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domingo, 18 de agosto de 2013

Reflexiones dobre los semilleros de investigación

El pasado 15 de agosto de 2013 se realizó en la Sede de Investigación de la Universidad de Antioquia (SIU) el Simposio: Semilleros de investigación de la Universidad de Antioquia. Dinámicas y experiencias, organizado por la Red de Semilleros de Investigación UdeA (Redsin) y el Grupo de Investigación: Historia de la Práctica Pedagógica en Colombia de la Facultad de Educación.

Acontinuación compartimos las reflexiones sobre este particular de Carlos Enrique Restrepo, profesor del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia.


*** 


ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS-TRABAJADORES PRECARIZADOS.
A propósito de los dilemas del Sistema Universitario de Investigación

Carlos Enrique Restrepo
Cognitario del Seminario: “La universidad sin condición”
Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia
alteridad@quimbaya.udea.edu.co

Lejos de cualquier ingenuo progresismo, que establece un arbitrario nexo causal entre la intelectualización de la fuerza de trabajo y su inminente liberación, la cognitivación del trabajo también significa la cognitivación de la medición y de la explotación, una cognitivación de la jerarquía de clase, de la regulación salarial y de la división del trabajo.
Gigi Roggero

La economía es el método. El objetivo es cambiar el alma.
Margaret Thatcher


El pasado 15 de agosto de 2013 se realizó en la Sede de Investigación de la Universidad de Antioquia (SIU) el Simposio: Semilleros de investigación de la Universidad de Antioquia. Dinámicas y experiencias, organizado por la Red de Semilleros de Investigación UdeA (Redsin) y el Grupo de Investigación: Historia de la Práctica Pedagógica en Colombia de la Facultad de Educación. En el Simposio se presentaron los resultados del proyecto: Trayectoria e impacto de la estrategia Semilleros de Investigación de la Universidad de Antioquia para la universidad y en el contexto local y nacional, aprobado por la convocatoria temática “Universidad y Educación Superior” del CODI y la Vicerrectoría de Investigación. El Simposio contó, entre otros, con la participación de los responsables del proyecto, representantes de los comités técnicos de investigación de las Facultades de Derecho, Educación, la Escuela de Nutrición y Dietética, y el Vicerrector de Investigación.


El diagnóstico del encuentro fue claro: si bien los semilleros constituyen “una experiencia exitosa de investigación formativa” en el nivel del pregrado, el hecho es que no existe una política integrada de semilleros en el Sistema Universitario de Investigación (SUI). Actualmente, tanto el reconocimiento como el funcionamiento de los semilleros están condicionados a su anexión a Grupos de Investigación reconocidos, a su participación en proyectos de investigación en curso, o a la regulación que les otorguen autónomamente las Facultades, Escuelas o Institutos.

Para el Vicerrector de Investigación, la investigación formativa de los estudiantes de pregrado no depende estrictamente de una política de semilleros, sino que está garantizada por la existencia del Programa de Jóvenes Investigadores del SUI, el cual permite la iniciación de estudiantes de pregrado en la práctica de la investigación mediante su selección y reclutamiento en Grupos reconocidos, bajo la tutela directa del respectivo coordinador. Pero, en lugar de una garantía, la medida restringe enormemente los espacios de investigación formativa, toda vez que se ciñe a la directriz de Colciencias según la cual por Jóvenes Investigadores hay que considerar al “[joven] con formación de pregrado finalizada, integrante de un grupo de investigación, que hace parte de un proyecto de investigación y está inscrito en un programa institucional de Jóvenes Investigadores” (Cf. Colciencias, Modelo de medición de grupos de investigación científica, desarrollo tecnológico e innovación, junio de 2012).

La tenaza de Colciencias y el SUI plantea grandes interrogantes y vacíos sobre el futuro de la investigación formativa en el nivel de pregrado, específicamente al dejar subsistir los semilleros como una anomalía aprovechable en el Sistema de Investigación. Si bien las iniciativas de Redsin, y de su análogo nacional Redcolsi, propenden por el reconocimiento e integración de los semilleros en el Sistema, lo cierto es que no hay la voluntad institucional de formular una política para los semilleros, los cuales en la opinión del Vicerrector de Investigación son una iniciativa personal, voluntaria y extracurricular de estudiantes y profesores, sin implicaciones ni obligaciones para la universidad ni para el Sistema.

