El pasado 15 de agosto de 2013 se realizó en la Sede de Investigación
de la Universidad de Antioquia (SIU) el Simposio: Semilleros de
investigación de la Universidad de Antioquia. Dinámicas y experiencias,
organizado por la Red de Semilleros de Investigación UdeA (Redsin) y el
Grupo de Investigación: Historia de la Práctica Pedagógica en Colombia
de la Facultad de Educación.
Acontinuación compartimos las reflexiones sobre este particular de Carlos Enrique Restrepo, profesor del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia.
Acontinuación compartimos las reflexiones sobre este particular de Carlos Enrique Restrepo, profesor del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia.
***
ESTUDIANTES
UNIVERSITARIOS-TRABAJADORES PRECARIZADOS.
A
propósito de los dilemas del Sistema Universitario de Investigación
Carlos
Enrique Restrepo
Cognitario del Seminario:
“La universidad sin condición”
Instituto de Filosofía,
Universidad de Antioquia
alteridad@quimbaya.udea.edu.co
Lejos
de cualquier ingenuo progresismo, que establece un arbitrario nexo causal entre
la intelectualización de la fuerza de trabajo y su inminente liberación, la
cognitivación del trabajo también significa la cognitivación de la medición y
de la explotación, una cognitivación de la jerarquía de clase, de la regulación
salarial y de la división del trabajo.
Gigi Roggero
La
economía es el método. El objetivo es cambiar el alma.
Margaret Thatcher
El pasado 15 de agosto de 2013 se
realizó en la Sede de Investigación de la Universidad de Antioquia (SIU) el
Simposio: Semilleros de investigación de
la Universidad de Antioquia. Dinámicas y experiencias, organizado por la
Red de Semilleros de Investigación UdeA (Redsin) y el Grupo de Investigación:
Historia de la Práctica Pedagógica en Colombia de la Facultad de Educación. En
el Simposio se presentaron los resultados del proyecto: Trayectoria e impacto de la estrategia Semilleros de Investigación de
la Universidad de Antioquia para la universidad y en el contexto local y
nacional, aprobado por la convocatoria temática “Universidad y Educación
Superior” del CODI y la Vicerrectoría de Investigación. El Simposio contó,
entre otros, con la participación de los responsables del proyecto,
representantes de los comités técnicos de investigación de las Facultades de
Derecho, Educación, la Escuela de Nutrición y Dietética, y el Vicerrector de
Investigación.
El diagnóstico del encuentro fue
claro: si bien los semilleros constituyen “una experiencia exitosa de
investigación formativa” en el nivel del pregrado, el hecho es que no existe
una política integrada de semilleros en el Sistema Universitario de
Investigación (SUI). Actualmente, tanto el reconocimiento como el funcionamiento
de los semilleros están condicionados a su anexión a Grupos de Investigación reconocidos,
a su participación en proyectos de investigación en curso, o a la regulación
que les otorguen autónomamente las Facultades, Escuelas o Institutos.
Para el Vicerrector de
Investigación, la investigación formativa de los estudiantes de pregrado no
depende estrictamente de una política de semilleros, sino que está garantizada
por la existencia del Programa de Jóvenes Investigadores del SUI, el cual
permite la iniciación de estudiantes de pregrado en la práctica de la
investigación mediante su selección y reclutamiento en Grupos reconocidos, bajo
la tutela directa del respectivo coordinador. Pero, en lugar de una garantía,
la medida restringe enormemente los espacios de investigación formativa, toda
vez que se ciñe a la directriz de Colciencias según la cual por Jóvenes
Investigadores hay que considerar al “[joven] con formación de pregrado
finalizada, integrante de un grupo de investigación, que hace parte de un
proyecto de investigación y está inscrito en un programa institucional de
Jóvenes Investigadores” (Cf.
Colciencias, Modelo de medición de grupos
de investigación científica, desarrollo tecnológico e innovación, junio de 2012).
La tenaza de Colciencias y el SUI plantea
grandes interrogantes y vacíos sobre el futuro de la investigación formativa en
el nivel de pregrado, específicamente al dejar subsistir los semilleros como una
anomalía aprovechable en el Sistema de Investigación. Si bien las iniciativas
de Redsin, y de su análogo nacional Redcolsi, propenden por el reconocimiento e
integración de los semilleros en el Sistema, lo cierto es que no hay la
voluntad institucional de formular una política para los semilleros, los cuales
en la opinión del Vicerrector de Investigación son una iniciativa personal,
voluntaria y extracurricular de estudiantes y profesores, sin implicaciones ni obligaciones
para la universidad ni para el Sistema.
