Gigi Roggero**
Universidad
Nómada (Italia)
Traducción: Esther Juliana Vargas
Universidad de La Salle
(Bogotá)
Vivimos en una situación
revolucionaria. Podríamos formular la definición clásica en los siguientes
términos: las élites gobernantes del capital global no pueden vivir en el pasado; los trabajadores, los precarios, los
estudiantes, los pobres, el conocimiento vivo rechaza vivir como en el pasado. La crisis global, las luchas
transnacionales ―desde las insurrecciones del norte de África hasta las acampadas de España y la Plaza Syntagma,
desde los movimientos universitarios chilenos hasta los Occupy y el levantamiento de Québec― están compuestas por la
convergencia de una clase media en declive y un proletariado cuya pobreza es
directamente proporcional a su productividad.
En este contexto, la
universidad es un sitio clave, pero no ya de producción del conocimiento; por
el contrario, mientras más conocimiento se extienda en toda la fábrica social,
menos será la universidad el sitio privilegiado de su transmisión. La Torre de
Marfil definitivamente está cayendo; pero la universidad es el sitio clave para
estas luchas, para sus posibilidades de territorialización y generalización.
El Colectivo Edu-Factory ha definido este contexto
como una “crisis doble”, esto es, la crisis de la universidad y la crisis de la
economía global. De hecho, es imposible comprender las transformaciones y las
luchas de la universidad sin vincularlas con las trasformaciones y las luchas
del trabajo y la producción. Entonces, de manera taquigráfica, esbocemos cinco
tendencias de la economía política de la universidad y su crisis, equivalentes
a cinco campos de batalla de las luchas transnacionales.
1. La crisis de la idea tradicional de
conocimiento, que es también la crisis de la mitología izquierdista sobre el
conocimiento como un bien neutral y común que hay que defender de la
mercantilización. En el capitalismo contemporáneo, el conocimiento ―que
es a la vez una fuente central y un medio de producción― no es sólo una mercancía: es una
mercancía central en la acumulación
capitalista. De hecho, no hay neutralidad y naturalidad del conocimiento: es
siempre una cuestión de producción, y dentro de las relaciones sociales
capitalistas también es una fuente de explotación.
Cuando hablamos de conocimiento vivo, estamos tratando de
identificar la nueva composición del trabajo
vivo, y de la socialización de la producción del conocimiento. Este es un
proceso ambivalente: el conocimiento es lo que es producido en común por el
trabajo vivo, y también lo que es explotado por el capital; es la posibilidad
de la autonomía de la cooperación social, y a la vez, aquello que captura y
valora el capital. En este proceso ambivalente, el conocimiento se convierte en
un campo de batalla central: lo común no existe por naturaleza, pero debe ser
producido.
2. La crisis de las disciplinas, esto es, de la
organización moderna del conocimiento. En
la primavera de 2009, respondiendo a la pregunta formulada por la Reina de
Inglaterra, un grupo de economistas de la corriente actual concluyó que la ciencia
económica no sólo había sido incapaz de prever la crisis en sus inicios, sino
que además fue absolutamente incapaz de entender nada sobre la economía, e
incluso que podría ser la responsable de la crisis misma. El discurso de otras disciplinas
no es muy diferente: éstas son cada vez más incapaces de explicar lo que está
pasando. Las disciplinas, así como la retórica de la interdisciplinariedad,
representan cada vez menos una forma de organización
del conocimiento, basadas en su producción común.
3. La crisis de la figura tradicional del
estudiante. Dado que ellos son productores de conocimiento,
los estudiantes ya no son la fuerza de trabajo como aprendices, sino que son de
inmediato trabajadores, y trabajadores precarios. De hecho, hay una constante
superposición entre el mercado de la educación y el mercado laboral (piénsese
en la “formación permanente” o en el sistema de acreditación). No es una
coincidencia que los problemas laborales (precariedad, devaluación de la fuerza
de trabajo, empobrecimiento, crisis, etc.) se hayan vuelto centrales en las
luchas estudiantiles y universitarias en los últimos años. Y por esta razón las
luchas universitarias tienen un potencial de generalización política a través
de su plena composición de clase.
