La Investigación en Colombia
Jorge Eduardo Mahecha Gómez
Profesor, Instituto de Física.
Universidad de Antioquia
Medellín, 7 de abril, 2016
Inspirado en “Los Motivos del
Lobo” del Rubén Darío
Los Motivos de Colciencias
Un académico dedicado y apacible,
inmerso en libros y saberes,
un anónimo y humilde profesor,
conocido por todos como Dr. Franco,
se encuentra de pronto con alguien,
que tiene el torvo propósito,
de convencerlo de su fracaso vital.
Se trata de un burócrata
que le dice: No se crea sabio ni
intelectual, páseme su lista
de trabajos, necesito compararla,
con las listas de otros,
que se creen sabios, igual que usted.
¡Debo definir, lo científico que es usted!.
En la Agencia estamos convencidos de que
el ser humano por naturaleza
es ignorante, incapaz, perezoso,
indisciplinado, tramposo,
mentiroso, desinteresado por la
sociedad, por tanto necesita
de una autoridad que lleve registro
y control de todo lo que hace,
de una Inteligencia Superior que
avale y certifique su trabajo.
Incluso su quehacer no laboral.
Al Estado le corresponde avalarlo todo.
Yo soy calificado Agente, para esa
función, en lo que al intelecto toca.
Otros se ocupan, de su vida personal.
El terrible burócrata lo asoló todo,
frustró grupos de investigación,
en primer lugar los independientes,
luego los de universidades públicas.
Hasta se metió a calificar el trabajo
de artistas, poetas, humanistas y filósofos.
Eso sí, exaltó instituciones de garaje,
hábiles en cumplir formalidades.
Engañó a cerebros fugados,
a otros les prestó plata,
diciéndoles que era una beca.
Les ofreció el oro y el moro
a toda clase de investigadores,
les recibía 100 propuestas pero,
basado en opiniones escogía 2,
camufladas en un ranking con
“calificaciones” de 0 a 100.
Duchos y sabios profesores degradados.
Los perros de presa, subdirectores
y funcionarios, redujeron científicos
y grupos, de las universidades públicas,
al nivel de analfabetas, minusválidos mentales.
Volvió trizas carreras de décadas,
al reclamarles "pertinencia social".
Neutralizó científicos sociales,
con sólo preguntarles:
¿Cuántas políticas públicas logró modificar?
¿Cuantos "articulitos" gestionó?
¡Demuéstreme que su investigación es STEM!.
También logró exaltar carreras de favoritos
que, como diría el poeta,
"nunca pasaron de ser un adoquín..."
Con la clasificación ganaron “cientificidad”,
habilitación de facto a sus proyectos,
para gastar plata de las regalías.
Productos empresariales, reglamentos técnicos,
simples consultorías, pasaron a la órbita
de la Agencia del Estado Para la Ciencia,
la Innovación y la Tecnología.
¿No es acaso el que tiene poder sobre
los inteligentes más inteligente que ellos?
Así, como diría Umberto Eco, el bobo
del pueblo es certificador de la verdad.
Mi amigo Franco llegó:
Al burócrata encontró en su cubículo.
Al verle, reaccionó como autómata que es:
Si viene a reclamar
por su clasificación debe hacerlo
a través del "aplicativo",
y le recuerdo que usted
voluntariamente aceptó nuestras reglas.
Si viene para otra cosa,
no dude en usar el correo del
centro de contacto.
Franco le dijo:
"Paz hermano burócrata",
y el autómata se convirtió en humano.
Acostumbrado al juego de "teléfono roto"
con el centro de contacto,
donde se les pregunta de una cosa
y responden de otra,
Franco se sorprendió.
¿Es ley que tú tengas que sustituir
realidades por formalidades?
Me extraña que todavía tengas
hocico. Porque cada día
te restriegan en él
los tales papers que, según tú
y tus contratistas, no existen.
Un gamín raponea, relojes
y celulares, tú y tus contratistas,
y tus delegados en las universidades,
hacen lo mismo con resultados de investigaciones.
¿El clamor de los investigadores,
para quienes un experimento,
no es una formalidad,
no logra aterrizar tus amados
términos de referencia?
Te atreves a calificar
el trabajo de los sabios.
Para hacerlo inventas
procedimientos que delatan
que eres no sólo ignorante
sino burdo y charlatán.