A esta aporía subyacen, en
realidad, las tensiones y contradicciones entre la investigación libre y la investigación
dirigida, esto es, entre el conocimiento
vivo ―cuya condición propia es la autonomía―
y su validación, reconocimiento y gestión institucional, ya sea mediante la
supervisión ministerial o la de su sucedáneo, el Sistema Universitario de
Investigación. Por eso, en lugar de gravitar en discusiones en torno al centro
de las formas jurídicas, a menudo vacías, de las que se esperan siempre
reconocimiento e inclusión, más urgente resulta interrogar el estatuto de la producción de saber en la transición
hacia la “universidad investigativa” y hacia la “sociedad del conocimiento”, en
las que este último se vuelve objeto de las decisiones políticas a medida que
sufre el asedio permanente de su apropiación por el capital.
En ese contexto, la “gestión” de las
fuerzas vivas del pensamiento y la creatividad de los jóvenes pasa por la criba
y la selección de prospectos, en lo que resulta ser una intervención directa
sobre ese nuevo medio de competencia que es la universidad. La política de
investigación toma entonces por función la de compartimentar los flujos de la
formación y el trabajo del conocimiento, en la larga serie de mediaciones y
ascensos (estudiantes destacados, prospectos, magíster, investigador junior, asociado, sénior, con todos los subtipos y requisitos respectivos) que, con el embeleco de la promesa del “éxito” profesional
(trabajo-remuneración) y el refuerzo de los incentivos (proyectos financiados, pasantías,
becas), disuelven el término que otrora representaba la profesión, relanzándola
al calvario de la cualificación y la formación permanentes. El Sistema establece
así un mecanismo perverso que combina el reconocimiento y la explotación, por
cuanto subordina el “proyecto” de los jóvenes (su vida profesional) a moldearse
bajo la estricta observancia de las condiciones de selección, en todas y cada
una de sus instancias de validación.
Para Gigi Roggero (2013), todo esto
ocurre cuando la producción de saber ha
sido recodificada bajo la racionalidad empresarial del costo-beneficio, e
inscrita por tanto en el circuito del mercado global de la educación. En este
caso, lo que hay que reconocer es que, siendo como son productores de
conocimiento, los estudiantes no son ya considerados fuerza de trabajo como
aprendices, sino que son de inmediato trabajadores precarios, en los mismos inicios
de la formación. La cadena de explotación que se abre presupone, sin embargo,
que la sola profesión no basta; que la antigua garantía del título
universitario para el ejercicio laboral queda reducida a la insignificancia; que
el “futuro” como profesional, y sus concomitantes expectativas de realización
personal, han sido confiscadas por un abstracto sistema de subalternidades y
rangos, que comienza por la subordinación directa de los estudiantes promovidos
y su reclutamiento al servicio de un Grupo, un proyecto o un profesor (el líder), bajo un complejo funcionamiento
que, además del requisito de los méritos académicos, interpone el paso por el
aparato administrativo, el azaroso camino de las convocatorias y concursos, el
revisionismo constante de la evaluación, el acrecentamiento individual de la
deuda en educación de posgrado, y en fin, los rigores del tiempo muerto de los papeles
y despachos, entre los que se fragua la vida del estudiante como trabajador.
Como contraparte, el Sistema amenaza de modo constante con la posibilidad del
fracaso, al dejar el remanente de una gran masa de estudiantes y profesionales
confinados a las márgenes: los “condenados de la tierra” en los predios de la
investigación institucionalizada, aquellos que engrosan la “población flotante”
del cognitariado más precario (los “no aptos”, los grupúsculos románticos, los
“semilleros” ingerminados, los profesionales desempleados, la masa mercenaria y
desesperanzada del profesorado por horas cátedra…).