A esta aporía subyacen, en realidad, las tensiones y contradicciones entre la investigación libre y la investigación dirigida, esto es, entre el conocimiento vivo ―cuya condición propia es la autonomía― y su validación, reconocimiento y gestión institucional, ya sea mediante la supervisión ministerial o la de su sucedáneo, el Sistema Universitario de Investigación. Por eso, en lugar de gravitar en discusiones en torno al centro de las formas jurídicas, a menudo vacías, de las que se esperan siempre reconocimiento e inclusión, más urgente resulta interrogar el estatuto de la producción de saber en la transición hacia la “universidad investigativa” y hacia la “sociedad del conocimiento”, en las que este último se vuelve objeto de las decisiones políticas a medida que sufre el asedio permanente de su apropiación por el capital.

En ese contexto, la “gestión” de las fuerzas vivas del pensamiento y la creatividad de los jóvenes pasa por la criba y la selección de prospectos, en lo que resulta ser una intervención directa sobre ese nuevo medio de competencia que es la universidad. La política de investigación toma entonces por función la de compartimentar los flujos de la formación y el trabajo del conocimiento, en la larga serie de mediaciones y ascensos (estudiantes destacados, prospectos, magíster, investigador junior, asociado, sénior, con todos los subtipos y requisitos respectivos) que, con el embeleco de la promesa del “éxito” profesional (trabajo-remuneración) y el refuerzo de los incentivos (proyectos financiados, pasantías, becas), disuelven el término que otrora representaba la profesión, relanzándola al calvario de la cualificación y la formación permanentes. El Sistema establece así un mecanismo perverso que combina el reconocimiento y la explotación, por cuanto subordina el “proyecto” de los jóvenes (su vida profesional) a moldearse bajo la estricta observancia de las condiciones de selección, en todas y cada una de sus instancias de validación.

Para Gigi Roggero (2013), todo esto ocurre cuando la producción de saber ha sido recodificada bajo la racionalidad empresarial del costo-beneficio, e inscrita por tanto en el circuito del mercado global de la educación. En este caso, lo que hay que reconocer es que, siendo como son productores de conocimiento, los estudiantes no son ya considerados fuerza de trabajo como aprendices, sino que son de inmediato trabajadores precarios, en los mismos inicios de la formación. La cadena de explotación que se abre presupone, sin embargo, que la sola profesión no basta; que la antigua garantía del título universitario para el ejercicio laboral queda reducida a la insignificancia; que el “futuro” como profesional, y sus concomitantes expectativas de realización personal, han sido confiscadas por un abstracto sistema de subalternidades y rangos, que comienza por la subordinación directa de los estudiantes promovidos y su reclutamiento al servicio de un Grupo, un proyecto o un profesor (el líder), bajo un complejo funcionamiento que, además del requisito de los méritos académicos, interpone el paso por el aparato administrativo, el azaroso camino de las convocatorias y concursos, el revisionismo constante de la evaluación, el acrecentamiento individual de la deuda en educación de posgrado, y en fin, los rigores del tiempo muerto de los papeles y despachos, entre los que se fragua la vida del estudiante como trabajador. Como contraparte, el Sistema amenaza de modo constante con la posibilidad del fracaso, al dejar el remanente de una gran masa de estudiantes y profesionales confinados a las márgenes: los “condenados de la tierra” en los predios de la investigación institucionalizada, aquellos que engrosan la “población flotante” del cognitariado más precario (los “no aptos”, los grupúsculos románticos, los “semilleros” ingerminados, los profesionales desempleados, la masa mercenaria y desesperanzada del profesorado por horas cátedra…).