Ignoras algo tan simple como
que el argumento de la función logaritmo
no puede tener unidades.
Inventas escalas numéricas.
Sumando Peras y Manzanas emites,
los "números mágicos" de clasificación.
Llamas tu invento "modelo de medición".
Ni siquiera sabes que aquellos
a quienes les pretendes medir
sus niveles de cientificidad,
de modelos matemáticos y mediciones,
son precisamente quienes más saben.
Nada de modelo, el tuyo: Si cambias
los "pesos" se te cambian los ganadores.
Nada de medición: A todos tus concursantes
la metrología los deja en Empate Técnico.
Ya tienes prefijados los ganadores del concurso.
Eres funcionario del Estado, se supone
que trabajas para la Sociedad.
No obstante proteges negocios privados,
como ISI, Scopus, Scimago y Elsevier.
Al alcalde Petro sancionaron por menos.
Ni hablar de los sacrosantos derechos
de tus contratistas, a quienes no tocas
ni con el pétalo de una rosa.
Cumplir la Constitución juraste,
pero ello no te impide violar
fundamentales derechos individuales,
ni la autonomía de universidades.
Hasta te atreves a ordenarles
que realicen cosas propias
de tu trabajo y tus contratistas.
Tampoco te obligas a respetar
la presunción de inocencia,
a los profesores les dices:
"Sois tramposos, probadme que no es así".
Ley antitrámites salió del
congreso de Colombia,
sin embargo a los profesores
los torturas durante meses
con tus horribles formularios.
De investigación, y de aprendizaje,
todos los ciudadanos tienen libertad,
sin embargo tú te atreves
a censurarlos, que lo que
hacen, dices, no es
pertinente para la economía del país.
Eres tú quien define
si una investigación es "STEM":
Science, Technology,
Engineering and Mathematics.
Pues ¿Cómo entrará Colombia a la OCDE,
sin los indicadores STEM?
Perteneces a una entidad
dedicada a promover la
ciencia de frontera y la innovación.
Sin embargo a priori ya sabes
lo que deben investigar los científicos
para que lo consideres bueno o no.
Te sientes con derecho a definir
si una investigación es ética,
si tiene pertinencia social,
económica y cultural.
Te atreves a definir qué investigaciones
le convienen al país.
Es decir, a las corporaciones.
Te pasas así por la faja
libertades y derechos,
y el carácter innovador
de la verdadera investigación.
Pero ni tu propia agenda
cumples a cabalidad,
porque al final un trabajo
es valioso si se publica en inglés,
no importa el contenido, el resultado,
ni el objeto de la investigación.
Igual que con el ranking de Shanghai,
que usas para transferir
la supuesta superioridad de una universidad,
a todos y cada uno de sus egresados,
usas los índices de las revistas,
otorgados por tus agencias favoritas,
para convertir, por arte de magia,
un trabajo sobre cualquier cosa,
en investigación de alto impacto,
y degradar los demás resultados
a simple “literatura gris”.
Pusiste a universidades enteras,
a flamantes investigadores,
no a buscar nuevos conocimientos,
ni a realizar inventos,
sino a cumplir tus caprichos, y a
buscar ¡alta ubicación en el ranking!
Así como las máquinas de contar dinero,
son menos importantes que el dinero,
el "conteo de la producción"
importa menos que la investigación.
Pero soy muy benévolo al decir,
que te interesan los contenidos
de las investigaciones,
para ti lo único importante
es el índice h,
el número de publicaciones
y el "impacto" de las revistas.
¿Si ignoras el abc de la metrología,
porqué te habrían de interesar
los temas de la inmunología?
¿Acaso eres capaz de distinguir
la diferencia entre
metrología y meteorología?
En la escuela primaria,
el concepto de promedio,
la ministra Gina
nunca logró entender,
no obstante tiene máster
de universidades
de la lista de las 500 de Shanghai.
Los títulos profesionales
pone en entredicho
con el jueguito-encuesta
que llama Saber Pro,
para, supuestamente, descubrir a quién,
durante el pregrado universitario,
aprendió a calcular promedios y quién no,
promedio es el significado de “Pro”.
El ranking de Shanghai se basa
en el número de egresados
que ganaron el Nobel,
de profesores con Nobel,
de papers en Science y Nature.
Tú y yo somos egresados de la Nacho.