Abandonados a su propia suerte, los
semilleros de investigación son una zona gris del proceso de selección natural
y lucha por la existencia al que se enfrentan hoy los estudiantes
universitarios, pero al mismo tiempo, una instancia de incubación y enganche en
el circuito de explotación constituido bajo la gramática ministerial del modelo
lineal de innovación (I+D) y la política de ciencia y tecnología (CyT). Por
esta razón, la lucha de los estudiantes no debe ser la de su inclusión en la
gramática jurídico-política del SUI, sino su reivindicación autonomista como
escenario de la investigación libre
en los albores de un capitalismo
cognitivo que, en último término, depende de la producción de saber como
genuina fuente del valor. Lo que vemos prefigurarse es una lucha por el
conocimiento que deberá prolongarse en un movimiento de fuga y de éxodo, toda
vez que “en las nuevas jerarquías sociales y en la emergente composición de
clase, la universidad no es el único lugar donde se produce conocimiento y
cultura” (Roggero, 2012). En su lugar, la academia ha sido excedida por flujos
de producción de saber diseminados por doquier en el campo social, desarrollados
sin jerarquías de clase en espacios y escenarios alternos de cooperación,
capaces por tanto de nuevos modos de organización y nuevos medios de expresión.
De lo que se trata hoy es más bien de hacer consistir la autonomía del conocimiento vivo en una auténtica revolución del conocimiento vivo. El
cognitariado, y en especial los estudiantes, deben ser capaces de trazar, entre
las grietas del Sistema, una deriva de sus fuerzas vivas (el talento), lejos de
un modelo de gestión del cual el saber humano nunca necesitó para desarrollarse,
pero que hoy vemos naturalizado tras dos siglos de anexión de la universidad
como función de Estado, y en el momento de su integración capitalista al mundo empresarial.
De otro lado, es también
responsabilidad de nosotros, los profesores, no prestarnos más a la ópera bufa
de este modelo de gestión que vampiriza los cerebros, los cuerpos, y en suma,
la vida de los jóvenes, que les roba las almas solapándose en el andamiaje de
la burocracia de la investigación universitaria, cuya función es justamente la de
bisagra en la transición a la forma empresarial o corporativa de la
universidad. En función de la nomadización y del éxodo, habrá que volver, entre
tanto, a las formas sólo aparentemente caducas del sabio aficionado, del autodidacta,
a la relación entre maestro y discípulo, pero también potenciar las prácticas
colectivas de acceso abierto, en las
que sin guardarse para sí los secretos de la profesión, las técnicas, las ideas
aparentemente únicas de los proyectos institucionales, acontece el milagro de una
educación concebida de manera más originaria como producción social y como acto
de solidaridad y donación. Los estudiantes tendrán que reclamar así de sus
profesores la coherencia con el deber que Nietzsche prescribía, si es que hay
algún sentido en el mantenimiento de las escuelas: “Tus verdaderos educadores y
formadores te revelan cuál es el auténtico sentido originario y la materia
fundamental de tu ser, algo que en modo alguno puede ser educado ni formado y,
en cualquier caso, difícilmente accesible, capturable, paralizable; tus
educadores no pueden ser otra cosa que tus liberadores. He aquí el secreto de
toda formación”.
Referencias
Edu-Factory & Universidad
Nómada (2010). La universidad en
conflicto.
Capturas y fugas
en el mercado global del saber. Madrid: Traficantes de
sueños.
Fernández González, J. et al (2013). De la nueva miseria. La universidad en crisis y la nueva rebelión
estudiantil. Madrid: Akal.
Nietzsche, F. (1999) Schopenhauer como educador. Trad. Luis
Moreno Claros. Madrid: Valdemar.
Roggero, G. (2005) Intelligenze fuggitive: movimento contro
l'università azienda. Italia:
Manifestolibri.
Roggero, G.
(2011) The Production of Living
Knowledge: The Crisis of the University and the Transformation of Labor in
Europe and North America. Philadelphia: Temple University
Press.
Roggero, G. (2012) “La autonomía
del conocimiento vivo en la universidad-metrópolis”. Trad. Marcelo Expósito.
En: Revista Debates, No. 62.
Medellín: UdeA, pp. 69-74.
Roggero, G. (2013). “La revolución
del conocimiento vivo”. Trad. Esther Juliana Vargas (inédita). Versión en
inglés en:
http://viewpointmag.com/2012/07/09/the-revolution-of-living-knowledge/
No hay comentarios:
Publicar un comentario