argumentos. Hermenéutica crítica no es despropósito ilustrado, es un estado naciente, es un derecho y una obligación.

La hermenéutica al comprender e interpretar, luego de llenarse de mundo en la contemplación, obedece a una aplicación, y lo que está en juego no es el objeto que se comprende e interpreta, sino el punto de vista, lo real de nuestro mundo que guardamos en nuestro interior hasta que madura y está listo para hacer frente, en la relación dialógica, al mundo o realidad que nos ofrecen el otro y el mundo mismo.

En ese momento entramos en la comunicación posible de los puntos en la vista y del mundo de la vida que hemos constituido en nuestro pensamiento que es virtual y sólo se hace real en la expresión. No obstante, la palabra articulada sólo cobra presencia si hay un oído que reciba el mensaje. Lo otro, es hablarse uno a uno mismo y tratar de convencerse de que las cosas son así y no de otro modo. Aunque también está esa memoria que llamamos escritura.

Entonces se busca un interlocutor para exponernos ante él y hacer de en el momento en que haya que cambiar de roles, no como mero traspaso de información, sino también como un aproximarse. Así, en la intersubjetividad y la transindividualidad que plantean un terreno común, se puede recibir una nueva verdad, donde no importa la boca, sino que se acomode a una intencionalidad que va hacia la existencia de los mundos interactuantes que por primera vez entran en un mundo compartido aunque no se establezca el consenso, llamado tercer mundo del diálogo.

Allí, puede haber ruptura por el andamiaje de los pensamientos que salen a flote y se entrecruzan quizá en una dialéctica que no permite la mera opinión, aunque ese es el principio, sino los argumentos, la episteme de un mundo sabido que muchas veces no tiene razón.

La hermenéutica crítica hace su aparición y contrarresta las visiones del mundo que no tienen asidero claro y determinado, por un conocimiento preciso que decae en la contundencia de quien refuta o pregunta sin obtener una respuesta satisfactoria. Dialogar también es disentir, contrariar.

Nos damos cuenta, cuando somos el pensamiento débil, que debemos vivir más, leer más, tener más experiencias que nos digan que somos nuevos y nos transformamos en lo que éramos en nuestro primer interrogar; pero ahora con la posibilidad de ponernos-frente-al-mundo sin discusiones y seguros de que, lo que nos pertenece, primero ocurrió en nosotros mismos y no estamos hablando de oídas.

Es a partir de esas experiencias, que no todos se atreven a mostrar, porque no les parece prudente, que me refiero a continuación sobre las universidades y sus días con el ánimo de crear acción y nuevas maneras de pensarse.


2. Decir, callar: esto es ya evocar la diferencia

Una humanidad que se fuga cada vez más en una virtualidad que enajena su cuerpo y su erótica, lanzándola al mundo de las ideas y su lógica, a las abstracciones que presentan diversos símbolos para un complejo sistema existenciario y de comunicación, debe retomar la alteridad y el reconocimiento del otro en la única realidad posible para lo vivo: la realidad misma.

Esta eficaz recepción del otro, que también somos nosotros mismos, forjará una acción compartida y de sana convivencia realzando las aspiraciones y anhelos de los hombres y mujeres libres, con actos solidarios que destituirán todo asomo de estandarización.

Poco a poco, el terreno de la objetividad se diluye en una subjetividad que comprende que el sentido no debe ser introducido, sino sacado y expuesto. Ya no podemos seguir intimando con los dictados que se presentan como verdad verdadera o absoluta. Debemos estallar la luz unívoca del saber; debemos generar nuestros propios discursos y habitar la cueva interior donde nuestras visiones no se dejan reducir, y, si es necesario, gritar.

Escuelas y capillas, mafias del conocimiento se afincan en un ir y venir de las mismas manos y las mismas bocas que, aunque torpes, amaneradas y convencionales discriminan la ignorancia que tiene hambre y sólo está al corriente de subsistir en el día a día con la sabiduría de la mendicidad.

Camarillas afincadas en el miedo, la mayor enfermedad del hombre, detienen la expresión transgresora y con argumentos que escamotea la trampa de sus encantamientos dirigidos a homogeneizar y crear adeptos que, como rebaños, deben ser atendidos y, por tanto, cultivados en la “igualdad” para subrayar la campana del pastor.

