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sábado, 25 de enero de 2014

La universidad Nerd

El texto de Juan Guillermo Tejeda, de la Universidad de Chile, nos lo compartió el profesor Carlos Enrique Restrepo, con las siguientes palabras: "Que las universidades ya han tocado fondo es algo de lo que no queda duda. El texto adjunto (el mensaje habla de dos textos, aquí solo presentamos uno, por ello el uso del singular) refrenda una radiografía de las universidades contemporáneas, cuya imagen esperpéntica se ha vuelto absurdamente homogénea en todo el orbe: la imagen de la decadencia. Se trata de una debacle epistemológica y espiritual profunda e irremisible... ante la que sólo queda practicar una estrategia de fuga: la "universidad nómada""

martes, 21 de enero de 2014

ESA ¡TAL EDUCACIÓN! EN COLOMBIA NO EXISTE

Finalizando el año anterior uno de los temas más comentados fue el del pobre desempeño de los estudiantes de Colombia en las pruebas Pisa. De muchos sectores saltaron expertos mediáticos que con sus dedos inquisidores señalaban a los culpables. Cuestionaron a la ministra de educación y ella se lavó las manos cual Pilatos diciendo que el problema era la mediocridad del personal docente que había en el país. Siempre la cuerda reventándose por lo más delgado, y cómo los profesores ya no tienen quién los represente, porque contar con Fecode como diría la canción “es estar solo dos veces”.
 
Que los maestros son unos vagos, que están mal preparados, que se la pasan peleando, que tienen demasiadas vacaciones al año, eso es lo que siempre se dice, mas no cuentan que la política de calidad educativa en Colombia es un espejismo, ¡la tal calidad no existe! —como diría el presidente—, porque la educación se volvió un negocio, un negocio muy lucrativo que se basa en cifras y no en calidad. —Entonces lo de la calidad dejémoslo de lado—.


La mayor parte del tiempo, estos expertos mediáticos se la pasan criticando desde fuera, no ven las realidades de un aula de clase, y sobre todo de un aula del sector público. Terminan tratando a los maestros como unos ignorantes que no innovan, algunos periodistas nos hablan de sistemas educativos que en su vida se han dedicado a profundizar. Como provienen de los medios, estos ¿expertos? solo critican, no profundizan, no ven más allá de la realidad de los colegios de sus hijos, casi todos instituciones educativas de estratos altos en donde los salones no están atiborrados de alumnos y existen otro tipo de realidades afectivas y socioeconómicas. Ven la vaca desde el microscopio, o sea; no ven la totalidad, con hablar bonito y con criticar piensan que se va a salvar la educación.


La mediocridad de la que hablan, casi siempre es impulsada por las políticas públicas que pululan en nuestro país y de las cuales poco se detienen a analizar, en dónde el colegio se volvió para el estudiante la ley del menor esfuerzo; pues los estudiantes saben los estándares que rigen el negocio de la educación en el país, saben que de un grupo de cuarenta solo puede perder el año uno, o a veces ninguno, dependiendo de las directrices que les den a los rectores y coordinadores, quienes someten a los docentes a pasar a los menos peores —lo que importa es que pasen, no que aprendan—.
 
Todas esas políticas socavaron la autoridad del docente en las aulas, los desmotivaron hasta el punto que ya muchos no dan clase, la sacan, se dedican a llenar tablero, porque para qué se prepara una clase que en la mayoría de las ocasiones el estudiante no va a valorar ni a prestarle atención. No es problema de metodología pedagógica, pues el alumno sabe que al final va a pasar, aprenda o no. Y, no es que el docente discipline a punta de amenaza, pero si es muy difícil enseñar en un aula en donde toca rogarle al estudiante para que presente un trabajo o haga una tarea, en donde toca dar plazos y plazos,  el grueso de estudiantes ya parecen contratistas, pues no entregan nada a tiempo y cuando lo entregan lo hacen mal o es un vulgar corte y pegue. Son muy pocos los estudiantes que se educan a conciencia. La mayoría van detrás de un cartón que es el requisito mínimo para ser un obrero, con eso se contentan, no van a aprender, van detrás de un diploma. 

Es más, la secretaria de educación distrital el año pasado envió un correo a las instituciones, donde decía que el último período académico fuera de recuperación, de modo que tocó parar para que los estudiantes se pusieran al día con sus logros no alcanzados, al final muchos alcanzaron el logro, pero no aprendieron, y todo se hizo por cumplir con la política pública distrital de educación, que nos muestra unas cifras dizque muy alentadoras.
 
Ahora la evaluación en los colegios no se basa en lo aprendido, sino en posiciones subjetivas tales como: “¿me dejo dar clase o no?”, “¿me cae bien o mal?”, “ese finalmente no es tan malo”, “ a ese pobre toca ayudarlo”, etcétera. Porque si nos ponemos a medirlos por los estándares de lo aprendido muy pocos aprobarían. Es más, que lo digan las universidades que han tenido que replantear sus syllabus para que los estudiantes no se queden en los primeros semestres; es más, hay universidades como la Minuto de Dios que hacen actividades de nivelación para que no se quemen en primer semestre.
 
Todos esos expertos mediáticos que dicen que la educación no arranca por culpa de los docentes, son los que se benefician de la mediocridad de la educación, para seguir vendiendo en distintos medios sus propuestas milagrosas y revolucionarias, y como todo debe ser norma de gestión de calidad, las propuestas innovadoras se basan en llenar y llenar formatos, como si la educación fuera un negocio cualquiera, una maquila de hombres y mujeres. Muy poco de ese trabajo innovador se hace en el aula, y los pocos dizque innovadores que van al aula, se dedican a decirle a los estudiantes que eso que enseñan los profesores no sirve para nada. Finalmente ellos esperan, al igual que muchos políticos, que la educación pública siga fracasando, para tener la excusa un día de acabarla y dársela a sus amiguetes de la empresa privada que financian sus campañas políticas y pautan en los grandes medios.
 