Abandonados a su propia suerte, los semilleros de investigación son una zona gris del proceso de selección natural y lucha por la existencia al que se enfrentan hoy los estudiantes universitarios, pero al mismo tiempo, una instancia de incubación y enganche en el circuito de explotación constituido bajo la gramática ministerial del modelo lineal de innovación (I+D) y la política de ciencia y tecnología (CyT). Por esta razón, la lucha de los estudiantes no debe ser la de su inclusión en la gramática jurídico-política del SUI, sino su reivindicación autonomista como escenario de la investigación libre en los albores de un capitalismo cognitivo que, en último término, depende de la producción de saber como genuina fuente del valor. Lo que vemos prefigurarse es una lucha por el conocimiento que deberá prolongarse en un movimiento de fuga y de éxodo, toda vez que “en las nuevas jerarquías sociales y en la emergente composición de clase, la universidad no es el único lugar donde se produce conocimiento y cultura” (Roggero, 2012). En su lugar, la academia ha sido excedida por flujos de producción de saber diseminados por doquier en el campo social, desarrollados sin jerarquías de clase en espacios y escenarios alternos de cooperación, capaces por tanto de nuevos modos de organización y nuevos medios de expresión. De lo que se trata hoy es más bien de hacer consistir la autonomía del conocimiento vivo en una auténtica revolución del conocimiento vivo. El cognitariado, y en especial los estudiantes, deben ser capaces de trazar, entre las grietas del Sistema, una deriva de sus fuerzas vivas (el talento), lejos de un modelo de gestión del cual el saber humano nunca necesitó para desarrollarse, pero que hoy vemos naturalizado tras dos siglos de anexión de la universidad como función de Estado, y en el momento de su integración capitalista al mundo empresarial.

De otro lado, es también responsabilidad de nosotros, los profesores, no prestarnos más a la ópera bufa de este modelo de gestión que vampiriza los cerebros, los cuerpos, y en suma, la vida de los jóvenes, que les roba las almas solapándose en el andamiaje de la burocracia de la investigación universitaria, cuya función es justamente la de bisagra en la transición a la forma empresarial o corporativa de la universidad. En función de la nomadización y del éxodo, habrá que volver, entre tanto, a las formas sólo aparentemente caducas del sabio aficionado, del autodidacta, a la relación entre maestro y discípulo, pero también potenciar las prácticas colectivas de acceso abierto, en las que sin guardarse para sí los secretos de la profesión, las técnicas, las ideas aparentemente únicas de los proyectos institucionales, acontece el milagro de una educación concebida de manera más originaria como producción social y como acto de solidaridad y donación. Los estudiantes tendrán que reclamar así de sus profesores la coherencia con el deber que Nietzsche prescribía, si es que hay algún sentido en el mantenimiento de las escuelas: “Tus verdaderos educadores y formadores te revelan cuál es el auténtico sentido originario y la materia fundamental de tu ser, algo que en modo alguno puede ser educado ni formado y, en cualquier caso, difícilmente accesible, capturable, paralizable; tus educadores no pueden ser otra cosa que tus liberadores. He aquí el secreto de toda formación”.

Referencias

Edu-Factory & Universidad Nómada (2010). La universidad en conflicto. Capturas y fugas en el mercado global del saber. Madrid: Traficantes de sueños.

Fernández González, J. et al (2013). De la nueva miseria. La universidad en crisis y la nueva rebelión estudiantil. Madrid: Akal.

Nietzsche, F. (1999) Schopenhauer como educador. Trad. Luis Moreno Claros. Madrid: Valdemar.

Roggero, G. (2005) Intelligenze fuggitive: movimento contro l'università azienda. Italia: Manifestolibri.

Roggero, G. (2011) The Production of Living Knowledge: The Crisis of the University and the Transformation of Labor in Europe and North America. Philadelphia: Temple University Press.

Roggero, G. (2012) “La autonomía del conocimiento vivo en la universidad-metrópolis”. Trad. Marcelo Expósito. En: Revista Debates, No. 62. Medellín: UdeA, pp. 69-74.

Roggero, G. (2013). “La revolución del conocimiento vivo”. Trad. Esther Juliana Vargas (inédita). Versión en inglés en: http://viewpointmag.com/2012/07/09/the-revolution-of-living-knowledge/



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