Por: Luis Felipe Buelvas Rico
Estudiante
de Filosofía de la Universidad de Cartagena
“La necesidad de enseñar la filosofía sólo puede derivar
de la necesidad misma de la filosofía”
(Adolfo
Sánchez Vásquez)
La
enseñanza de la filosofía en las aulas de clase es fundamental, pues este
quehacer, disciplina o como se le llame no es un simple juego de unos viejitos barbones que un día decidieron
“llenar” al mundo de planteamientos oscuros y extraños. No. La philosophĭa es una actividad de concepción, análisis, crítica y hasta práctica de
todo lo humano, la naturaleza y la sociedad, e incluso, de lo que “puede” estar
“más allá”.
El hombre, en tanto especie, necesita
transformar el mundo para poder vivir en él. Para transformarlo necesita
conocerlo y, para conocerlo, debe pensarlo. En este punto, el docente de
filosofía debe tener algo claro: es inadmisible que la enseñanza de ésta se
limite a ser una simple presentación de conceptos. Es decir, es menester
explicarle al estudiante por qué, por ejemplo, Hegel pensó lo que pensó, cómo
lo pensó y cuándo lo pensó. La filosofía no nace en abstracto. Es producto de
un contexto histórico, unas relaciones socio-económicas que la determinan, lo
cual explica la pluralidad de filosofías:
Kant expresa la sociedad alemana de su tiempo, cuya burguesía admira la
Revolución Francesa, a la vez que se siente incapaz de ser revolucionaria en su
propia tierra. Kant es inconcebible fuera de ese mundo real, como lo es la
cumbre sin la montaña en la que emerge. La diversidad histórica de la filosofía
sólo podemos comprenderla, si la vemos como parte de la historia de las ideas
que expresa el movimiento mismo de lo real. (Sánchez Vásquez,
Adolfo. ¿Por qué y para qué enseñar
filosofía?)
Y hablando de Kant, es imperdonable no
poner en práctica durante la clase la siguiente tesis de este maestro: no se
enseña filosofía, se enseña a filosofar.
La filosofía hoy
Ya
dijimos qué es la filosofía. Ahora expresaré, desde mi perspectiva, qué debe
ser. O bien, ¿para qué enseñar filosofía? Hoy la filosofía se necesita más que
nunca. Hoy, en plena sociedad de la globalización neoliberal, de riqueza y
miseria extremas, el aula de clase debe ser un espacio de debate, análisis de
la realidad y construcción del pensamiento propio –“leer el mundo”, diría
Freire.
Pensamiento
que se define como conservador o como crítico, de avanzada, transformador. En este sentido, la
filosofía se convierte en un arma al servicio de los oprimidos, en una “crítica
irrestricta e implacable del orden social existente”, crítica que es,
esencialmente, un dispositivo de desenmascaramiento de lo enmascarado; que es praxis, como la señaló Marx en su Tesis
1 sobre Feuerbach: actividad revolucionaria, crítico-práctica,
subjetivo-objetiva… y bueno, esto también explica por qué en algunos países sus
gobiernos la desean sacar a patadas de los pénsum, o, como en la Universidad de
Cartagena, recortarle un par de semestres.
Hoy,
en la época de la privatización y mercantilización de derechos; de consumismo e
individualismo y hasta de privatización e idiotización
del ser humano (“idiota” viene del griego idiotis,
que significa “sujeto limitado a lo privado”), el pensar filosófico debe
ayudarnos a comprender nuestra vida, nuestra historia, nuestra identidad
nacional, nuestros amigos, nuestros enemigos también; y a luchar por abolir
realidades desastrosas como las reflejadas en los versos pictóricos del gran
poeta colombiano Guillermo Valencia:
No
puede ser que vivan en la arena
los
hombres como púgiles; la vida
es
una fuente para todos llena;
id
a beber, esclavos sin cadena;
potentado,
¡tu siervo te convida!
¡Nada
escuchan! Los pobres, a la jaula
de
la miseria se resisten fieros,
y
con brazo de adustos domadores
y
el ojo sin ternura, ¡los enjaula