La efigie del Che no les produce
buena opinión a los empleadores.
Se que tú quisiste estudiar en la
San Martín, pero tus padres
no tenían con qué pagarla.
Ni tus familiares ni los míos
fueron unos zarrapastrosos.
Si lo fuéramos, no hubiéramos logrado,
como lo hicimos, pagar entrenamientos
en los negocios de preicfes,
sin los cuáles es imposible
ganar el dichoso test
de 120 preguntas
de escogencia múltiple.
Si no les hubiéramos aceptado,
que más importante que el conocimiento,
es aprender a responder tests,
a una universidad pública,
jamás hubiéramos ingresado.
Eufemísticamente, el rector dice que el test
es “indicador confiable de las habilidades
y los conocimientos de los aspirantes.”
La diferencia entre tú y yo
es que tú sólo quisiste, sin lograrlo,
sacar buenas notas, mientras que
a mi si me interesan los saberes.
Te tocó en la Nacho, las materias
eran duras, perdiste varias,
algunas las ganaste pasteleando,
de poco te sirvió ser Pilo o Pijo,
hiciste en siete años la carrera
que en la de garaje
hubieras hecho en menos,
y con pocos esfuerzos.
Yo hice la mía en cinco.
Por eso entiendo que ahora, tengas
oportunidad de lograr lo que soñaste,
que te sientas feliz entre la burocracia.
Y como tienes poder,
a los candidatos a cualquier convocatoria
los prefieres si se graduaron en una
de las 500 principales de Shanghai.
El gran burócrata, humilde.
Al que anda entre la miel,
algo se le pega, Franco.
Me metí a la burocracia porque
creí que era el camino del éxito.
Y aquí ya se tiene una
"cultura organizacional"
que yo no puedo cambiar.
Adoptarla como propia,
es el "peaje" que tenemos que pagar
quienes, como yo, queremos
una carrera política para
llegar más alto.
No creas que en este cargo
me contagié del síndrome de Estocolmo,
soy consciente de mi discurso mentiroso.
Ustedes los científicos
trabajan en la frontera del conocimiento
porque están en hombros de gigantes.
Yo estoy donde estoy
por recomendaciones políticas,
también estoy sobre hombros,
no se si de gigantes,
pero si de políticos más fuertes que yo.
Los verdaderos gigantes
son los "cacaos",
se que nos mandan a todos,
pero nunca los veo, sólo a mis jefes.
Cada que ellos se mueven,
yo me muevo, eso me marea,
lo peor es que cuando caen,
de lo alto me caigo yo.
Las convulsiones en este medio son frecuentes.
Tal vez tú no las logras detectar.
Comprenderás que no pertenezco
a las familias dueñas del país.
Por eso es que tú sí sabes quien soy yo.
Bastante ventaja tengo al
lograr mis altos cargos
sin someterme a los concursos,
rankings y trámites,
que yo promuevo para contratar
a los que no son de alta cuna,
ni tienen mis palancas,
en las universidades.
Soy de libre nombramiento.
Tú fuiste mejor estudiante que yo,
pero ñero es ñero,
por eso sigues con veleidades
de sindicalista.
Pero no creas que tú eres
mucho mejor que yo.
Yo también se quien eres tú.
Tengo datos que muestran que las trampas
también forman parte de tu día a día.
Tú y yo somos de los mismos.
El poeta diría:
"En el hombre existe mala levadura.
Cuando nace viene con pecado."
El plagio no te es ajeno,
tampoco el auto-plagio,
ni la auto-citación.
Los papers los haces,
como con máquina de chorizos,
sabes que el secreto está en hacer bien,
el nudo del comienzo y del final.
Participas en investigación grupal,
los chicos más fuertes logran
los más importantes resultados,
y los demás salen a contar
lo que les vieron hacer
como si ellos mismos lo hubieran hecho.
A todos les dices
que "fue una colaboración".
También se que eres usuario
de algunos productos
de la industria
de generación de indicadores.
Sabes muy bien que una clave
de éxito es asesorarte
"de los que saben".
Me contaron que hace años
pagaste cursos por internet,
donde te enseñó Elsevier
a ser publicador exitoso
de papers científicos.
Te enseñaron el abc:
Saber asesorarse, nunca trabajar solo,
mejor con una agencia de "coaching".
