Por: Alberto Pinzón Sánchez

Ay, la lucha de clases tan
olvidada y tan presente a la hora de analizar fríamente el acontecer
cotidiano del proyecto capitalista trasnacional dominante en Colombia,
que enfrenta un proceso de transición inédito y, se debate a cuchilladas
entre continuar con la acumulación de capital trasnacional mediante el
despojo sangriento que se viene ejecutando (proyecto de Uribe Vélez) o,
como lo propone JM Santos, modernizar y hacer más eficiente y productivo
el mismo despojo, pero mediante el derecho y los jueces.
Y
en esta lucha de facciones, por ver quién domina o hegemoniza el bloque
de Poder dominante que dirija y ejecute el proyecto de desarrollo del
capitalismo trasnacional en Colombia, es donde hay que encontrar la
explicación a la actual lucha de facciones dominantes, entre los
representantes del sector “modernizante”, (aglutinado por JM Santos)
dedicado a la especulación de la tierra y profundamente ligado a los
grandes intereses financieros trasnacionales y con gigantescos intereses
en la explotación minero- energética del suelo colombiano; enfrentado
acremente al sector aglutinado por Uribe Vélez, quien representa los
intereses tradicionales de los latifundistas ganaderos y de algunos
sectores de los agro-negocios como los palmicultores, apoyados por los
llamados poderes fácticos regionales y locales que no son otra cosa que
un “sancocho” o amalgama inseparable de mafia, paramilitarismo y
corrupción oficial.
Sin embargo, a medida que avanzan los
diálogos de la Habana por entre la crueldad innecesaria de las bombas
inteligentes made in USA (de media tonelada) que arrasan campamentos de
30 guerrilleros con campesinos aledaños incluidos, y los “tatucos
guerrilleros que, sin consideración, arrasan bases militares situadas en
medio de Pueblos olvidados y azotados por la guerra contrainsurgente;
la clase dominante de Colombia u Oligarquía Trasnacionalizada, que no
solo ha dominado sino dirigido y ejecutado durante 200 años el proyecto
capitalista en nuestro país hasta traerlo a la situación actual, se
niega a aceptar su responsabilidad absoluta y como en una ópera bufa
destapa sus tamales podridos de tanto guardarlos, para inculparse
mutuamente de los yerros monstruosos que han cometido a lo largo de su
dominación como presidentes de la Democracia Genocida para la que fueron
seleccionados.
La riña entre las facciones oligárquicas,
inicialmente entre el “canalla” Santos y el “rufián” Uribe Vélez; se ha
ampliado al “enano moral” Pastrana y a los “narco-gobernantes” Gaviria y
Samper, quienes todos a una, sin ninguna ética (ni siquiera burguesa)
se muestran públicamente sus miserias e inculpaciones pre electorales,
tratando cada uno de evadir la responsabilidad que le corresponde por
haber conducido a toda la sociedad colombiana (léame bien a toda la
sociedad colombiana) a la ruina moral y económica en la que se
encuentra: a la miseria económica ahora le añaden la miseria moral que
es igual de terrible y deletérea.
En breve: Asistimos en
Colombia a un proceso de transición y reacomodo del despojo como
mecanismo de acumulación capitalista trasnacional, en el que lo viejo se
resiste con todo su poder a morir o desaparecer, y lo nuevo (por
aquello de la miseria moral) también se resiste a aparecer. Y así, es
fácil estar desconcertado y creer que, si se pacta en la Habana un
acuerdo para finalizar el conflicto armado, la lucha de clases y la
Historia, como sentenció en 1991 el neoliberal Fukuyama, desaparecerán
ilusamente para siempre de nuestras vidas futuras.