Olvidan su libertad que se pierde en quienes los siguen, en las interpretaciones normalizadoras que obligan a la copia y niegan los numerosos puntos de vista escondidos en cerebros frescos, aunque neblinosos y sin estrenar de jóvenes que prefieren un plan de minutos más amplio al encuentro con el sí mismo. Jóvenes que tienen cinco mil “amigos” como si la amistad se tradujera en cantidad, a la manera de los ensignamientos para la vida productiva que inmediatiza y dice “¡ya!”.

La reflexión parece haber pasado a un estado arqueológico y lo que impera es el desenfreno y la velocidad de las instituciones infestadas por el virus de la formatitis aguda, agenciadoras de compromisos por cumplir con responsabilidades que no competen al espíritu transmisor de visiones del mundo, y del amor que orienta al otro hacia su interior.

Los organismos educativos han olvidado su misión de transmitir conocimiento, de mostrar la pluralidad de las teorías y su praxis, y de ayudar a transformar una sociedad imbuida en prácticas de desplazamiento y asesinato, contra los que “visten” diferente y se atreven a pensar por sí mismos, obligando con consignas que regulan desde el panóptico de los que dominan dejando atrás al ser humano.

La educación en Colombia sólo ha servido para enriquecer las arcas de sus dueños, interesados en la “cobertura” por el ánimo de ampliar su mercado evitando la pasión, el rigor científico y la razón sensible. Se permiten cohortes inexpertas para enfrentar la carnicería planteada por el sistema actual, sustentado en toda viabilidad con respecto a la competencia que exige hombres y mujeres de “éxito” y empoderados en el tener y el producir dinero.

Nuestros estudiantes salen débiles en cuestión de interpretaciones y argumentos que necesitan de la creatividad coartada por una sociedad fratricida; carne de cañón para abultar las calles donde se propone más desempleo y comercio anuladores de las singularidades; más cuerpos desconocidos, sin confianza, donde la moda es la originalidad en productos obsolescentes de última tecnología.

Y es que nuestras universidades se dedican a “vender” diplomas de grado al mejor postor, distrayendo con cátedras absurdas y tecnificadas  que procuran por un saber hacer, pero no por un saber pensar con una racionalidad instrumental que obliga a perder el cultivo de los propios estudiantes, en el cuidado de sí y del otro y del mundo natural, social y simbólico.

Los estudiantes que realmente quieren aprender, se ven estupidizados por un sistema que niega toda intención de clarificar y potenciar un pensamiento crítico y son señalados por sus compañeros y algunos profesores que sólo van a clase mientras consiguen algo mejor. Por eso, quizá, tuvimos un Estanislao Zuleta que dejó la escuela porque realmente quería estudiar.

Los demás, inscritos en la rumba, prefieren una moralina que se aferra a las maneras como los otros se presentan en la institución. Viven de chismes, de Blackberries, Wikipedia y reggaetón en las sesiones de clase y en los llamados “huecos”; en lugar de escuchar conquistando puntos de vista y participar sin miedo a la equivocación; en lugar de visitar el templo, que es la biblioteca, investigando otras fuentes y tener de qué hablar con sus maestros y compañeros en las sesiones siguientes.

Además los estudiantes deletrean y redactan muy bien, pero no saben leer ni escribir. No interrogan los textos, no los rumian, no los releen y esto quizá porque nunca tuvieron una iniciación fecunda en el preescolar que, como nos han dicho, es el Jardín de Herodes. Creen que el papel en blanco es el mismísimo demonio; temen verse reflejados en su incapacidad de vencerse a sí mismos que es el lenguaje superior.

Los maestros, por su parte, tienen que cumplir con un cronograma que pasa de largo y sólo pretende cubrir las exigencias administrativas y curriculares del proyecto docente, matando tiempo que se puede usar en lecturas profundas y bellas mostrando así, en estos momentos de “copie y pegue”, el encanto del libro.

Además, los maestros no estudian lo suficiente: se anclan en una temática específica y reciclan conceptos de años pasados de autores que no interrogan, sin investigar para sus estudiantes a los que demandan “ensayos” y “artículos” que ni siquiera ellos mismos escriben.