Parte de la plata del proyecto
la dedicas a contratar
a quien te fabrique las muestras,
otra a quien te las analice,
otra a quien realice las estadísticas,
un estudiante te hará las gráficas,
y te colaborará en el paper,
tú escribirás la introducción
y el estado del arte,
tu colaborador externo las conclusiones.
Con el rubro "publicaciones"
contratarás la traducción al inglés
y asesoría en el resto:
Los aspectos éticos y legales,
el envío a la revista correcta,
la fabricación de indicadores de “métrica”,
en fin, lograr investigación de “impacto”.
Eso si, no puedes colocar
los nombres de todos tus contratistas,
porque tus papers quedarían con
decenas y decenas de autores.
Al dividir 15 puntos por 100,
el 1279 te daría sólo una décima de punto,
mil devaluados pesos.
Asesoría Jurídica te lo avalará:
Los contratistas no son investigadores.
Para publicar no se requiere
saber del tema,
mucho menos saber inglés.
Mis colegas burócratas
de la universidades
usan el inglés como traba
para disminuir los aspirantes
a realizar estudios de posgrado.
Tampoco necesitaste
sentir pasión por la ciencia.
Tus asesores son quienes deben
aportar las mayores ideas,
para eso les pagas.
Un juicioso conocimiento
de las posibilidades del decreto 1279,
te puede significar ingresos mayores
que los de muchos burócratas,
sin la angustia que se deriva
de pararse en los hombros de un político.
Tu aureola de investigador,
te permite un plácido transcurrir
en la universidad,
sin las afugias del profesor de cátedra,
con estabilidad, ganándote
en una hora de clase,
lo mismo que aquél en diez.
Te beneficias de un sistema
que permite una élite minúscula
de científicos para exhibir.
Y como si esto fuera poco,
quieres hacer pinitos de político
y burócrata: Jefe, decano, asesor,
miembro del equipo rectoral,
y también, ¿por qué no?,
llegar a un cargo
como el que logré yo.
Porque yo también fui profesor.
Y no te olvides de que
los odiados términos de referencia,
de la clasificación de investigadores
y grupos, los escribió
otro profesor como tú.
Mi amigo Franco se sintió
terriblemente avergonzado.
Escribió en un comunicado:
Descubrí que ese horrible burócrata
sufre del mismo mal que todos nosotros,
el arribismo y la ambición.
Incluso tiene un ego
más pequeño que el nuestro.
Tiene el cuero duro por el palo le dan.
Sus prejuicios sobre
la "excelencia", la "perfección",
la "medición" y la "objetividad",
se formaron nada menos que aquí,
en la academia.
Los gringos le aportaron sólo esa jerga
presuntuosa y fastidiosa,
pero sus conceptos como tales
son pura "industria nacional".
Debes comprender que el pobre
nunca ha visitado un laboratorio
de talla internacional.
Si de pronto está cerca de un Nobel,
lo único que se le ocurre preguntarle
es que si le permite tomarse una foto con él.
¿Qué hacer para evitar que sus sangrientos
ataques se repitan con periodicidad?
Lo primero será neutralizarle sus fetiches
de las "mediciones" de la “calidad”.
Durante un tiempo se quedó tranquilo
sin atacar a nadie.
Eran épocas de Diálogos de Paz.
Habló de reemplazar a Colciencias
por un ministerio, soñó con ser ministro.
Hasta organizó reuniones para discutir
si los conocimientos, la ciencia
y la innovación requerían
más libertad y menos control.
Aparentaba ser todo oídos,
tomaba notas, daba la palabra.
Se aprendió frases
de Foucault, Negri, Hardt,
Agamben y Esposito.
Sería mucho pedir que se leyera
Nacimiento de la Biopolítica
o Vigilar y Castigar.
Hasta compró
La Civilización del Espectáculo,
le gusta el antichavismo de Vargas Llosa.
Eso si, se quedó sin enterarse
de La Sociedad del Cansancio,
La Sociedad de la Transparencia,
En el Enjambre, Psicopolítica,...
de Byung-Chul Han.
Ignoró Razones Para la Anarquía de Noam Chomsky.
Pese a eso, Franco sintió que
había logrado su cometido: No podía esperar más.
Él mismo se comprometió a colaborar,
su ejemplo cundió y los investigadores
realizaron su trabajo
en libertad y sin control,
incluso al margen del Estado,
movidos por la verdad y el deseo de saber,
aportes a la ciencia ocurrieron en el interregno.
