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domingo, 10 de marzo de 2019

EN TORNO A LA LECTURA DE CARLOS ARTURO LÓPEZ JIMÉNEZ

La filosofía colombiana en tiempos de la Regeneración

En 2018 la Universidad Javeriana publicó el libro El terreno común de la escritura. Una historia de la producción filosófica en Colombia 1892-1910, del profesor Carlos Arturo López Jiménez, texto producto de su tesis doctoral en Historia en la Universidad Libre de Berlín. El libro cuenta con un laudatorio pero crítico prólogo del filósofo colombiano Santiago Castro-Gómez, conocedor de estas discusiones.
La investigación delimita el periodo objeto de estudio teniendo en cuenta que en 1892 se cristalizan las reformas educativas del gobierno conservador que “convirtieron a la filosofía en una carrera independiente bajo el modelo propuesto por el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario” e hicieron de la filosofía un puente entre la vida escolar y la educación superior; y 1910, porque en esa fecha se conmemora el primer centenario de la independencia, evento que dio lugar a una gran cantidad de escritos que evaluaban nuestra vida republicana.
El profesor López no pretende explicar la producción filosófica de este periodo de la Hegemonía Conservadora acudiendo a los contextos, a los cambios políticos, la Guerra de los mil días, las tensiones partidistas entre liberales y conservadores, las disputas religiosas, la naciente presencia de ideas socialistas; tampoco, como producto de la recepción deficiente o no del pensamiento europeo, etcétera. No. Si bien menciona estos contextos y cree que hay alguna relación entre ellos y la producción filosófica, considera que no la explica totalmente.
Por ejemplo, el contexto no implica, de suyo, la posibilidad de comprender un texto.  Lo que él pretende dilucidar con su estudio histórico-crítico son las “Reglas históricas de un modo de escribir”; las “condiciones históricas de la práctica de la escritura filosófica” o el “ejercicio de escritura mismo”. Para el logro de este objetivo es importante lo que él llama “mínimo textual”, concepto que denota las “exigencias y limitaciones”, “procedimientos técnicos propios de la escritura filosófica durante las postrimerías del siglo XIX y el despunte del siglo XX”.
[...] López argumenta que las historias de la filosofía en Colombia del siglo pasado operaron bajo lo que llama el “marco de referencia de la modernidad”. Es decir, aquí la modernidad opera como criterio normativo que ha condicionado la lectura del pensamiento producido durante la llamada Hegemonía Conservadora. Desde este punto de vista, la obra de Miguel Antonio Caro o Rafael María Carrasquilla, para mencionar dos ilustres ejemplos, aparecen como pensamiento premoderno, prefilosófico, tradicionalista, conservador. Aparece como un pensamiento deficitario frente a las características de lo que la narrativa moderna impone como criterios válidos para calificar una obra de estrictamente filosófica. Acudir a la modernidad, implica, también, para el historiador, “la toma de partido, consciente o no, por algunas de las facciones en pugna durante los procesos que se estudian, toma de partido que en verdad, para López, no le corresponde. Esta operación, donde la modernidad opera en retrospectiva,  ha permitido relacionar inexactamente el desarrollo filosófico con el liberalismo y su atraso con el conservatismo.
[...]La narrativa de la modernidad filosófica en Colombia aparece como un relato fundacional de la disciplina entre nosotros; una narrativa que, anacrónicamente, juzga el pasado desde sus propias reglas, criterios y principios. Juzga el siglo XIX y su filosofía, desde el siglo XX.
Hay que decir que los efectos de esta operación son múltiples: a) muestra la producción filosófica anterior como la prehistoria del oficio filosófico; b) contribuye a ocultar las obras filosóficas previas a los años treinta del siglo XX; c) Muestra como exóticas o excepcionales obras como las de Vargas Vila, Fernando González  Ochoa, Carlos Arturo Torres, entre otros; d) impide un acercamiento  desprejuiciado, directo, que se fije en la lógica interna, la estructura y los contenidos de los textos mismos; e) permite calificar de atrasadainmadura, poco seria y rigurosa, la producción filosófica nuestra anterior a los años treinta y cuarenta, al compararla con la producción europea o de ciertos países latinoamericanos; f) asocia el nacimiento de la filosofía moderna en Colombia con el regreso del liberalismo al poder a partir del gobierno de Enrique Olaya Herrera. Y, g) finalmente, implica una falta de sentido histórico, pues impide ver las reglas específicas de la escritura filosófica durante la Hegemonía Conservadora, a la vez que es ciega frente a sus propias prácticas y reglas. [continúa...]  
Texto completo disponible en:  https://www.elespectador.com/noticias/cultura/la-filosofia-colombiana-en-tiempos-de-la-regeneracion-articulo-832935

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