El problema no es la inversión, es la falta de una política pública clara que diga qué es lo que se quiere de la educación en Colombia, las políticas hoy hablan de educación más en términos mercantiles y económicos, que en términos pedagógicos que de verdad busquen sacar lo mejor del individuo, prepararlo para los nuevos retos del siglo XXI y donde se acorten las brechas sociales. La educación en Colombia está lejos de mejorar, está cayendo en manos de mediocres, que ven en las frías cifras un logro aparente de su gestión. ampliando la desigualdad y multiplicando su mediocridad, porque de qué sirve una educación gratuita si es de mala calidad. No solo es la preparación de los maestros, que tanto en el sector oficial como en el privado, los hay unos muy malos, como hay otros que son excelentes, que se desmotivan por la misma dinámica de la política pública que finalmente resuelve como ya lo mencione anteriormente, —que el estudiante debe pasar, no aprender—. Hay que respaldar a los profesores, hay que devolverles su dignidad.


Porque eso son las cifras, solo números, nada de fondo que explique la triste realidad que vive la educación en el país. Pero eso no importa porque cuando salgan los próximos resultados de las pruebas Pisa, esos expertos mediáticos venderán prensa, harán programas de opinión en radio y televisión, se rasgaran las vestiduras, aumentarán los formatos para controlar a los maestros que de nuevo serán los únicos culpables y seguirán dando el eterno diagnostico que finalmente no dice, ni cambia nada, porque ahora todo es producción en masa, no se puede perder dinero y más si eso que ellos llaman educación es gratis. Es por ello que esa ¡Tal educación! en Colombia no existe, por lo menos no para los más pobres.
 

Vol. 4 de Posibilidad, Crítica y Reflexión. "La filosofía nos hace humanos: diálogos interdisciplinarios en el Día Internacional de la Filosofía"



Ya salió el Vol. 4 de la Revista de Filosofía Nuestramericana Posibilidad Crítica Reflexión. A continuación les compartimos la "Carta al lector" para esta edición y los enlaces de donde pueden descargar gratuitamente la revista. Leanla, discútanla, compártanla.

Carta al Lector[1]

Desde 2009, el Observatorio Filosófico de Morelos y la Organización Juventud Utopía A.C. unieron esfuerzos con el Observatorio Filosófico de México para preservar la Filosofía frente a las reformas educativas neoliberales que se habían extendido en la región y que habían eliminado en las materias de Filosofía y Humanidades del currículo en la educación media superior en México. La Reforma Integral de Educación Media Superior (RIEMS) que decretó en 2008 la eliminación de las materias de Humanidades y Filosofía del plan de estudios era parte del plan Bolonia y el Proyecto Tuning, su adopción en México demostraba ser el indicativo más claro de la crisis del sistema educativo mexicano dentro del proyecto neoliberal que en tan sólo dos sexenios de derecha había sido afianzado.

“Sin filosofía, la escuela se vacía” fue la frase acuñada cuando sin ningún debate, la Secretaría de Educación Pública (SEP) envío a las materias de Filosofía a ser “transversales”, pero en verdad las desapareció. Entonces se formó el Observatorio Filosófico de México (OFMX) apoyado por la UNAM y coordinado por el doctor Gabriel Vargas, logrando el Acuerdo 488, en el que la SEP se comprometía a restablecer las materias de Filosofía, que no ha sido cumplido hasta la fecha. 

En 2011, con firmas desde Noam Chomsky, Adolfo Sánchez Vázquez, Mario Bunge y la comunidad filosófica nacional e internacional se publicó un desplegado en periódicos nacionales, exigiendo a las autoridades educativas que restablecieran el Área de Humanidades en forma independiente, respeten el acuerdo 488 definiendo a las asignaturas de Ética, Estética, Filosofía y Lógica como básicas, sin ser desintegradas o substituidas con otros nombres y que quienes impartieran dichas materias fueran profesionales del área  certificados por un organismo integrado por institutos, academias y facultades de Filosofía, Letras y Humanidades. En este mismo año, el Observatorio Filosófico de Colombia y la Academia Libre y Popular Latinoamericana de Humanidades en Chile se hermanarían  también en la tarea de preservar la filosofía en donde ya estaba presente y abrir nuevos espacios para ella en Latinoamérica. Así fue que en ese año organizamos el Día Internacional de la Filosofía en Morelos contando con la presencia de prestigiados ponentes que se esmeraron por difundir la filosofía entablando un diálogo interdisciplinario con otras áreas y colegas. Este cuarto volumen recoge los trabajos discutidos en el segundo día de este evento que se llevó a cabo en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

La lucha y las demandas de la comunidad filosófica mexicana encontraron eco a nivel mundial en países como España, Francia, Uruguay, Costa Rica, Cuba, Chile, Colombia y Estados Unidos. Se recibieron cartas de apoyo, firmas en los desplegados y se generaron proyectos como lo es esta revista. En los últimos dos años, en México no sólo se ha defendido la enseñanza de la filosofía en el bachillerato, sino que se ha venido impulsando la "incorporación de la enseñanza de la filosofía en la educación básica (pre-escolar, primaria y secundaria)" como lo establece la UNSECO.  En 2013, se lograron dos puntos importantes. El primero fue la incorporación "fáctica" de cuatro materias filosóficas en los subsistemas de bachillerato tecnológico conforme al Acuerdo Secretarial 656 decretado el año pasado por la Secretaría de Educación Pública de México. El segundo logro fue llevar nuestras demandas al Senado de la República y con la ayuda de la senadora Ana Gabriela Guevara, fue propuesto al Gobierno Federal la introducción de "La enseñanza de la Filosofía en la Educación Básica". La Comisión de Educación de la Cámara de Senadores aprobó esta iniciativa como Punto de Acuerdo para ser enviado a la SEP. Hasta el momento estamos en espera de respuesta por parte del gobierno federal.

