3 Feb 2020 - 10:52 AM
Estanislao Zuleta fue un buen conocedor de Marx, pero no mantuvo una actitud servil ante su pensamiento. Como he escrito en mi libro Estudios sobre el pensamiento colombiano (volumen I): “la relación de Zuleta con el marxismo fue fructífera y totalmente crítica. Por eso Zuleta se consideró un marxista kantiano, un marxista freudiano, un marxista hegeliano, pero, en todo caso, un marxista…no hay que olvidar que Zuleta no se preocupó por el marxismo, el psicoanálisis, la literatura, el arte, etc., en sí mismos, sino como herramientas para pensar un problema específico. Zuleta criticó en muchos aspectos al marxismo, por ejemplo, consideró que Marx idealizó al proletariado, despreció la pequeña-burguesía, dio demasiada importancia a la economía sobre la ideología (aunque sostuvo que en Marx no hubo un economicismo)…no compartía del concepto de alienación, así como el asunto de la toma del poder, la propuesta de abolición del Estado…su concepción de los derechos humanos”, entre otros aspectos. Sin embargo, consideró que en lo fundamental su crítica al sistema capitalista era correcta, al igual que valoró su teoría del conocimiento y su anatomía de la sociedad burguesa. En pocas palabras, Zuleta mantuvo una distancia crítica, libre y auténticamente filosófica frente a Marx, actitud muy diferente a la de los filósofos especializados que, en muchos casos, viven de exprimir las obras de sus ídolos, con posturas regularmente acríticas y apologéticas.
Gutiérrez Girardot llamó a Estanislao Zuleta tan sólo un “piadoso lector”, un multifilósofo, una figura imaginaria que gustaba cargar de ocurrencias a sus oyentes, pero en realidad el antioqueño fue un filósofo cabal, un lector apasionado, un erudito, que se atrevió a pensar por sí mismo, lanzando ideas, interpretaciones, generando controversias, yendo mucho más allá de lo que María Zambrano llamó “una filosofía profesoral”. Zuleta concebía la filosofía como una forma de vida, un saber comprometido con la existencia y con la sociedad y su transformación; como “vigilancia crítica, territorio del debate, impulso a la fecundidad del pensamiento”. Él fue un crítico de la cultura colombiana, de las realidades sociales y políticas, del sistema educativo; se la jugó por la paz de Colombia, como lo evidencia su participación en el gobierno de Belisario Betancur, y llamó al diálogo y la conversación como herramientas para construir una mejor convivencia pacífica en el país.
Si bien desarrolló su pensamiento por fuera de las facultades oficiales de filosofía, no hay duda de que su pensamiento, que abarcó la literatura, el arte, la poesía, la filosofía, la historia, la economía política, pasando por autores como Kafka, Thomas Mann, Nietzsche, Hegel, Lacan, Freud, Marx, Platón, Heidegger, Goethe, entre otros, movilizó afectos y pasiones por la filosofía y el pensamiento en Colombia.
Si el verdadero filósofo es solo “aquél que asume el riesgo de pensar; que crea posibilidades nuevas de entender, de valorar o de saber”, como decía Darío Botero Uribe, otro outsider de la filosofía en Colombia, sin duda alguna Estanislao Zuleta fue uno…y de los mejores. Pocos pueden vanagloriarse de ese mérito. Por lo demás, sus obras hoy publicadas, transcritas de sus múltiples conferencias, entre ellas, lógica y crítica, El pensamiento psicoanalítico, Arte y filosofía, Thomas Mann, La montaña mágica y la llanura prosaica; Colombia: violencia, democracia y derechos humanos, así lo corroboran.
Su legado y su actualidad, pues, no se pueden desconocer. Basta recordar que ya desde 1985 en el libro La filosofía en Colombia, compilado por Rubén Sierra Mejía, el mencionado artículo “Marxismo y psicoanálisis” fue incluido, con lo cual se inicia un temprano reconocimiento a sus aportes, sin embargo, hasta la fecha, es el libro del profesor Alberto Valencia “En el principio era la ética. Ensayo de interpretación del pensamiento de Estanislao Zuleta” (1995, 2015), el que mejor y más sistemáticamente ha abordado su pensamiento. Igual reconocimiento ha recibido su obra por parte de filósofos como Pablo Guadarrama González.
Hoy, 30 años después de su muerte, es necesario recordar su figura, su legado y, ante todo, se hace necesario reivindicar su actitud filosófica en un mundo donde cada vez hay mayor orfandad del pensamiento.
Artículo completo en:
https://www.elespectador.com/noticias/cultura/el-lugar-de-estanislao-zuleta-en-la-filosofia-colombiana-articulo-902800
3 Feb 2020 - 10:52 AM
Gutiérrez Girardot llamó a Estanislao Zuleta tan sólo un “piadoso lector”, un multifilósofo, una figura imaginaria que gustaba cargar de ocurrencias a sus oyentes, pero en realidad el antioqueño fue un filósofo cabal, un lector apasionado, un erudito, que se atrevió a pensar por sí mismo, lanzando ideas, interpretaciones, generando controversias, yendo mucho más allá de lo que María Zambrano llamó “una filosofía profesoral”. Zuleta concebía la filosofía como una forma de vida, un saber comprometido con la existencia y con la sociedad y su transformación; como “vigilancia crítica, territorio del debate, impulso a la fecundidad del pensamiento”. Él fue un crítico de la cultura colombiana, de las realidades sociales y políticas, del sistema educativo; se la jugó por la paz de Colombia, como lo evidencia su participación en el gobierno de Belisario Betancur, y llamó al diálogo y la conversación como herramientas para construir una mejor convivencia pacífica en el país.
Su legado y su actualidad, pues, no se pueden desconocer. Basta recordar que ya desde 1985 en el libro La filosofía en Colombia, compilado por Rubén Sierra Mejía, el mencionado artículo “Marxismo y psicoanálisis” fue incluido, con lo cual se inicia un temprano reconocimiento a sus aportes, sin embargo, hasta la fecha, es el libro del profesor Alberto Valencia “En el principio era la ética. Ensayo de interpretación del pensamiento de Estanislao Zuleta” (1995, 2015), el que mejor y más sistemáticamente ha abordado su pensamiento. Igual reconocimiento ha recibido su obra por parte de filósofos como Pablo Guadarrama González.
Hoy, 30 años después de su muerte, es necesario recordar su figura, su legado y, ante todo, se hace necesario reivindicar su actitud filosófica en un mundo donde cada vez hay mayor orfandad del pensamiento.
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