4. La crisis de la dialéctica moderna entre lo
público y lo privado. Consideremos la corporativización de la
universidad. Esto no significa solamente la entrada de fondos privados en las
instituciones públicas. En los modelos americanos y anglosajones, la definición
de corporaciones universitarias no depende tanto de su estatus jurídico: ambas
son públicas y privadas, y son financiadas tanto por el Estado como por dinero
de las corporaciones. “Corporación universitaria” significa que la universidad
misma se ha convertido en una corporación, para trabajar en el cálculo del
costo-beneficio, la racionalidad del presupuesto y reducir los costos de
personal, para competir en el mercado global de la educación. Esto significa
una universidad más allá de la dialéctica entre lo público y lo privado, entre
el Estado y el mercado. Desde el punto de vista de las luchas, esto significa
que no tenemos nada que defender: lo que está en juego es un proceso
constituyente de una nueva universidad. Llamamos a esto la universidad de lo común.
5. La crisis de la universidad como mecanismo de
ascenso social. La precariedad y el endeudamiento ―como
condiciones de vida permanentes― han demolido la idea de que se va a la
universidad para adquirir una posición más alta. En definitiva, esto significa
una caída irreversible de las promesas progresistas del capitalismo, incluso en
sus formas competitivas individualistas.
En el desmantelamiento del
bienestar, ejemplificado por el incremento loco de las matrículas en Québec, la
deuda se convierte en una forma perversa de acceder a las necesidades sociales
(vivienda, educación, salud, movilidad, etc.). Podemos hablar de una
financiarización de la universidad y de la vida. El sistema de deuda funciona
como un proceso de canalización de nuestras escogencias, un régimen
disciplinario impuesto no sólo en nuestro presente, sino ante todo como una
hipoteca sobre nuestro futuro. Este es un régimen moral de individualización:
si estás endeudado, sufres de culpa. Pero precisamente por estas razones
debemos oponernos a los juicios morales de la Izquierda sobre el acceso al
sistema crediticio, porque el uso del crédito también resalta la
incomprensibilidad de las necesidades sociales. La Occupy Student Debt Campaing, y su demanda de un tipo de derecho
colectivo a la quiebra para los estudiantes, los trabajadores, los pobres y la
gente precaria, es estratégica: por una parte, para reapropiar la riqueza
social que producimos en común; por otra parte, para rechazar el régimen moral
del capital financiero y sus aparatos de individualización, y para crear un
proceso colectivo. De hecho, podemos decir que la lucha por el crédito-deuda en
el capitalismo contemporáneo es equivalente a la lucha por el salario en el
capitalismo industrial.
Sobre estas bases, concluyamos
con un par de preguntas políticas que surgen a raíz de los movimientos
transnacionales. Por una parte, ¿cómo podemos construir una política de la
composición común entre la clase media en declive y el proletariado “sin
futuro”, elementos que tienen ambos en común el empobrecimiento y la expropiación
capitalista, pero que están segmentados por los aparatos del capitalismo
financiero (deuda, individualización, estratificación salarial, políticas de la
identidad, etc.)? Este es el nodo central para la organización de lo común.
Por otro lado, actualmente el
campo de batalla no está situado en la defensa de lo público (porque se trata
de lo público-privatizado), sino en un proceso constituyente más allá del
sistema de la representación política. La ocupación de las plazas, las
universidades y los espacios
metropolitanos no es una protesta, no hay demandas para hacer frente al
gobierno. Estas prácticas indican la creación inmediata de una nuevo espacio-tiempo,
una forma embrionaria de organización de la vida en común. La pregunta aquí es:
¿cómo podemos construir una organización colectiva para nuestra cooperación
autónoma, y destruir los mecanismos de captura capitalista? ¿Cómo podemos
trasformar la universidad hacia una institución de lo común?
Estamos viviendo una situación
revolucionaria, pero también sabemos que de suyo esto no basta para ocasionar
mecánicamente el movimiento de la revolución misma. El “1%” no caerá si no los
empujamos. Esta es nuestra tarea.
*Artículo expuesto y discutido en el marco del Simposio: Semilleros de
investigación de la Universidad de Antioquia. Dinámicas y experiencias. Realizado el pasado 15 de agosto de 2013 en la Sede de Investigación de la Universidad de Antioquia (SIU.
** Gigi Roggero es militante del colectivo Edu-Factory y de la red UniNomade. También es investigador precario en la Universidad de Bolonia. Autor de The Production of Living Knowledge: The Crisis of the University and the Transformation of Labor in Europe and North America (Philadelphia: Temple University Press, 2011).
** Gigi Roggero es militante del colectivo Edu-Factory y de la red UniNomade. También es investigador precario en la Universidad de Bolonia. Autor de The Production of Living Knowledge: The Crisis of the University and the Transformation of Labor in Europe and North America (Philadelphia: Temple University Press, 2011).
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