Hasta aquí los hechos, pero ¿Por qué enseñar y defender la filosofía en Latinoamérica? En la crisis global actual que ha provocado el capitalismo agresivo, Latinoamérica enfrenta problemas no sólo económicos y políticos, sino sociales. El más grave de todos está en que el neoliberalismo  ve a la escuela como una fábrica y a los niños y jóvenes como productos en serie al servicio de los caprichos del mercado y del capital. Esta es la respuesta educativa a una visión tecnócrata y capitalista de la educación que no ve en los jóvenes más que una fuerza laboral, por lo que ahora se dice “educaremos por competencias”. Eliminar la filosofía y humanidades es una estrategia para poder combatir el pensamiento crítico insertando con mayor facilidad un currículum oculto que permite la perpetuación de las desigualdades sociales y de la obediencia. Por el contrario, Latinoamérica requiere de la formación de personas íntegras que colaboren en la integración latinoamericana y para ello se requiere un plan educativo que integre la filosofía como germen del pensamiento crítico sobre la problemática socio-política del neoliberalismo y la crisis económica del capitalismo. La filosofía por sí misma es revolucionaria si tiene la función de educar para la libertad, y es lo que en las Humanidades Populares denominamos herramienta fundamental. Una escuela con esta visión podrá decir que ha cumplido con la tarea pendiente de emancipación de los pueblos Latinoamericanos del neo-colonialismo en el que los tienen sometidos los países desarrollados que los empobrecen. 

Esta revista trabaja para redefinir el concepto de “Nuestra América” y difundir ideas e iniciativas para otro modelo educativo que sea humano, que forme en la resistencia a personas capaces de una transformación económica, política y social regional. Es necesario redefinir el concepto de “identidad” en Latinoamérica, y como diría José Martí, encontrar una educación como proyecto orientado a la necesidad de consolidar la independencia y liberación del hombre y mujer de Nuestra América. Martí insistía en que lo básico es conocer la realidad social y económica del país y actuar en educación conforme a ello. La educación debe derivar en una legítima cultura latinoamericana. El alimento teorético que brindan ideas filosóficas como las del peruano José Carlos Mariátegui o Adolfo Sánchez Vázquez crea una tensión entre pensamiento y realidad. La falta de aplicación y ejercicio de estas habilidades de pensamiento crítico en la educación, nos ha llevado hacia una falta de compromiso por la igualdad de los pueblos. La filosofía comprometida, como la denominaría Leopoldo Zea y la insistencia de Martí por crear y pensar con fundamento y sentido propio llevan a buscar en la filosofía las raíces para emancipar intelectual y culturalmente a los pueblos. La formación de un nuestroamericano íntegro se llega a dar a través de una formación integral en la que no sólo se eduque la inteligencia, sino que también en lo afectivo, ético y estético. Solamente así podemos combatir al pensamiento único impuesto por los medios masivos de comunicación y por el sistema que no respeta al otro y que atenta contra la autodeterminación de los pueblos y el medioambiente. La filosofía permite abrir los horizontes para albergarse en una alternativa educativa que haga a los niños y jóvenes comprender la importancia de pensar y ser sí mismos para crear comunidades y economías sustentables. Por eso buscamos enseñar filosofía y hacer filosofía con jóvenes, niños, en las calles, en la barranca y en cada espacio posible. El efecto que la filosofía tiene sobre la educación permite enseñar a pensar todos los aspectos del pensamiento humano en cada problema, buscando siempre un balance entre las demás áreas del saber y la formación humanística que conduce a comprender ampliamente nuestra situación y ubicación dentro de un grupo humano y un entorno natural, y por último, entender que la educación no debe ser marginadora, sino despertar al individuo para los grandes logros comunitarios definidos por su conciencia social y no por su individualismo.

Lucía de Lourdes Agraz Rubin
Co-Directora


Pueden descargar y leer la revista completa aquí  o  bien descargar y leer solo los ensayos de su interés aquí.






[1] El formato de los textos, citados, pies de página y demás que cada autor muestra en su conferencia o ponencia, fueron respetados según su estilo y conforme a su explicación filosófica del tema tratado.

domingo, 12 de enero de 2014

Vuelve la reforma santista a la educación superior

 Por  Sergio Fernández

Tras la derrota de la reforma santista a la ley 30 en el 2011, el santismo anunció la convocatoria a  “proceso de diálogo constructivo y democrático para discutir dicha reforma, pero también dejó claro que las razones del retiro no tenían que ver con el contenido del proyecto sino con la inexistencia de ambiente político favorable para tramitar la propuesta, por ello Santos no ha cambiado un ápice su libreto en materia educativa.

El “proceso de diálogo constructivo y democrático” jamás llegó. El gobierno convocó a través del Consejo Nacional de Educación Superior Cesu, a los Diálogos por la Educación Superior, estéril monologo en donde todos opinan y el gobierno decide, razón por la cual la Mane nunca participó. Los diálogos por la educación del Cesu fueron pensados como un mecanismo para legitimar una propuesta previamente definida y acorde con las recomendaciones de los organismos de crédito multilateral y la OCDE. Así lo demuestran los documentos del Cesu, que coinciden en lo fundamental con las orientaciones emanadas del documento La Educación Superior en Colombia 2012, del BM y la OCDE.