Y es tal vez por la “carga académica” de seis u ocho cursos diferentes, con 45 estudiantes cada uno, que van en detrimento de los mismos estudiantes, ya que no hay tiempo sino de llamar a lista y revisar “portafolios personales de desempeño”; al mismo tiempo, deben cubrir las horas de trabajo administrativo como si no se tuviera ya bastante qué hacer con la preparación de las sesiones y las asesorías de los “clientes” que se quieren dóciles.

Los maestros han perdido su lugar al insistir en mnemotecnias y metodologías que repiten esquemas decadentes y refritos de la episteme aconductada que imposibilita el entrenamiento en el pensar, en la voluntad de crear; que bloquea la imaginación con pre-juicios que crean malentendidos y confunden las voluntades para asignarles un puesto estático en el aula, negando todo tipo de sensación liberadora.

Además de insistir en ello, el ¿diálogo? vertical suprime al maestro de su verdadera misión, instigándolo a seguir currículos donde los cursos no son los de su competencia y debe actuar como “todero” en aras del emparejamiento con sus colegas, además de exigirle investigaciones sin convicción ni vocación; sin dinero ni tiempo; y “rápido que llegan los pares”.

Los decanos inyectan de veneno administrativo a los maestros porque al igual, ellos están siendo atenazados con records y estadísticas en la moda obligatoria de las autoevaluaciones y mejoramientos de la institución que debe ser acreditada, propio de la lógica del mercado.

Los decanos son aquellos que por ser mandos medios, en su mayoría, coartan y no dejan que los docentes tengan la libertad de proponer; detienen ideas que podrían ser fundamentales para una nueva dinámica en el proceso de aprendizaje de los estudiantes. Los decanos, y los hay, no confían en sus maestros y arman grupitos de corre ve y dile para no dejarse “tumbar”.

Pero es que hay ocasiones en que no existen políticas claras encaminadas a construir una comunidad académica, sino vicerrectores que, en lugar de plantear temas de reflexión interna que piensen y se distribuyan en la ciudad, se la pasan inventando funciones y papeleos que no competen al ritmo de una universidad plural y tolerante, universal y propositiva.

Siguen manteniendo “cositas” que se refieren a las nuevas, siempre nuevas y desorientadoras normas para acceder al conocimiento. Mismas que son impuestas por un Ministerio de Educación rastrero e inoportuno que copia ejercicios caducos de Europa y EEUU, y “examina” a los estudiantes como tamiz y forma de engrosar con los ingresos los bolsillos de los burócratas de la educación, que debería ser gratuita.

Y todo esto porque la globalización ha cambiado las coordenadas de los países y su autonomía, con dogmas políticos y religiosos de otras naciones más “desarrolladas” que sostienen una economía desequilibrada, que se usufructúa en una carrera armamentista que dará fin a esta humanidad cruel y virulenta y necesitada de racionalidad y dignidad.

En fin, es mejor parar aquí, para no desmayar en palabras odiosas y quizá sin sentido y promover así una revuelta que en las universidades públicas está acallada por el ESMAD, y en las privadas por la duda de la nueva contratación después de que acaban los contratos a tiempo definido, que si no es efectiva, sólo al semestre siguiente cuando entras a “trabajar” te das cuenta que te has quedado sin empleo. Muestras de mala voluntad.

Quizá se piense con altura lo que digo, aunque me hayan despedido por mis incapacidades médicas. Y el diálogo deje de ser vertical y se componga de una alteridad horizontal donde se acabe el miedo a hablar, a pesar de las diferencias, y decir lo que se siente en las “empresas” educativas universitarias que con la reforma de la ley 30, públicas o privadas, todas pierden.

Mi discapacidad no fue otra que aceptar con un silencio atemorizado, producto del tensionante ambiente académico, donde todos comen de todos, lo que el rector ordenaba verticalmente y con el propósito del “progreso”, esa fea palabra, nominativo y económico de la institución donde laboraba. Sólo es mío el descuido.

No obstante, me pienso para pensarnos: sólo pido escucha abierta. Escuchar es pasar por el comprender. Comprender es aceptar el desentrañamiento. Desentrañar es convocar el sentido. Sentido ausente que debemos otorgar con una verdadera humanidad. Humanidad que debe ser gozo. No una guerra soterrada que aún no termina de declararse.

¡Ábrete sésamo!