Después de este encuentro,
Franco de ausentó.
Y el burócrata intelectualizado, humanizado,
se alejó de la academia y de la sociedad.
Volvió con los que cree suyos:
Los delfines y caciques regionales.
Recomenzó su cruzada con fuerzas renovadas.
Porque "desde presidencia" le ordenaron
que aumentara como fuera
los indicadores de Ciencia,
Tecnología e Innovación.
Porque el nuevo gobierno quiere
que Colombia entre a jugar
en las Grandes Ligas
de la OCDE y de la OTAN.
El soñado encuentro
“con planeación y presidencia",
el inesperado contrato para
redactar un capítulo del CONPES,
le trajeron nuevas energías.
La bestia emprendió nuevas cruzadas.
Saber 11 y Saber Pro son insuficientes,
trajo entonces Saber 5, Saber 7, Saber 9.
¡Saber Kinder, Saber Doc!.
Propuso una ley para que Saber Pro
ranqueara todos los profesionales.
Otra para dar puntos del 1279 por índice h.
Otra más para imponer
tests de inteligencia y polígrafo, índice h,
resultados aprobatorios del Test de Salud Mental
y puntaje de 90 en las Pruebas Saber Doc,
para llegar a profesor de universidad pública.
El poeta diría:
“Exhalaba los fuegos de Moloch y de Satanás.”
Cuando Dr. Franco regresó
todos lo buscaron alarmados.
Para actualizarlo acerca
de las nuevas andanzas
del terrible burócrata
neoliberal del post-conflicto.
Camuflado lo encontró
detrás de la cortina de humo de La Paz.
Tenía escrito un gran letrero:
“Educación de la Tercera Vía, con ánimo de lucro”.
Dr. Franco cual exorcista le dijo,
con las mismas palabras del
poeta: “¿Por qué has vuelto al mal?”
¿Por qué te empeñas en los ranking?
Contesta. Te escucho.
Dr. Franco, contestó la bestia:
Cumplí mi acuerdo contigo,
me acerqué a la academia,
ingresé a un grupo de investigación,
conocí de cerca a todos tus colegas.
El ranking de Harvard es
mejor que el de la Nacional.
Mi jefe se doctoró en Harvard,
por lo tanto consideraba que yo,
obviamente debía subordinarme a él.
La falacia Secundum Quid no es exclusiva
de Colciencias, vino de la universidad.
Nunca vi más feliz a tu joven colega
que durante el mes que se dedicó
a actualizar su CvLAC.
Descubrió que tenía citaciones,
que su índice h valía 17.
A todos les preguntaba:
¿En cuánto está tu índice h?
Muy feliz se sintió
cuando le aceptaron un paper
un Physikalische Zeitschrift,
porque allí publicó Einstein
su artículo sobre la relatividad.
Por definición, todo artículo
publicado allí tiene alto impacto,
por lo tanto consideró que su
investigación se podía comparar
con la del artículo de Einstein.
Otro gran investigador, veterano,
de índice h = 74, promovió cambio
de reglamento del Comité Nobel:
“¿Cómo es posible que el Nobel,
de medicina y fisiología, se le
esté asignando a personas
con menor índice h que el mío,
a personas que publican en bioRxiv?”
Con Nobel colombiano, su institución
pasaría a la lista Shanghai, o QS.
El burócrata en su ingenua sinceridad,
tuvo entera razón.
La complejidad del tema
de la medición científica
lo igualó con el flamante egresado de Harvard.
Por la cabeza de ninguno de los dos
pasó la idea de que el ranking
sea una imposibilidad metrológica.
Que si fuera legítimo
hablar del ranking de los científicos,
lo verdaderamente importante serían
los aportes a la “ciencia”.
Ni el burócrata ni el de Harvard
reconocieron que la pregunta obvia,
más que por el índice de impacto, es:
¿Qué fue esa cosa tan importante,
que investigó Dr. X, y que le publicaron
en Physikalische Zeitschrift?.
¿Qué aportan las revistas?
Nada, les dije, estorban más que ayudan:
El referato lo hacen los autores mismos.
Existen sistemas de auto-publicación
que permiten hacer el referato
en tiempo real,
el que lee el paper puede
inmediatamente hacer comentarios.
Si el paper tiene errores,
inmediatamente puede recibir feedback.