Todo indica que en 2014 Santos reeditará el error de 2011, presentando una reforma a la educación superior con solo dos defectos: su procedencia y su contenido, ambos antidemocráticos. El año pasado la Mane emitió un comunicado rechazando la injerencia de la OCDE y el Banco Mundial en la educación superior del país. La propuesta de estos organismos es la misma trasnochada fórmula que hizo carrera desde la década de los 90 y que ya hizo agua en Chile: recursos públicos escasos e inversión privada para las universidades públicas, más incentivo a la demanda y menos subsidio a la oferta —o lo que es lo mismo—, más crédito y menos universidad pública, condicionamiento de los recursos violentando la autonomía universitaria… etc. Propuestas que posan de prístinas recomendaciones emanadas por organismos objetivos, sin interés alguno más que la filantropía y el amor por los colombianos; como aquella recomendación del Banco Mundial de aumentar el crédito educativo a través del Icetex apalancándolo con préstamos contraídos entre Colombia y el BM, y cuyas onerosas condiciones llevaron a la ruina a miles de familias de jóvenes endeudados.

El falso argumento de que no hay recursos para la educación pública es la excusa para que el gobierno intente incorporar la iniciativa empresarial al interior de las universidades públicas como mecanismo para “diversificar las fuentes de financiación”. El problema de dicha fórmula es que la iniciativa empresarial va solo donde puede obtener ganancias, esa es su lógica, de manera que solo invierte un centavo en donde pueden retornar dos. Esta posibilidad de abrir el lucro en la educación superior ha sido planteada por el Gobierno y consignada también en el Capítulo 11 del TLC con EEUU.

El año pasado en un lapsus la viceministra de Educación Superior, Patricia Martínez aceptó la posibilidad de crear universidades por concesión calcando el modelo que ya existe en los colegios. La metida de pata fue tal, que la ministra María Fernanda Campo intentó recular sin éxito y no logró revertir lo dicho, porque la propuesta ya está consignada en el documento final de la mesa temática de financiamiento organizada en el marco de los Diálogos por la Educación Superior del Cesu y el Ministerio de Educación. Allí se lee: “Para evitar la ineficiencia en el sistema y el desperdicio de recursos, se propone la utilización de los cupos disponibles en las IES privadas, por medio del sistema de concesión. Este sistema se ha  venido utilizando con éxito en la educación básica y media para ampliar la cobertura”.

Evidentemente la apuesta del Gobierno no es fortalecer la universidad pública, pero hay más. Las palabras de la ministra dejan claro que el nuevo mecanismo de financiación para la infraestructura serán los recursos provenientes del sector empresarial con alianzas público-privadas: huye el Estado, bienvenido al capital privado, que como ya se dijo, solo va a donde puede obtener ganancias. La reforma a la ley 30 derrotada por la Mane planteaba dos pasos para que una universidad pública perdiera su carácter público: 1.Declararse en quiebra y recibir inyección de recursos privados; 2. Modificar su naturaleza jurídica de pública a mixta, para ser regida por el derecho privado.

La propuesta de Santos avanza en uno de los dos pasos para la privatización total y sin matiz, esta vez no con jeringa sino con gotero, pero sigue siendo la misma medicina. Que nadie se confunda, Juan Manuel y María Fernanda son los mismos del año 2011, idénticos y no van a cambiar, por eso nuestra tarea no es persuadirlos sino derrotarlos. En 2014 la derrota de este modelo educativo será tanto en las calles, como en las urnas.

Fuente: Las2orillas

miércoles, 8 de enero de 2014

La reapropiación social del conocimiento: tareas de la Universidad por venir

Conferencia pronunciada el 16 de mayo de 2012 en la Universidad de Antioquia (Medellín), en la Celebración del Día del Profesor Universitario, organizada por la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia (ASOPRUDEA). También fue leída en la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá.

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Por Carlos Enrique Restrepo 
Profesor Instituto de Filosofía U. de A.  
carlosenriquerestrepo@hotmail.com

  A la Asociación de Profesores de la U. de A., en sus primeros cincuenta años.

Buenos días. Agradezco a los organizadores la honrosa invitación a este escenario y el haberme confiado esta enorme responsabilidad. Mi ánimo es el de compartir algunas ideas todavía muy embrionarias relativas a la educación que han sido para mí motivo de preocupación durante los últimos años, y específicamente, en lo que tiene que ver con la Universidad. Algunas de estas ideas las he presentado ―también de manera parcial― en algunos escritos que he compuesto y visto circular al calor de las circunstancias, publicados en los medios de información de la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia y en la Revista Debates

[1]. En esta preocupación, ha resonado para mí el diálogo constante con amigos y colegas como Sara Fernández, Luz Gloria Cárdenas, Germán Vargas Guillén, Jaime Rafael Nieto, Marco Antonio Vélez, Jorge Mahecha, Luis Antonio Ramírez, Maurizio Lazzarato, Ernesto Hernández, y muchos otros, a quienes expreso también mi reconocimiento y gratitud.

Especialmente, me inquieta el tema de la producción de saber, organizada hoy bajo los rigores del dispositivo institucional de la “investigación”. Este modelo de organización, según he sostenido, tiene mucho de desnaturalización del concepto, el sentido y la práctica de los saberes, al poner a gravitar a los universitarios y trabajadores del conocimiento en función del artificio de un nuevo juego, que redefine desde sus propios cimientos el quehacer del trabajo intelectual y la idea misma de Universidad, convertida hoy en un marasmo de burocracia y de mediaciones administrativas realmente adversas al sentido del conocimiento, a la autonomía de los académicos y a la cooperación entre las facultades y las disciplinas.

En esta ocasión, me gustaría intentar redefinir justamente la comprensión de una de las líneas que atraviesan el modelo de investigación según la concepción del Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación COLCIENCIAS. En sus instructivos y documentos dirigidos a universitarios, centros y grupos de investigación, se habla sin mucha claridad de “apropiación social del conocimiento”, lo cual parece indicar, al menos en un nivel primario, que se trata de un simple sucedáneo de la famosa divulgación académica y científica, como si se tratara de traducir el lenguaje de los saberes y las ciencias a la comprensión del vulgo, para que los progresos científicos vayan calando en el campo social. Sin embargo, en una interpretación más elaborada, la fórmula de COLCIENCIAS compone un discurso que, por su parte, el Comité Universidad-Empresa-Estado de Antioquia (CUEE) ha hecho suyo adaptándolo a la premisa de la “utilidad social del conocimiento”, defendida con tanto ahínco en días pasados por el científico colombiano Raúl Cuero en el acto conmemorativo de los 10 años del CUEE. En este contexto, de acuerdo con las declaraciones del científico, se deja claro un imperativo, a saber, que “la educación contemporánea de América Latina debe ser funcional”, que “lo que se debe hacer es hacerla pragmática”, y orientarla en una “pirámide del desarrollo del conocimiento hacia paradigmas y hacia el uso práctico del conocimiento”[2]. En esta versión, y quizás en su definición misma, la “apropiación social del conocimiento” no es más que el sofisma bajo el cual se reviste algo a lo que ya estamos acostumbrados: la valoración del conocimiento por el raso criterio de su aplicabilidad. Una vez más, se trata del discurso funcional encargado de empaquetar el conocimiento, considerado sin rodeos como un medio para el único fin de hacer empresa y producir rentabilidad.

Por mi parte, intentaré plantear otra fórmula, aparentemente análoga, pero completamente diferente en su concepto, a saber: la de la “reapropiación social del conocimiento”. Con este recurso, intento poner en práctica una operación discursiva, y por tanto, también política, que comienza por reconocer que el conocimiento es una producción social, hoy día enajenada y confiscada por los dispositivos de la investigación finalista, orientada o aplicada que se han instalado en todas las universidades del mundo y en los institutos de investigación avanzada, prefigurando una verdadera lucha por el conocimiento a nivel global que inaugura una forma todavía reciente del capitalismo al que muchos teóricos han dado en llamar capitalismo cognitivo.

Con este fin, recurro principalmente a los teóricos de un movimiento de pensadores y activistas italianos de inspiración marxista conocido en algunos ámbitos como el autonomismo italiano[3]. Este movimiento ha aportado las categorías fundamentales para describir esta lucha y para trazar estrategias en ese escenario de lucha, al calor de las agitaciones propias de una Europa en la que vemos surgir infinidad de movilizaciones sociales verdaderamente inéditas. Al recurrir a estos pensadores no quisiera recaer en la habitual práctica autocolonial en la que los académicos en América Latina parecemos incapaces de desprendernos de la vieja Europa. Lo hago más bien porque, ciertamente, en las dinámicas del proceso de acumulación capitalista, Europa ha llevado más lejos la experiencia de su proceso histórico, al punto de la actual bancarrota general, de suerte que tales pensadores han presenciado y sufrido directamente dichas dinámicas que se traducen en una clara crisis social, mientras que a nosotros se nos presentan apenas bajo el embeleco de opciones de vida social consideradas promisorias.

Los pensadores de dicho movimiento coinciden en distinguir tres fases en el proceso de expansión capitalista: en primer lugar, un capitalismo mercantil, formado alrededor de los intercambios de la producción artesanal y agrícola; en segundo lugar, con la revolución industrial iniciada en la Inglaterra de comienzos del siglo XIX, se dio el paso a un capitalismo industrial organizado mediante la producción fabril, fase en la cual surgieron los sujetos políticos constitutivos de toda la teoría marxista: una burguesía de propietarios industriales, y el proletariado. Y en tercer lugar, una nueva fase del capitalismo post-industrial en la que nos encontramos hoy, denominada capitalismo cognitivo.

Entre cada una de estas fases, lo que resulta determinante son las transformaciones en la concepción del trabajo y de la producción. En el primer caso, se trataba de un capitalismo rural, con viejas maneras heredadas todavía de la producción feudal, con clases sociales bastante simples como la aristocracia, los artesanos o el campesinado. En el segundo caso, se trata de un capitalismo cuyo proceso es correlativo al surgimiento de las urbes, y en el que la producción se organiza alrededor de las máquinas, lo que propició una organización en masa de las fuerzas productivas, en razón de lo cual la producción de valor pasó a depender directamente de la producción de manufacturas. Marx y Engels describieron con gran precisión el campo de fuerzas formado por este capitalismo industrial mediante las relaciones de clase, con categorías que todos conocemos como la lucha de clases, el trabajo enajenado y la explotación, nociones que sirvieron para la autocomprensión de las clases proletarias y su proyecto de emancipación. En el tercer caso, en cambio, se trata de la producción en condiciones sociales de un alto nivel de desarrollo tecnológico, de sociedades comandadas por máquinas informáticas y sistemas de información masivos, en las que el valor no depende ya de la producción de bienes ni mercancías, sino de la producción de saber. Dicho en otras palabras, en el capitalismo cognitivo el conocimiento es la genuina fuente de la producción de valor. Para ello han tenido que darse estas enormes transformaciones en la concepción del trabajo, no siempre reconocidas y a veces imperceptibles en la cotidianidad.