La revista implica esfuerzos adicionales,
cosas cosméticas, y diálogos insulsos
con editores y referees.
La revista implica costos
adicionales innecesarios
para los autores
y las instituciones. Son un NEGOCIO.
Al rankear los profesores
con base en las citaciones
y el impacto de las revistas
se abre un mundo de corrupción y trampas:
Publicar por publicar,
yo te cito, tú me citas, yo me autocito, ...
La revista pierde de vista que el asunto
es resolver problemas relevantes de ciencia.
¿Que son “curadores de la ciencia”?
Eso era cierto en las épocas del papel,
hoy muy pocos hojean las revistas,
algunas ni siquiera se imprimen.
La revista lo encarece todo,
pone en crisis las universidades,
el gobierno aumenta el punto en 7.5%
pero sólo les aumenta el presupuesto
a las universidades en el 6%.
Luego los profesores
le hacen el mandado a la mafia
pidiendo que las universidades paguen
las costosas suscripciones a las revistas,
el espejito mágico de los científicos.
Encontré que los científicos son unos ególatras.
Que odios, envidias, mentiras formaban su día a día.
Yo, poseído de intelectualidad, prediqué
la necesidad de hacer investigaciones de verdad.
Que las ideas realmente nuevas, las de verdadero
impacto tenían su origen en el corazón.
Que incluso pueden crearse,
por fuera de la institucionalidad,
sin enormes recursos financieros.
Se burlaron de mi. El matoneo fue horrible.
No tuve más acceso a universidades y laboratorios.
Entonces, sin poder evitarlo,
del fondo de mi ser emergió, con fuerza,
el burócrata que siempre fui.
Con más bríos, dada mi mayor experiencia.
Volví con mis amigos de conveniencia,
me metí a la campaña de Vargas Lleras.
Allí me disiparon todas las dudas.
Antes, el matoneo de los “perdedores”,
como tú, que ciertamente son la mayoría,
luego, el de los “ganadores”, como Dr. X.
Reconozco que en el grupo de los ganadores,
también hay perdedores, pero tú
bien sabes que ¡yo siempre fui un Ganador!.
Por lo tanto, hermano Franco,
sigue tu camino solo, no cuentes más conmigo.
Dr. Franco no le dijo nada.
Igual que el Santo de Asís,
partió con lágrimas y desconsuelos.
Entendió por qué
el burócrata que lleva adentro triunfó:
Ese sistema centralizado,
unificado y estandarizado, estatalizado,
es el soporte natural de esa casta
de funcionarios, incultos, casi analfabetos,
que se ganan la vida haciendo arqueología
de lo que los sabios producen y
a quienes quieren controlar.
Sin ese sistema estarían condenados al mísero
desempleo del resto de sus conciudadanos.
Afortunado, feliz, dichoso, venturoso, agraciado,
fausto, contento, el burócrata anunció:
Hemos concluido que nuestro sistema de medición,
calificación y clasificación es perfecto.
Se animó aún más porque el rector dijo:
“Estoy convencido de que
los rankings llegaron para quedarse.”
A Franco sólo le quedó la lección de que
los científicos son ambiciosos
por culpa de nuestro modelo de sociedad:
Competir, competir y competir.
Producir, producir y producir.
Consumir, consumir y consumir.
Contaminar, contaminar y contaminar.
Publicar, publicar y publicar.
Que la ciencia no está inmune. Que
por eso una nueva basura contamina el mundo:
Los "papers". Un gramo de paper científico
o técnico, vale más que un gramo de oro.
La mayoría de ellos sobre trivialidades,
en los mejores casos son "más de lo mismo",
aplicaciones de lo que ya se sabe o nuevos detalles.
Elaborados sólo para mejorar el ranking.
Sin el 1279, la producción de papers caería,
pero ni en lo más mínimo la ciencia se afectaría.
"El científico de prestigio de hoy en día
utiliza más sus habilidades como gestor y administrador
que como físico, matemático, químico o biólogo",
dice Martín López Corredoira.
Al menos le quedó la lección de que
“medir” la “ciencia” de uno de los países
de mayor atraso científico es LOBÍSIMO.
Por eso el presente escrito se pudo titular:
"Los Motivos del Lobo", “Ser Pijo Paga” o,
sin cometer plagio, "El Canto del Pijo".