El postulado de base para estos teóricos es, pues, que hemos pasado del trabajo material, propio de las dos primeras fases del capitalismo, a un tipo de trabajo llamado trabajo inmaterial. Se trata del trabajo cognitivo, del trabajo que realizan los desarrolladores de tecnología o los manipuladores de signos, de la formulación y circulación de consignas, slogans y enunciados, de la producción estética, de la producción de discurso, en suma, de un trabajo más abstracto: el que realizamos investigadores, docentes, programadores, comunicadores, mercadotecnistas, publicistas, creadores de todo tipo, un trabajo que en la actualidad vemos altamente valorizado, que en consecuencia precariza todavía más los viejos regímenes de producción material (del campo, del taller, de la producción fabril), y que ocasiona otros escenarios de trabajo como el laboratorio, otras prácticas como el trabajo ingenieril, y otras formas de vida como las del trabajo deslocalizado o el teletrabajo. Esta condición se refleja en todos los órdenes: aparecen los discursos del capital humano, la educación es relanzada vertiginosamente a las dinámicas de la mercantilización general, las universidades pasan a verse disgregadas en una enorme gama de saberes imposibles de ordenar en facultades, calan en ellas los sistemas de competencia e incentivos, se disuelven las fronteras entre el tiempo de vida y el tiempo de trabajo, aparecen otras urgencias como la de la innovación y toda una orquestación económico-política que apunta a confiscar la producción de saber imponiéndole sus ritmos y sus finalidades… Esto no significa lógicamente que el trabajo material desaparezca; ciertamente sobrevive, como sobreviven también los trabajadores operarios de estos sectores de la producción, a saber: en condiciones precarias e infamantes, sólo que pasan a un renglón muy secundario de la economía que en adelante se orienta a explotar las nuevas formas de producción.

El propio Marx, en un texto de los Grundisse titulado “Fragmento sobre las máquinas”[4], había previsto este cambio de la producción material al trabajo inmaterial, cuando advertía que también el desarrollo industrial y tecnológico era producido en un movimiento de apropiación progresiva del trabajo vivo, sólo posible donde se había alcanzado “un desarrollo determinado de las fuerzas productivas, y entre tales fuerzas, también la ciencia”[5]. Esto significa que las fuerzas asociadas al trabajo del conocimiento se ponen en el centro de las fuerzas vivas, y por tanto, en el centro de los intereses del capital. El desarrollo del capitalismo, de este modo, demuestra dice Marx “hasta qué punto el conocimiento social general se ha convertido en fuerza productiva inmediata”, para lo cual acuña una noción nueva: la del General Intellect o Intelecto General.

El General Intellect se refiere, de un lado, al gran capital de los conocimientos acaudalado en el trasegar de las generaciones humanas, que no pertenece a nadie, sino que puede considerarse el patrimonio inmaterial colectivo de la humanidad. El conocimiento no es un acto privado, si bien es cierto que hay individuos que lo relanzan permanentemente a dimensiones que otrora permanecían desconocidas. Sin embargo, su producción, transmisión, conservación y reinvención son un trabajo social, al que concurrimos todos, cada uno a su manera: desde las soluciones básicas que damos a las necesidades prácticas hasta la agrupación de los conocimientos en sistemas (matemáticos, filosóficos, teológicos, jurídicos, técnicos o de signos) altamente complejos. Ya Hegel lo describía de modo incomparablemente mejor que ninguno, cuando hablaba de formación (Bildung) como la obra universal del espíritu: “En lo que se refiere a los conocimientos, lo que en épocas pasadas preocupaba al espíritu maduro de los hombres desciende ahora al plano de los conocimientos, ejercicios e incluso juegos propios de la infancia, y en las etapas progresivas pedagógicas reconoceremos la historia de la cultura proyectada como en contornos de sombras. Esta existencia pasada es ya patrimonio adquirido del espíritu universal, que forma la sustancia del individuo y que, manifestándose ante él en su exterior, constituye su naturaleza inorgánica”[6].

De otro lado, sin embargo, en la descripción más contemporánea de Paolo Virno, se tiene que el General Intellect no es tanto esta enciclopedia universal: “por General Intellect no debe entenderse el conjunto de los conocimientos adquiridos por la especie, sino la facultad de pensar, la potencia como tal, no sus innumerables realizaciones particulares”[7]. Al respecto, Virno especula la siguiente genealogía de dicho concepto, no del todo segura en el caso de Marx:

La noción de “intelecto general” puede tener diversos orígenes: quizá sea una réplica polémica a la “voluntad general” de Rousseau (según Marx no es la voluntad sino el intelecto lo que acumulan los productores); o, tal vez, el “intelecto general” sea la continuación materialista del concepto aristotélico de nous poietikos (el intelecto productivo, poiético). Pero, aquí, no importa la filología. Importa el carácter exterior, social, colectivo que compete a la actividad intelectual, en tanto de allí proviene, según Marx, el verdadero motor de la producción de riqueza[8].

Las consecuencias que Paolo Virno extrae del concepto marxista son sencillamente asombrosas: que el Intelecto General deviene la columna vertebral de la producción social, lo que lo convierte en un el primer objetivo del control capitalista; que la politización del trabajo se inicia, no tanto cuando se lo somete a la explotación material, sino cuando el pensamiento deviene el resorte principal de la producción de riqueza; que la actividad del pensamiento deja de ser privada, es decir, una labor individual como en las antiguas élites académicas de la burguesía, y que más bien se vuelve exterior y pública, es decir, política, al punto que “la actividad laboral puede absorber en sí muchas de las características que antes pertenecían a la acción política”[9].

Así, el trabajo cognitivo se sitúa en el centro de los intereses del capital. Esto ocasiona una nueva lucha social, la lucha global por el conocimiento, que pasa por muchos registros, y entre ellos, lógicamente, por el de la Universidad. Las transformaciones a nivel del trabajo implican, ciertamente, la disolución de la Universidad canónica, tan bien descrita por Kant en El conflicto de las facultades[10], y el paso de la universidad burguesa al proceso de masificación de la universidad. Con esto surge también, en palabras de Virno, una nueva figura del intelectual: la “intelectualidad de masas”[11], un nuevo sujeto social que hace ya insostenibles figuras como la del “intelectual orgánico” descrito por Antonio Gramci, y que revalúa también la función del maestro y del profesor, pues se trata para Virno de una intelectualidad difusa, dispersa, masificada, hecha de especialistas, que pierde los privilegios de clase del intelectual burgués para aproximarse más bien a una condición pseudo-proletaria del trabajo intelectual, también éste paulatinamente precarizado a medida que se masifica y se cierne sobre él una mayor explotación. Ciertamente, no se trata de que los obreros se vuelvan expertos en temas de biología molecular o de filología clásica, pero tal vez sí ocurra lo contrario: que un biólogo molecular o un filólogo clásico empiecen a mostrar un aspecto lamentablemente obreril, enajenados en una función de producción cuyos réditos van siendo paulatinamente cooptados por los agentes del capitalismo global. Escribe Virno:

Denomino “intelectualidad de masas” al conjunto del trabajo vivo postfordista (…) en tanto es depositario de competencia cognoscitiva y comunicativa no objetivable en el sistema de máquinas. La intelectualidad de masas es la forma preeminente con la cual se muestra hoy el General intellect. (…) Como he dicho en las jornadas precedentes, lo que viene sobresaliendo es el intelecto en general, es decir, las actitudes más genéricas de la mente: la facultad del lenguaje, la disposición al aprendizaje, la memoria, la capacidad de abstracción y correlación, la inclinación hacia la autorreflexión[12].

A este nuevo sujeto social, otro teórico italiano, Franco Berardi (Bifo), designa de un modo más simple: el cognitariado[13]. Según él, así como antaño hablábamos de explotación en la producción del proletariado, el cognitariado resulta ser el sujeto de la explotación en el régimen inmaterial de la producción del capital. Esta noción de cognitariado, según el autor, tiene la ventaja de no perderse en la vaporosa noción de General Intellect, tan abstracta como el espíritu hegeliano, y en lugar de eso le devuelve carne y cuerpo al sujeto de la explotación intelectual. El cognitariado, como agente real del Intelecto General, es en la definición de Bifo: “el flujo de trabajo semiótico socialmente difuso y fragmentado visto desde el punto de vista de su corporeidad social”[14]. Se trata de los cuerpos agentes del conocimiento general, bajo el estrés psíquico derivado de la explotación constante de las facultades de la atención y del pensamiento, de los cuerpos que dan vida al proceso consciente de la Inteligencia Colectiva (como la llama por su parte Pierre Levy): esa comunidad consciente de individuos cuyo trabajo por naturaleza es el más autónomo, el trabajo del conocimiento, comunidad que tiene frente a los poderes la ventaja de darse a sí misma su propia norma, pero que hoy día vemos paradójicamente envuelta en relaciones de subordinación y de explotación. Escribe Berardi:

Cuando uso la noción de trabajo cognitivo soy plenamente consciente de que el trabajo es siempre, en todos los casos, cognitivo. Hasta la producción de una flecha de piedra por parte del hombre de Neanderthal conlleva el empleo de una inteligencia con finalidad y hasta el más repetitivo de los trabajos de una cadena de montaje implica la coordinación de los movimientos físicos según una secuencia que requiere de las facultades intelectuales del obrero. Pero al decir trabajo cognitivo queremos decir un empleo exclusivo de la inteligencia, una puesta en acción de la cognición que excluye la manipulación física directa de la materia. En este sentido definiría el trabajo cognitivo como la actividad socialmente coordinada de la mente orientada a la producción de semiocapital. Trabajo cognitivo es el proceso de trabajo de la acción conectiva del cognitariado. ¿Qué significa la palabra cognitariado? Esta palabra híbrida lleva dentro de sí dos conceptos: el de trabajo cognitivo y el de proletariado. Cuando uso el término corporeidad social no lo hago a la ligera. Lo que está en juego en la definición social del trabajo cognitivo es precisamente el cuerpo, la sexualidad, la condición física perecedera, el inconsciente. (…) Pero la existencia social de los trabajadores cognitivos no se agota en la inteligencia: los cognitarios, en su materialidad existencial, también son cuerpo, es decir, nervios que se tensan en el esfuerzo de la atención constante, ojos que se cansan al fijarse en la pantalla. La inteligencia colectiva no reduce ni resuelve la existencia social de los cuerpos que producen esta inteligencia, de los cuerpos concretos de los cognitarios y las cognitarias. Y, menos aún, la inteligencia colectiva no reduce ni resuelve la complejidad y el sufrimiento del cuerpo planetario que se enmaraña, ahí fuera, sin inteligencia ni riqueza ni paz[15].

El cognitariado aparece así como una noción en la que, junto con los precarios y los migrantes, quedan comprendidos los nuevos sujetos metropolitanos en condiciones de explotación para un capitalismo cognitivo que hoy se enmascara en los manidos slogans como el de la innovación tecnológica o la sociedad del conocimiento. Tenemos que empezar por hacer una consciencia de clase de este cognitariado disperso, que hoy va siendo cada vez más arrinconado, y dónde más perceptiblemente, en las Universidades. No tengo manera de desarrollar aquí, por razones de tiempo, todas las consecuencias que se siguen para la Universidad. Me limitaré a una de ellas, planteada al menos como tarea inicial: la reapropiación social del conocimiento entendida bajo la prerrogativa de devolverle al trabajo del conocimiento su fuente colectiva, su naturaleza común: no es la divulgación científica ni la aplicación, sino la defensa de lo común en su carácter común, lo cual implica levantar una trinchera: la de la producción de saber contra el agenciamiento económico-político de la investigación administrada, burocrática, privatizada, patentada, indexada, clasificada, la que se pierde y nos pierde en ese marasmo de procesos, y que a fin de cuentas, no deja pensar. La reapropiación del conocimiento como función social y para el cuerpo social, necesariamente prefigura un campo de fuerzas al que concurren otras lógicas enfrentadas, como la de la apropiación y la expropiación. Se trata de que no se convierta en botín lo que es producto del trabajo de muchos: el patrimonio inmaterial colectivo, cuyo sujeto puede ser pensado como el cognitariado, pero también en la inmensa diáspora de ese “arlequín geopolítico” que son los agenciamientos de la multitud. En palabras de la ecologista y jurista ecuatoriana Lucía Gallardo Fierro, “la reapropiación social del conocimiento la entenderemos como la capacidad de la sociedad de exigir un debate político, que resignifique el espacio local como espacio de expresión de formas no-capitalistas de producción”[16]. Eso implica nuevas y difíciles luchas: contra el derecho de autor en todas sus formas (las patentes, la indexación, las bases de datos que comercian a gran escala la producción científica, los rankings…); implica, por tanto, liberar el conocimiento de la usura universal corporativa, e inventar nuevas formas de circulación del saber para salvaguardar entre todos el “derecho de lo común” (las políticas de open acces, el software libre, etc.); pero sobre todo, implica hacer valer, ante los poderes tecnocráticos, ante los llamados “expertos”, que nosotros, cognitarios, somos los que sabemos, que la producción de saber se traduce en una autonomía real, que la región del pensamiento es la esfera de nuestra libertad inviolable e inexpugnable, como en esa metáfora que los antiguos estoicos hacían de la parte racional del alma al llamarla la acrópolis: una ciudadela interior, una fortaleza en la que podemos enseñorearnos frente los poderes que hoy se disputan el control sobre la potencia del pensamiento prefigurando nuevas servidumbres.

Por estos días conmemoramos el día del profesor o del maestro, nociones que resultan hoy igual de difusas, pues quizás mencionan algo que imperceptiblemente estamos dejando de ser. Eso implica repensar las condiciones de los nuevos tiempos, y sobre todo, nuestro lugar en la Universidad. El trabajo del pensamiento es hoy, querámoslo o no, un trabajo político: algunos escuchamos en ello reverberar a lo lejos los ecos de un nuevo clamor: “¡cognitarios del mundo, uníos!”.


* Conferencia pronunciada el 16 de mayo de 2012 en la Universidad de Antioquia (Medellín), en la Celebración del Día del Profesor Universitario, organizada por la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia (ASOPRUDEA). Presentada también en la Jornada Académica: “La medición de Grupos de Investigación de Colciencias. El cognitariado en las brumas del capitalismo”, organizada por el Doctorado Interinstitucional en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional (Bogotá), el 22 de mayo de 2012.
[1] Cf., principalmente, Boletín “Co-Respondencias” y “La Palabra” en: http://asoprudea.udea.edu.co. Véase también: Restrepo, Carlos Enrique. “La Universidad en las brumas del capitalismo cognitivo (Tentativas de un manifiesto)”. En: Revista Debates, No. 61. Medellín: U. de A., enero-abril 2012, pp. 38-41. “La Universidad puesta en abismo”. En: Revista Debates, No. 58. Medellín: U. de A., enero-abril 2011, pp. 14-17.
[2] Cuero, Raúl. “La educación contemporánea debe desarrollar la cultura de la creatividad hacia la sostenibilidad”. En: Revista Debates, No. 61. Medellín: U. de A., 2012 (enero-abril), pp. 2-7, p. 4. Incluido también en el “dossier” de la reunión de CUUE publicado por el Periódico Alma Mater, No. 609. Medellín: U. de A., mayo de 2012, pp. 18-19.
[3] Los orígenes de esta corriente se remontan a los tiempos del “operaísmo” italiano a finales de la década de 1960, representado por Mario Tronti, Raniero Panzieri, Toni Negri, Sergio Bologna y Romano Alquanti. Actualmente, esta línea se prolonga en una “nueva generación” de pensadores post-obreristas o autonomistas, como Paolo Virno, Franco Berardi (Bifo), Maurizio Lazzarato, Cristian Marazzi, Giuseppe Cocco, Sandro Medrazza, entre otros.
[4] Marx, Karl. “Fragmento sobre las máquinas”. En: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, Vol. 2. Trad. Pedro Scaron. México: Siglo XXI, 1972, pp. 216-230.
[5] Ibídem.
[6] Hegel, G. W. F. Fenomenología del espíritu. Trad. Wenceslao Roces. México: F.C.E., 1997, p. 21.
[7] Virno, Paolo. Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida contemporáneas. Madrid: Traficantes de Sueños, 2003, p. 67.
[8] Ibíd., p. 37.
[9] Ibíd., p. 65.
[10] Kant, Immanuel. El conflicto de las facultades de filosofía y teología. Madrid: Trotta, 1999.
[11] Virno, Paolo. Op. cit., “Tesis 8”, p. 114 ss.
[12] Ibídem.
[13] Berardi, Franco. La fábrica de la infelicidad. Nuevas formas de trabajo y movimiento global. Madrid: Traficantes de Sueños, 2003. Véase también: Berardi, Franco. “Del intelectual orgánico a la formación del cognitariado”. En: Archipiélago, No. 66. Dossier: “¿Qué significa hoy pensar políticamente?”, 2005, pp. 57-67.
[14] Ibíd., p. 96.
[15] Ibíd., pp. 97-98.

[16] Gallardo Fierro, Lucía. “Los nuevos confinamientos del saber. Propiedad intelectual y nuevas biotecnológicas”. En: Ecología política, No. 29. Barcelona: Icaria Editorial, 2005, pp. 15-28, p. 16.